"Mira ahí, mira qué lindo perro", exclamó Patricia Cruz mientras camina entre las filas de mesas donde más de una docena de personas, la mayoría jóvenes, trabaja con el rostro iluminado por las computadoras. Casi todos tienen los audífonos puestos y otro par habla por teléfono. No estamos en un parque sino en un noveno piso de un edificio ubicado a unas calles de Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México.
Estamos en la zona conocida como 'hot desk', un área común en la que las personas trabajan codo a codo, muchas veces sin conocerse. Hay una cafetería, una sala pequeña, un proyector, una amplia terraza con una mesa de ping pong y varios espacios de trabajo ocupados por decenas de emprendedores cada día. El lugar también es usado frecuentemente para conferencias, pláticas y una semana atrás, para transmitir el partido de México contra Brasil del Mundial. Se trata del WeWork Varsovia, el primero que el gigante de coworking inauguró en América Latina en uno de los planes de expansión más agresivos de una empresa de su ramo. Patricia es la 'community manager' del edificio, una especie de concierge de hotel encargada de resolver las dudas e inquietudes de los inquilinos del edificio, que esa tarde registra un 87 por ciento de ocupación y es hogar de más de 300 empresas.
Quizá sea bueno hacer una pausa en el recorrido y explicar algunas cosas. El coworking es una modalidad de trabajo en el que emprendedores individuales, pequeñas startups y, cada vez con más frecuencia, empresas grandes, comparten un espacio de trabajo para abaratar los costos del arrendamiento y los servicios. Los inquilinos pueden optar por trabajar en áreas comunes o pagar por oficinas privadas o pisos enteros.
WeWork es una compañía estadounidense de arrendamiento de esos espacios de coworking, fundada en 2010, cuyo modelo y filosofía se asemejan más a una tecnológica que a una empresa de bienes raíces tradicional. Actualmente, WeWork está valuada en alrededor de 20 mil millones de dólares, aunque de acuerdo con información de Bloomberg, la empresa ha tratado de recaudar fondos entre inversionistas manejando una valuación de por lo menos 35 mil millones. Dicho monto pone a la compañía por encima de otras con más reconocimiento de nombre y antigüedad.
Además, a WeWork no le ha ido mal obteniendo recursos de los inversionistas, por ejemplo, el verano pasado obtuvo 4.4 mil millones de dólares de SoftBank y al cierre del primer trimestre de 2018 registró 342 millones de dólares en ingresos, 110 por ciento más que el mismo periodo de un año atrás.
Pero más allá del rápido crecimiento de su operación y ventas de espacios de coworking, WeWork registra pérdidas a un ritmo igualmente veloz en un modelo de negocios en el cual muchos especialistas tienen dudas. Según documentos que la empresa presentó durante una oferta de bonos, obtuvo un ingreso total de 886 millones de dólares en 2017, y también una pérdida neta en su operación de 993 millones. Por si fuera poco, algunos de los mercados más importantes en países desarrollados empiezan a mostrar signos de saturación.
Por ello, WeWork arrancó una estrategia de expansión acelerada para llevar su modelo de negocios a nuevos mercados. Actualmente, la empresa tiene presencia en 22 países, más de 70 ciudades y 250 mil miembros. Sin embargo, pocos son tan valiosos como México.
En septiembre de 2016, WeWork inauguró su primer edificio en el país con la intención de que se convirtiera en el ancla para llegar a otros mercados en América Latina. Se trató de su unidad de Varsovia, en la Zona Rosa, donde la compañía consideró que se acumulaba el mayor número de personas que cumplían con el perfil que buscaban para llenar sus oficinas y áreas comunes: emprendedores en busca de un espacio económico, que además no requiriera depósitos cuantiosos o firmar un contrato que los amarrara a un periodo obligado de ocupación. Al final, eran startups o freelancers que no sabían cuánto tiempo durarían sus proyectos (y sus ingresos) y tampoco deseaban quedarse a trabajar en casa.
WeWork, al igual que otros sitios de coworking, ofreció una solución: membresías renovables, una tarifa única por usuario que incluía el espacio de trabajo, salas de juntas reservables, internet de alta velocidad, espacios para videoconferencias, servicios de limpieza e impresión y claro, mucho café. Los nuevos emprendedores, sobre todo los millennials, se engancharon con la idea. Y WeWork con el país.
"¿Qué tan importante es México para WeWork? Muy, es ya el mercado más grande en América Latina y el tercer mercado más grande en el mundo en número de escritorios", detalló Jesús Grovas, gerente de relaciones públicas de WeWork para América Latina. "La apuesta es muy fuerte en el mercado mexicano".
El vocero añadió que la importancia de México para su empresa supera a la de cualquier otro mercado en la región actualmente, incluidos Brasil, Argentina, Perú y Colombia, donde también ya tienen presencia o a la de otros países como España o China, en donde igualmente se registra una demanda importante por sus servicios.
"El crecimiento que se ha tenido ha sido inesperado, la respuesta fue impresionante", enfatizó Grovas.
En menos de dos años, la empresa pasó de uno a ocho edificios activos en la Ciudad de México, ubicados en zonas como Insurgentes, Pedregal, Polanco, Lomas y Santa Fe. Además, antes de que termine 2018 abrirán otras dos locaciones en la capital del país, en Interlomas y Anzures, una más en Guadalajara (donde ya operan un edificio) e inaugurarán su primera unidad en Monterrey el 1 de octubre. El edificio de WeWork ubicado en Montes Urales, una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México, es además el más grande de la empresa en América Latina por número de espacios disponibles, con alrededor de 3 mil.
Bloomberg Businessweek preguntó por el monto de inversión realizado por WeWork en México desde que arrancaron operaciones en el país, sin embargo la empresa declinó por escrito dar esa información y se limitó a responder que están más bien enfocados en el crecimiento de la membresía.
"Creo que ocho edificios en año y medio refleja el interés y la aceptación en este mercado", añadió el vocero de WeWork. "Y registramos un 70 por ciento de ocupación antes de que abra el edificio".
Hasta el momento, WeWork registra alrededor de 12 mil miembros y el perfil de las empresas que alberga también ha variado. Inicialmente, la mayoría eran startups. Actualmente, WeWork presume entre sus ocupantes a Twitter, Universal, Microsoft, IBM, HSBC, Deloitte, Expedia, Uber, Avianca y Santander.
Si le preguntan a alguno de los voceros de WeWork sobre sus competidores, aseguran que en México están prácticamente solos por el tipo de servicios que ofrecen en sus membresías, sin embargo, las cifras del mercado muestran que la competencia sí existe y crece día a día. A nivel global, Convene recaudó recientemente 152 millones de dólares de inversionistas para financiar su expansión. En México, Regus, el gigante de bienes raíces y renta de espacios de oficinas, suma casi 30 ubicaciones tan solo en la Ciudad de México que se pueden alquilar por hora, día, semana, mes o año. IOS Offices tiene una modalidad de coworking disponible en 35 de sus locaciones, en las que ofrece acceso a las instalaciones, eventos de networking y, por supuesto, café. También hay competidores de menor tamaño, que ya tienen su pedazo en el creciente mercado del coworking, como The Pool, que promociona amenidades como salas de relajación, acceso a internet, cafetería, estacionamiento para bicicletas y también son 'pet friendly'.
The Pool tiene dos locaciones, Polanco y Juárez, y tiene planes de abrir un tercer espacio. La fiebre del coworking no beneficia a solo a unos cuantos.
Airy Minor, gerente de marca de The Pool, ríe cuando escucha que WeWork considera que no tienen competencia directa. "Nosotros existimos desde hace cinco años, fuimos de los primeros coworking en la Ciudad de México", menciona. "Lo que ellos hicieron (WeWork) fue abrir el mercado, tenían una marca conocida y ayudaron a la cultura del coworking".
Para WeWork, el coworking no se trata de una moda ni de un gusto pasajero que con el tiempo podría desaparecer y afectar su operación, es más bien, según ellos, el inicio de una nueva era en la manera en que trabajamos en este país y parece que a la gente le agrada.
Andrea González, diseñadora freelance de 35 años, trabaja en el WeWork Varsovia donde con frecuencia lleva a su perra, llamada Chicle, aprovechando que ese edificio en particular es 'pet friendly'. Las instalaciones le gustan, el ambiente le agrada y la cercanía con su casa lo hace un sitio ideal para trabajar. Sin embargo, también reconoce que no todos podrían quedar tan satisfechos.
"No es para todo el mundo un lugar así", asegura. "Creo que aquí en particular es para personas con un giro más creativo, más abierto". También tiene otra queja: "el café es malísimo".
Quienes prefieren un sitio más tradicional de trabajo quizá no piensen en WeWork como una opción, aunque la empresa sí cree que tienen una alternativa para todos los gustos. Según Grovas, antes de la apertura de cualquier edificio, el departamento de investigación de producto de WeWork evalúa el perfil demográfico de la zona para determinar las características y amenidades que deberá tener un sitio en particular. Por ejemplo, el ubicado en Varsovia tiene estacionamiento para bicicletas debido a que la mayoría de sus inquilinos viven en zonas cercanas y llegan por ese medio de transporte. En contraste, el WeWork de Santa Fe no tiene esa característica debido a que es prácticamente imposible moverse en bicicleta ahí. Además, por ejemplo, los edificios de Santa Fe y Reforma no aceptan mascotas, pues sus ocupantes prefieren un perfil más 'ejecutivo'. Otros sitios, en donde el análisis demográfico arroja un alto número de mamás, como es el caso de Santa Fe, cuentan con espacios llamados salas de bienestar en donde pueden cuidar de sus hijos y relajarse.
Los esfuerzos de la empresa por agradar a todos los gustos no han funcionado siempre. A lo largo de los casi dos años de operación, varios emprendedores no han renovado sus suscripciones debido a que consideran que los espacios de trabajo no están los suficientemente equipados, son costosos o el ambiente no es el ideal para desempeñar su actividad profesional, según especialistas.
De igual forma, de acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de Harvard, la arquitectura moderna de las oficinas abiertas como la de los espacios de coworking tiende a disminuir el volumen de interacción cara a cara en un 70 por ciento, mientras que el envío de los correos electrónicos y mensajes de texto aumenta. En otras palabras, tirar muros y poner a las personas a trabajar lado a lado no necesariamente incrementa la interacción, de acuerdo con el análisis.
Ante esto, Grovas y otros voceros de WeWork aseveraron que no es su caso y que por el contrario han visto que la interacción ha aumentado entre sus miembros. También reconocen que todavía les hace falta mucho aprender.
"Hay un proceso de aprendizaje para poder adaptar mucho de lo que hacemos", dijo Grovas. "Creo que todavía tenemos que llegar a muchísima gente y que las personas nos conozcan".
En el WeWork Varsovia, Patricia Cruz explica que mucha gente promociona el coworking de boca en boca y que una vez que prueban el concepto se enamoran de él. No es difícil hacerlo, especialmente cuando se está rodeado de tantas amenidades, de la vibra relajada y de otras personas o negocios que están arrancando y comparten los mismos dolores.
El reto de WeWork, al igual que otros espacios de coworking, pasa más por el terreno financiero y su modelo de negocios, aunque eso poco importa a la mayoría de sus clientes.
"La gente viene buscando una buena experiencia y la encuentra aquí", insiste Cruz. "Les gusta sentir que venir al trabajo no es una carga sino algo divertido".