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Las campañas presidenciales y los debates

Los debates generan expectativas de cambio electoral. A lo largo de la historia han dejado diversas anécdotas; pero la mayoría no altera las tendencias. ¿Qué esperar ahora?

Quizás sin justificación, pero siempre con gran expectación, cuando comienzan los debates en las campañas presidenciales, se espera que en ellos ocurran cambios que modifiquen las tendencias de los votos de los ciudadanos.

En nuestro país ya comenzaron los debates entre las aspirantes y el aspirante presidencial. El primero de ellos ocurrió el domingo 7 de abril. Se prevé un segundo debate para el domingo 28 de este mismo mes. Y el tercero será el domingo 19 de mayo.

A diferencia de otros países, en México los candidatos sólo debaten en los foros organizados por la autoridad, el Instituto Nacional Electoral (INE). Los propios candidatos y sus equipos participan en el diseño y reglas de los debates, lo que usualmente tiende a hacerlos rígidos y muy poco propicios para el intercambio de propuestas, ideas o incluso para los cuestionamientos personales.

Los candidatos que van adelante, de acuerdo con las mediciones de las encuestas, tienden a ser conservadores y refractarios, a propiciar debates más ágiles y atractivos para el electorado. Para entender por qué de esta circunstancia y lo que podemos esperar tras la realización del primero de los debates, es conveniente hacer una revisión del pasado y recordar cómo han sido los debates electorales en México desde que éstos ocurren.

El primero, y quizás el más recordado de ellos, fue el celebrado el 12 de mayo de 1994, entre Ernesto Zedillo, por el PRI; Cuauhtémoc Cárdenas, por el naciente PRD, y Diego Fernández de Cevallos, por parte del PAN.

Aunque la expectativa era que Cuauhtémoc Cárdenas fuera el ganador pues era un candidato presidencial que contendía por segunda vez, luego de las controversiales elecciones de 1988 en las que denunció fraude, la sorpresa del debate fue que el ganador indiscutible fue Diego.


Ese hecho no fue suficiente para inclinar la balanza de la elección, que a la postre ganó Zedillo. Sin embargo, el desempeño de Diego fue tan destacado, que casi 30 años después todavía recordamos ese episodio.

Como abogado y tribuno bien adiestrado, pues había sido legislador, Diego atacó y cuestionó tanto a Zedillo como a Cárdenas, de manera directa y contundente. Ninguno de ellos tuvo la agilidad y prestancia para responder, por lo que eso posicionó a Fernández de Cevallos como la gran sorpresa, lo que le valió sumar votos y quedar en el segundo lugar en la elección.

Seis años después, ya con una autoridad federal autónoma e independiente, el IFE, el 26 de mayo del año 2000 se celebró otro debate que dejó huella.

Los protagonistas fundamentales fueron Vicente Fox y Francisco Labastida. Los otros candidatos: Cuauhtémoc Cárdenas (por tercera ocasión), Manuel Camacho, Porfirio Muñoz Ledo y Gilberto Rincón Gallardo, pasaron a segundo plano.

Lo célebre de aquel debate fueron los certeros ataques de Fox a Labastida. Todavía se recuerda el dicho en el que afirmaba: “a mí lo majadero se me quita, pero a ustedes lo corrupto nunca”. O la muy lamentable intervención de Labastida: “Me ha llamado ‘chaparro’, me ha llamado ‘mariquita…’”, que él mismo reconoció posteriormente como un grave error.

Otro episodio que aún se recuerda en esa elección fue el intento obstinado de Vicente Fox de que se organizara un debate por parte de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT), pero en ese mismo día: “Hoy, hoy, hoy”, fueron las palabras que usó y que aún tienen eco, aunque no hayan sido parte de ningún debate sino de un intento frustrado de realizarlo.

En la siguiente elección, el 25 de abril de 2006, se produjo otro hito de los debates de candidatos presidenciales. En esa ocasión, el candidato que era el puntero de casi todas las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, no asistió.

Su atril apareció vacío junto a los de los otros candidatos presentes, Felipe Calderón, Roberto Madrazo, Patricia Mercado y Roberto Campa. Con un desplante, juzgó no necesitar hacerse presente en esa discusión.

No sabemos qué hubiera ocurrido si hubiera acudido, pero el efecto negativo que tuvo la inasistencia fue tan manifiesto que el 6 de junio sí acudió al segundo debate donde hacia el final reveló el presunto “Hildebrandogate”, en referencia al cuñado de Calderón, Hildebrando Zavala, que le sirvió para darle un nuevo empuje al final de la campaña.

Con todo, AMLO perdió la ventaja amplia que llevaba, merma a la que quizás pudo haber contribuido su inasistencia al primer debate. Se escribió la historia y Calderón ganó la elección.

En el año 2012, un personaje accesorio y frívolo se convirtió en protagonista: Julia Orayén, “la edecán”. En la memoria colectiva en México está más presente la figura y las curvas de la edecán y la mirada lasciva de uno de los candidatos, Gabriel Quadri, que el contenido de las frases de ese debate que reunió a Enrique Peña, Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vázquez Mota y al propio Quadri. Al final, el debate no cambió las tendencias y Peña ganó la elección.

En el proceso de 2018, otro personaje pintoresco se convirtió en notoriedad: El Bronco, Jaime Rodríguez, candidato independiente, quien exhibió una bala y luego propuso seriamente cortarle las manos a quienes roben.

Los debates de hace seis años no cambiaron las cosas. AMLO acudió a todos ellos y tuvo la habilidad para hacerse notar por sus dichos jocosos: “Ricky, riquín, canallín”, para referirse al candidato del PAN, Ricardo Anaya, por ejemplo. Pero prácticamente nadie recuerda ya las propuestas de entonces.

Pocos debates presidenciales han cambiado las tendencias de la votación, ni en México ni en otros lugares, pero siempre hay la expectativa de que pueda suceder.

Tras la realización del primer debate de esta campaña, la percepción generalizada es que no cambiaron las cosas. Lo que dicen las encuestas y lo que ha reafirmado el Barómetro Electoral Bloomberg es que Claudia Sheinbaum lleva una amplia ventaja.

Xóchitl Gálvez hubiera requerido un desempeño sumamente destacado en el primer debate para cambiar las percepciones y el clima de las campañas. Lo que pudo observarse es que ninguna de las candidatas fue una ganadora clara. Y cuando eso sucede, lo más probable es que las cosas no cambien en lo fundamental. Cuando se efectúe el segundo debate, quedará un mes escaso de campañas.

Aún con un desempeño muy destacado por parte de Gálvez, si las tendencias siguen igual en lo fundamental, será un lapso demasiado corto para remontar una muy amplia desventaja. Por eso, para Xóchitl era tan relevante obtener resultados contundentes en el debate del 7 de abril, lo que no aconteció.

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