Todo indica que la primera gran reforma para consolidar el cambio de régimen que emprenderá la nueva administración de Claudia Sheinbaum va a darse… antes de que comience su gobierno.
Se trata de la reforma al Poder Judicial de la Federación. De acuerdo con los datos de las encuestas que fueron realizadas por Morena y por dos casas encuestadoras (Enkoll y De las Heras), una gran mayoría de la población entrevistada considera la pertinencia de hacer esta reforma judicial.
Igualmente, al ser inquiridos los entrevistados respecto a si los ministros, magistrados y jueces debían ser electos por el voto popular, la mayoría contestó que sí.
Una de las razones que existen para que esta sea la opinión mayoritaria, es que, igualmente, hay una percepción de que la corrupción prevalece en el Poder Judicial de manera casi generalizada. Las experiencias que la mayoría de los ciudadanos tienen al acercarse a los jueces, en términos generales, son bastante malas. Se percibe que el Poder Judicial es ineficiente y que, además, se privilegia a quienes tienen recursos, lo que está muy cerca de imaginar que prevalece la corrupción.
No está errada esta percepción. Sin embargo, la mayor parte del contacto que tienen los ciudadanos con los jueces corresponde al ámbito local. El grueso de los asuntos que conducen al ciudadano común a interactuar con el Poder Judicial tiene que ver con lo que se denomina en México, el fuero común, es decir, aquellos delitos y faltas que son abordados por las autoridades locales y sancionados igualmente por la legislación local.
Curiosamente, la reforma judicial de la que se ha hablado ampliamente en los últimos días, no toca a esta parte del sistema de impartición de justicia.
Cuando hace ya algunos años, se modificó el sistema de impartición de justicia en México para que se realizaran los juicios orales, y de esta manera se le diera celeridad a los casos, se llegó a la conclusión de que la mayor parte de la insatisfacción de la gente con el Poder Judicial correspondía a la ineficacia de la llamada “justicia cotidiana” que nada tiene que ver con la Suprema Corte o con otras instancias del Poder Judicial Federal.
Sin embargo, eso no fue tomado en cuenta en el diseño de la reforma planteada por López Obrador y asumida por la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum.
Todo indica que el criterio fundamental que fue adoptado por el gobierno para el diseño de esta reforma es la percepción de que el Poder Judicial se estaba convirtiendo en un obstáculo para cumplir los propósitos de la llamada Cuarta Transformación. El hecho de que algunas reformas, como la de la Ley de la Industria Eléctrica o bien el traslado de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, por citar solamente dos casos, fueran bloqueadas por la Corte, se percibió por AMLO como una oposición a los lineamientos expresados por el presidente de la República y su proyecto.
Si Morena solamente hubiera obtenido una mayoría absoluta, pero no una mayoría calificada (o virtualmente calificada en el Senado de la República) probablemente se hubiera seleccionado para el final de este año a una persona para sustituir al ministro Luis María Aguilar, que tuviera un perfil afín a la 4T.
Quizás un comportamiento cercano al de otras ministras que han ingresado al tribunal, especialmente al de Lenia Batres, quien fue la que ingresó de modo más reciente.
De esta manera, Morena y la 4T, habrían conseguido tener cuatro ministros cercanos, lo que hubiera impedido que se declararan inconstitucionales leyes que eventualmente podrían ser aprobadas por la mayoría absoluta en las dos cámaras del Congreso.
Hoy este tema ya es irrelevante.
El hecho es que ahora los márgenes de maniobra que tiene Morena para rehacer la Corte, así como el sistema de justicia le dan un amplio espacio.
¿En qué medida esta circunstancia puede provocar que la inversión deje de fluir a México?
Desde luego, el contar con la mayoría calificada ha sido la causa fundamental de la volatilidad cambiaria que hemos observado en el país desde el pasado 3 de junio.
Sin embargo, muchas empresas nacionales y extranjeras, parecieran estar expectantes, a la espera de saber cuáles serán las implicaciones directas de la transformación judicial.
A otras más no les gusta nada lo que está pasando, ya que el escenario más probable, mas no el único pero sí el que se perfila como más viable, es uno en el que el poder de la presidenta de la República no tendrá el contrapeso que tuvo con la Corte en la administración de López Obrador.
Las decisiones que la presidenta tome, no tendrán contrapeso alguno si es que los integrantes de la Corte perfilaran como simpatizantes de la 4T.
Igualmente, no resulta creíble que lo que se busque con esta reforma sea erradicar la corrupción del Poder Judicial. Aunque se propone un órgano disciplinario, su composición e intenciones, parecieran más orientarse al tema del control político que al combate a la corrupción.
Lo que hoy se percibe en mayor medida con esta reforma, es un afán de revancha contra quienes tuvieron la osadía de bloquear decisiones por parte del Ejecutivo en meses anteriores. Quizás lo único que queda es que por parte de la próxima presidenta de la República haya una efectiva autocontención, en virtud del enorme poder que va a tener.
Si AMLO influye comedida y limitadamente, seguramente sus opiniones van a ser tomadas en cuenta. Pero, si en el curso de los primeros meses de gobierno, se olvida de que hay una nueva presidenta y pretende influir directamente en la operación del gobierno, creo que en esa circunstancia, la presidenta de la República va a marcar la distancia.
Aún existe mucha incertidumbre y los primeros días después de las elecciones parecieran convalidar la hipótesis que señalaba que el presidente López Obrador seguiría dando órdenes hasta el final.
Eso, Claudia Sheinbaum y su equipo, no lo dudan ni por un momento.
Aquí el gran tema es que si AMLO se extralimita cuando ella ya sea presidenta Constitucional —y la moderación nunca ha sido una de las cualidades del tabasqueño—, él mismo podría conducir a que la presidenta de la República le conteste, con palabras… o más posiblemente, con hechos.
No se vaya a quedar con la idea de que la candidata o incluso la presidenta electa, vaya a ser la persona que hasta ahora hemos conocido.
Tampoco espere que eso vaya a ocurrir en las próximas semanas.
Habrá sorpresas en el camino.
Lee aquí la versión más reciente de Bloomberg Businessweek México: