Bloomberg Businessweek

¿Desarrollo sin crecimiento? Imposible

El estancamiento que atraviesa la economía mexicana pone en riesgo el avance del bienestar que tanto busca el gobierno de AMLO.

OPINIÓN

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El INEGI dio a conocer el último día de julio su primera lectura del desempeño del PIB en el segundo trimestre del 2019.

El dato revela un leve crecimiento, de 0.1 por ciento a tasa trimestral, lo que contrasta con el dato de -0.2 por ciento del primer trimestre del año.

Aunque la economía haya escapado de la recesión, para todo propósito práctico estamos en un estancamiento, pues en el primer semestre, a tasa anual, apenas hay un avance de 0.3 por ciento.

De hecho, si midiéramos las cifras en términos per cápita, habría un retroceso de algo así como -0.7 por ciento.

El propio gobierno implícitamente reconoció este mal desempeño, al lanzar un programa que busca reactivar la inversión y el consumo a través de impulsar el crédito de la banca de desarrollo para ambos propósitos, así como movilizar el gasto público.

El discurso oficial del presidente López Obrador había sido, hasta ahora, desestimar el escaso crecimiento económico y ponderar el desarrollo que se está obteniendo.

Para sustentarlo, el presidente refiere que este año tenemos uno de los mayores incrementos del salario real en varias décadas y que, adicionalmente, hay cientos de miles de jóvenes que se están beneficiando con programas sociales que les están dando ingresos que antes no obtenían.

Tiene razón en ello López Obrador. Hay un crecimiento de los salarios reales muy importante.

Los salarios mínimos tuvieron un ajuste de 16.2 por ciento. Las revisiones salariales a través de negociaciones colectivas indican un crecimiento de 6.4 por ciento mientras que el salario medio con el que los empleados cotizan al IMSS creció a una tasa de 6.7 por ciento al año.

Con una inflación que está por debajo de 4 por ciento actualmente, hay mayores salarios reales, de 11.9 por ciento en los salarios mínimos; de 2.5 por ciento en revisiones de contratos colectivos y de 2.7 por ciento en el salario con el que se cotiza al IMSS.

Aunque el ritmo de crecimiento del empleo ha bajado desde tasas superiores al 4 por ciento hasta 2.4 por ciento, el aumento de la masa salarial real es de 5.2 por ciento.

Este indicador establece el crecimiento del monto real de recursos que está llegando a los hogares de quienes tienen un empleo formal.

Para este segmento de la población, que es predominantemente urbano, no hay un deterioro de sus condiciones de vida, sino al revés.

Otro de los indicadores que habla de una ligera mejoría de los niveles de bienestar lo ofrece el Coneval. En sus mediciones, se señala que el ingreso laboral real aumentó a una tasa anual de 2.7 por ciento hasta mayo.

Esta medición se realizó antes de la salida de su titular anterior, Gonzalo Hernández Licona, lo que la hace libre de toda sospecha que pudiera surgir.

Esto significa que el porcentaje de la fuerza laboral cuyos ingresos no le alcanzan para adquirir la canasta alimentaria, definida por el propio Coneval, pasó de un 39.8 por ciento al cierre del 2018 a un 38.7 por ciento en el primer trimestre del 2019.

Es decir, es cierto que el menor ritmo de la actividad económica no ha significado un deterioro de los niveles de vida de una gran parte de la población… hasta este momento.

Sin embargo, el punto central es que si no hay crecimiento económico no habrá condiciones para mantener la mejoría en los niveles de bienestar.

Usualmente, las empresas limitan los despidos hasta que visualizan que habrá un cambio de tendencia en la dinámica de la economía claramente hacia la baja y entonces se ven obligadas a recortar personal. Cuando esto se hace de manera generalizada, se presenta una tendencia a la baja en el empleo que dura varios meses.

Hasta ahora no hemos tenido ese fenómeno en México, tal y como sucedió en 2008-09, por ejemplo, pero la persistencia del estancamiento económico lo haría inevitable al final de este año.

En ese contexto, además de la pérdida del empleo, sería muy difícil que se mantuviera una tendencia positiva en los salarios ante un volumen de oferta de mano de obra que rebasaría a la demanda.

El otro riesgo que existe en un contexto de escaso crecimiento es la falta de recursos fiscales para financiar los programas sociales del gobierno.

Menor crecimiento se traduciría en menor recaudación, y ante la decisión de no subir impuestos ni elevar el endeudamiento, inevitablemente enfrentaríamos falta de fondos para muchos programas.

Es decir, aún las variables que en este momento le pueden permitir al gobierno decir que aún sin crecimiento hay mayor bienestar en amplios grupos sociales, se verían afectadas negativamente si la economía mexicana no crece.

A nivel internacional se ha debatido desde hace varios años que el modelo económico que se configuró en muchos países del mundo en la llamada era neoliberal, tras la caída del muro de Berlín en 1989, resultó altamente concentrador del ingreso a pesar de haber propiciado un mayor crecimiento económico en diversos países.

No fue el caso de México. A lo largo de la última década del siglo pasado y las primeras dos de este siglo XXI hemos tenido un crecimiento promedio del PIB de apenas 2 por ciento o poco más, y en términos per cápita ha sido de menos de 1 por ciento.

Ese hecho ha derivado de una pobre inversión, tanto privada como pública. El gobierno de AMLO había reconocido en el discurso la necesidad de crecer más y se planteó como meta alcanzar la tasa del 4 por ciento promedio para este sexenio.

Al ver la realidad del bajo crecimiento, el discurso se ha ido ajustando para minimizar el poco crecimiento del PIB y darle más énfasis al tema del bienestar o a la visión de que lo realmente importante es el desarrollo.

Sin embargo, se puede argumentar de manera fehaciente que si se hiciera crónica la falta de crecimiento entonces casi cualquier indicador de desarrollo que quisiéramos observar en el futuro tendría un deterioro.

Los países con mayor desarrollo humano, de acuerdo con los parámetros de la ONU son Noruega, Suiza y Australia. Se trata de naciones con un alto ingreso per cápita y con niveles de desigualdad bajos.

En general, también se trata de algunas naciones con una fuerte presencia del Estado en el bienestar social e incluso en la vida económica.

La nación que encabeza el índice tiene una empresa petrolera propiedad del Estado, Statoil, que cotiza en bolsa y es una de las mejores del mundo en términos de desempeño y eficiencia.

Para estar entre los países con alto desarrollo humano se necesitan tasas altas y sostenidas de crecimiento para elevar los niveles de ingreso. Y también un esquema fiscal muy efectivo, con alta recaudación, que provea al Estado de los recursos que necesita para cumplir sus funciones a plenitud.

No se tienen casos de países con bajos ingresos que tengan altos niveles de bienestar.

Es cierto que hay modelos económicos que han propiciado altas tasas de crecimiento y que no han generado niveles elevados de bienestar. Los esquemas altamente concentradores del ingreso tienen ese resultado.

Pero lo contrario no es correcto, sin crecimiento será virtualmente imposible tener desarrollo aunque nos alejemos del modelo neoliberal.

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