Las startups, usualmente, nacen para solucionar un problema común de la gente. En la Ciudad de México pocos problemas son tan compartidos por la mayoría como el del intenso tráfico vehicular que se genera en una urbe con más de dos decenas de millones de habitantes.
Jonathan Lewy y Sergio Romo, dos emprendedores en toda la extensión de la palabra, imaginaron una solución que está envuelta en una dura controversia: mover a la gente en algunas zonas de la capital en scooter o, si somos más estrictos con el habla popular mexicano, 'patín del diablo', a través de su empresa Grin.
Desde hace unos años, el uso de bicicletas y la construcción de vías exclusivas para ese medio de transporte se convirtió en una prioridad de movilidad para el gobierno capitalino, que a su vez permitió a otras empresas privadas introducir sus propias bicicletas para ampliar la oferta a una población ansiosa de evitar largas horas sentados en el tráfico.
Lewy y Romo vieron que a la ciudad le vendría bien otro tipo de transporte alternativo y de inmediato voltearon al de Romo, quien llevaba tiempo moviéndose en un scooter por la ciudad. Luego viajaron a California para encontrar el modelo ideal para las condiciones de la capital y lanzaron el proyecto. Más ligeros y maniobrables que las bicicletas, su medio de transporte está equipado con un motor eléctrico para aquellos que no desean sudar camino al trabajo y GPS para ubicarlos desde un celular.
Grin arrancó operaciones en abril de 2018 con una prueba de apenas 15 scooters en la zona de Roma Norte-Condesa y de ahí se fueron expandiendo hasta superar más de 200 en un área que abarca colonias como Nápoles, Narvarte, Del Valle Norte y Del Valle Centro. Además, el software de los scooters está hecho totalmente en México y a los negocios que accedan a guardar y cargar la batería de los aparatos por la noche se les paga 30 pesos por unidad.
Meses después de su lanzamiento, Grin consiguió una alianza con Rappi, la aplicación de entregas a domicilio de origen colombiano, para que a través de ella los usuarios de scooters pudieran desbloquearlos. La nueva hermandad con Rappi llevó a la empresa mexicana a considerar una expansión importante en otros mercados de América Latina, con hasta 70 mil unidades.
Sin embargo, mientras Lewy y Romo veían hacia afuera, un duro golpe en contra llegó desde casa.
La Secretaría de Movilidad capitalina decidió revisar los permisos de empresas de transporte alternativo como Grin, a la que eventualmente le retiraron más de dos centenas de unidades de las calles. La empresa, desde luego, afirma que todos sus 'papeles' están en orden y deberían permitirle la operación.
Más allá del resultado de la pelea con las autoridades, Lewy, Romo y Grin han mostrado que un medio alternativo de transporte en la ciudad es posible, más allá de las bicicletas, y la gente ya se ha dado cuenta de ello.