Petri Hollmen se sentía bien la mañana del 12 de marzo cuando el anillo inteligente que usa para monitorear su sueño arrojó un dato preocupante. Su puntuación de 'recuperación' (readiness), un indicador de bienestar que es medido por el dispositivo, estaba muy por debajo de lo normal. El empresario de origen finlandés no sentía ninguno de los síntomas asociados con el nuevo coronavirus, pero debido a que había regresado recientemente de Austria, se hizo una prueba de COVID-19. "Me daba un poco de vergüenza hacérmela, ya que me sentía perfectamente bien", escribió en Facebook. Sin embargo, los resultados obtenidos mostraron que Hollmen, efectivamente, se había contagiado.
En un principio, los fabricantes de dispositivos como el Apple Watch, el monitor de actividad Fitbit y el anillo Oura que usa Hollmen destacaron su capacidad para ayudar a los usuarios a contar pasos, mantenerse activos o medir el sueño. Pero resulta que estos dispositivos también pueden ser útiles para detectar enfermedades. Científicos de todo el mundo ahora bregan por descubrir si la tecnología vestible puede determinar si los usuarios han contraído coronavirus días antes de presentar tos seca o cualquier otro indicador característico. En los casos de COVID-19, los cambios en la frecuencia cardíaca, por ejemplo, a menudo aparecen antes de síntomas más notorios como la fiebre. Los dispositivos vestibles podrían actuar como sistemas de alerta temprana, prediciendo y ayudando a prepararnos para la próxima ola de un virus que ha infectado a más de 8 millones de personas en todo el planeta.
"Hay una fase en donde las personas infectadas por el virus no presentan síntomas de ningún tipo en un periodo de tres a cinco días", detalla el Dr. Ali Rezai, presidente ejecutivo del Instituto Rockefeller de Neurociencia de la Universidad de Virginia Occidental. "¿Qué harías con la información si supieras a través de la aplicación de tu teléfono que en tres días hay un 90 por ciento de posibilidades de que tengas los síntomas?". Podrías quedarte en casa o tomar medidas para proteger a otros.
La investigación ha demostrado que los datos de estos dispositivos pueden detectar problemas de salud, como presión arterial alta, arritmias cardíacas y cáncer en etapa temprana. Un estudio publicado en enero en la revista Lancet Digital Health planteaba el mismo enfoque para anticipar la propagación del COVID-19, exponía que los datos de un Fitbit pueden predecir enfermedades similares a la influenza en la población general igual o mejor que los modelos epidemiológicos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Eric Topol, director del centro de investigación médica Scripps Research Translational Institute, señala que los dispositivos vestibles o 'wearables' podrían funcionar aún mejor para el coronavirus. "Tienen la ventaja de ser simples, continuos y pasivos", señala. "El virus no va a desaparecer. Así que tenemos que tener un sistema de seguimiento realmente bueno".
Las autoridades de salud pública confían en los sistemas de detección mediante pruebas, combinados con el rastreo de contactos, para medir la extensión de los brotes. Sin embargo, los dispositivos fitness podrían contribuir en esa labor y aliviar la carga de aquellas comunidades con poco presupuesto que no pueden capacitar a decenas de miles de personas para rastrear contactos.
Para su investigación, el doctor Rezai y sus colegas reclutaron a más de 800 profesionales sanitarios y primeros respondientes para usar el anillo Oura y compartir los datos. Usando una aplicación, los participantes responden encuestas diarias que miden el estrés, la ansiedad, la memoria y otros indicadores.
Desde su oficina en Morgantown, Virginia Occidental, Rezai ilustra cómo se analiza esta información, compartiendo en línea una pantalla de información con un periodista a más de 4 mil kilómetros de distancia.
Ordenada en diferentes tonalidades de magenta, turquesa, azul y esmeralda, la pantalla ofrece una visión general de cómo se sienten los sujetos del estudio en un momento dado, los colores representan datos tales como síntomas diferentes o grupos de sujetos. Una constelación de palabras muestra la prevalencia de síntomas, que van desde tos y secreción nasal hasta fatiga y dificultad para respirar, mientras que los gráficos de pastel muestran casos de COVID-19 por edad y sexo. Un mapa adicional presenta las regiones de Virginia Occidental y el suroeste de Pensilvania, Estados Unidos, y resalta los síntomas por código postal. Más adelante en la presentación, un área se ilumina en rojo brillante, se trata de la alerta de un puñado de síntomas potencialmente preocupantes en el grupo.
Proyectos como este se están llevando a cabo por doquier. El instituto Scripps está monitoreando las frecuencias cardíacas de unos 30 mil voluntarios con una variedad de dispositivos vestibles para buscar signos tempranos de la enfermedad. Un estudio de Stanford mide igualmente los latidos del corazón entre las personas que están expuestas al COVID-19 o que tienen un alto riesgo de contraerlo. Mientras que la Universidad de California en San Francisco equipó a 2 mil trabajadores de la salud con anillos Oura y luego amplió el estudio a miles de personas del público general.
La médica Kimberly Noel ha participado en el estudio de la Universidad de California durante varias semanas. Es una especialista en telemedicina interesada en ver cómo los sensores pueden recopilar información del cuerpo y también ayudó a lanzar un proyecto de investigación similar en la Universidad Stony Brook. "Cuantas más personas tengas, mejor. Es más que un anillo bonito", dice.
Los datos son de uso limitado a nivel individual, pues hay muchas razones para una frecuencia cardíaca elevada que no tienen relación con el coronavirus. Pero cuando se toman en conjunto, una gran cantidad de puntos de datos puede actuar como una señal de humo para la enfermedad.
Jennifer Radin, quien lidera el estudio de Scripps, dice que los 'wearables' tienen la ventaja de ofrecer información en tiempo real y más específica geográficamente que otras proyecciones epidemiológicas. Con los datos adicionales, las proyecciones mejoran, lo que permite a las autoridades actuar rápido.
Los investigadores ya han observado evidencia prometedora de cómo la monitorización podría ayudar a predecir nuevos brotes. El Instituto Rockefeller de Neurociencia afirma que su plataforma puede predecir síntomas relacionados con el coronavirus hasta tres días antes de que aparezcan, con una precisión del 90 por ciento. Por otra parte, el estudio de Stanford, liderado por el genetista Michael Snyder, compartió los primeros resultados con Bloomberg Businessweek, que mostraron que se detectaron anomalías en la frecuencia cardíaca en los diagnósticos de COVID-19 en el 75 por ciento de las veces en un grupo de 19 personas.
En un caso, su equipo predijo la enfermedad con nueve días de anticipación. La frecuencia cardíaca se está perfilando como un muy buen indicador: "Es una señal que es imposible ignorar", expresa Snyder.
Cualquier evidencia adicional impulsaría la adopción de los dispositivos vestibles, según el analista de NPD Group Eddie Hold. Por lo pronto, la compañía de casinos y hoteles Las Vegas Sands planea equipar a mil empleados con anillos Oura para la detección de riesgo de enfermedad en la reapertura de sus establecimientos. Aunque el segmento ha ganado popularidad en la última década, en Estados Unidos, por ejemplo, solo uno de cada cinco adultos usa un monitor fitness y el uso del reloj inteligente es aún menor, dice Hold. "Si pueden demostrar que uno de estos dispositivos vestibles puede ayudar, será de enorme beneficio".
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