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El incierto futuro del sistema político mexicano

El presidente López Obrador y Morena podrían contar con los elementos necesarios para fortalecer su dominio de la vida pública a largo plazo.

OPINIÓN

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Este mes se cumplió un año del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales, y de Morena y sus aliados en los comicios de la Cámara de Diputados y del Senado.

López Obrador logró la votación más alta para un candidato presidencial desde el triunfo de Miguel de la Madrid en 1982, al conseguir el 53.2 por ciento de los votos válidos de la justa electoral.

Al mismo tiempo, los partidos que lo respaldaron lograron obtener la mayoría absoluta en las dos cámaras del Congreso por primera vez desde que el PRI lo hizo en 1988.

Con los cambios de partido, en la Cámara de Diputados incluso obtuvieron la mayoría calificada, condición indispensable para poder realizar ajustes a la Constitución Mexicana.

Este triunfo se redondeó con la obtención del control (con mayoría absoluta o relativa) en más de la mitad de los congresos estatales.

En el otro extremo, el PRI obtuvo la votación más baja de su historia en una elección presidencial, al obtener apenas el 16.40 por ciento de los votos, sumando incluso los obtenidos por sus aliados.

El PAN, en alianza con los izquierdistas PRD y Movimiento Ciudadano, se quedó atrás de sus resultados previos al obtener el 22.3 por ciento del total.

Un año después, el problema del sistema político mexicano es que el partido triunfador, Morena, no ha logrado articularse como una organización partidista funcional, sino persiste como movimiento social de gran heterogeneidad en su composición.

En las votaciones locales realizadas en junio de este año, Morena y sus aliados obtuvieron el 44.4 por ciento de los votos totales que fueron emitidos, es decir, casi 9 puntos porcentuales por debajo de lo conseguido en los comicios federales de 2018.

En contraste, el PAN y sus aliados, aunque perdieron dos gubernaturas en juego, obtuvieron el 40 por ciento de los votos válidos totales, casi 18 puntos más que en las elecciones federales.

En el caso del PRI, el resultado de este año confirmó su debacle, al obtener solamente el 15.6 por ciento de la votación, no muy lejos del resultado del año pasado.

El sistema de partidos en México se desdibujó por completo, pues la fuerza emergente, Morena, no ha logrado madurar y persiste como un movimiento que atrae principalmente por la personalidad del presidente López Obrador, pero con una gran heterogeneidad en su formación y filosofía.

El PAN, pese a resistir la derrota y confirmarse como el principal opositor, no ha logrado una presencia política de alto relieve porque las principales figuras del partido se marginaron.

En el caso del PRI, pese a ser la fuerza política con más gubernaturas, 12, se perfila para perder una buena cantidad de ellas en las elecciones del 2021.

Quedó claro que la gran fuerza de arrastre de los electores hacia Morena depende de que participe en el proceso Andrés Manuel López Obrador.

La iniciativa de revocación de mandato propuesta por Morena este año, planteaba que en las elecciones federales de 2021 se definiera también la continuación o no de López Obrador en la presidencia.

Todos los partidos opositores vieron esta intención como una forma disfrazada de introducir a AMLO en la contienda electoral, por lo que hicieron un frente para asegurar que la reforma constitucional que requería la propuesta no obtuviera la mayoría calificada en el Senado, por lo que ni siquiera fue sometida a votación.

La oposición también ha frenado la propuesta de Morena para hacer una reforma que implicaría la desaparición de los órganos electorales locales y la reconformación del INE como un órgano técnico más que como autoridad electoral.

Para obtener una mayoría calificada en el Senado, López Obrador necesita todos los votos de Morena, PVEM, PES y PT, y necesita sumar 10 votos más.

El PAN tiene 24 senadores; el PRI, 14; Movimiento Ciudadano (MC), 8; y el PRD, 5, además de que hay un independiente.

Una de las estrategias de Morena y el gobierno actual es esperar el cambio de dirigencia que habrá de presentarse en el PRI durante agosto, en donde el exgobernador de Campeche, Alejandro Moreno, tiene las mayores posibilidades de convertirse en el nuevo presidente nacional de ese partido.

Moreno es cercano al presidente López Obrador, y aunque ha planteado que mantendrá la independencia del partido, hay políticos que piensan que con él sería posible obtener los 10 votos que se requieren para procesar la reforma constitucional. O bien, a través de la suma de algunos votos del PRI, otros del PRD y otros de MC.

Con AMLO presente en las boletas o con una posible reforma del sistema electoral, Morena calcula que podría mantener la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados en el 2021 y ganar ampliamente las 14 gubernaturas en juego.

Eso permitiría reorganizar a fondo el sistema político en la segunda parte de este sexenio, para asegurar la continuidad de los proyectos y políticas planteadas por Morena, a pesar del natural desgaste del ejercicio del poder.

Si Morena no logra realizar esos cambios, corre el riesgo de que en 2021 pueda perder la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, lo que redefiniría completamente la dinámica política de la segunda parte de la administración federal, pues entre otras cosas, el presidente podría no contar ya con el presupuesto que requiere, pues tendría que negociarlo ampliamente con otras fuerzas políticas.

No es exageración decir que la encrucijada que enfrenta el sistema político mexicano podría definir en buena medida el futuro de largo plazo para el país.

La joven democracia mexicana se conformó en buena medida a partir de la crisis electoral que se vivió en 1988, con la cuestionada elección que llevó al triunfo del exmandatario Carlos Salinas de Gortari. Pero, sobre todo, a partir de 1994, cuando la crisis social que se presentó ese año condujo a la creación de una autoridad electoral ciudadana e independiente del Ejecutivo.

Ahora, bajo el paraguas de las fundadas críticas al elevado costo de los procesos electorales, se plantea una reforma cuyo resultado previsible podría ser desmantelar la legislación e instituciones que fueron construidas en los últimos 25 años.

El otro gran problema de fondo es la crisis de los partidos opositores. A poco más de un año del triunfo de López Obrador y Morena, no han surgido en el horizonte figuras políticas que logren articular a la oposición.

Las encuestas recientes muestran que hay un rechazo al gobierno del presidente de alrededor de una tercera parte de la ciudadanía. Sin embargo, ese rechazo se encuentra disperso.

Si no aparecieran en la escena figuras políticas atractivas que pudieran encabezar la oposición, aun sin las reformas planteadas, Morena y AMLO tendrían las mayores oportunidades para mantenerse otro sexenio en el gobierno y consolidar los cambios que han realizado en la estructura institucional del país, cerrando en varios ámbitos la competencia que se abrió sobre todo a partir de los 90 y probablemente redefiniendo materias como el sistema fiscal mexicano.

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