Bob Dylan pasaría el verano de 2020 de gira, iba a abrir en el Anfiteatro Les Schwab en Bend, Oregón, y cerraría en el Centro para las Artes Bethel Woods en Nueva York. En cambio, recluido en casa por la pandemia, ganó los mayores ingresos de su carrera.
Durante años los ejecutivos de la industria musical se habían acercado a Dylan para comprar su catálogo, que incluye más de 600 canciones como Blowin' in the Wind y Like a Rolling Stone. Dylan siempre los rechazó, pero el pasado diciembre el cantautor de 79 años lo reconsideró y obtuvo más de 300 millones de dólares en un acuerdo con Universal Music Group.
La venta fue la más grande de una serie de acuerdos recientes en los que las estrellas han monetizado sus viejas canciones.
Lindsey Buckingham, Shakira, Neil Young y el productor Jimmy Iovine vendieron todos o parte de los derechos de sus catálogos, mientras que Stevie Nicks y el compositor Ryan Tedder (quien ha escrito para Adele, Beyoncé y Carrie Underwood, entre otros) vendieron participaciones mayoritarias en los suyos.
Los activos musicales se compran y venden todo el tiempo, pero nunca había habido un periodo tan activo como los últimos meses. Los ejecutivos de la industria citan como causa la aparición de compradores agresivos, bajas tasas de interés y el COVID-19, que ha impedido que los músicos salgan de gira, su principal fuente de ingresos. Antes de 2020, Dylan hizo gira todos los años durante una década, ingresando más de 130 millones de dólares.
Aunque lanzó cinco álbumes de estudio en ese mismo lapso, las ganancias que dejaron disminuyeron con el cambio de los CD al streaming.
Otro factor que influyó fue la elección presidencial de Estados Unidos. Joe Biden ha prometido aumentar los impuestos a las ganancias de capital, por tanto las estrellas querían cerrar acuerdos antes de que eso ocurra. "Estos artistas rondan los 70 años y, a esa edad, debes pensar en la planificación patrimonial", dice Josh Gruss, director ejecutivo de Round Hill Music, un fondo que posee los derechos de las canciones de artistas como los Beatles.
Muchos inversionistas habían abandonado el negocio de la música después de que Internet socavara las compras de CD, primero con la piratería y luego con iTunes. Las ventas de discos cayeron más del 40 por ciento entre 2000 y 2014. A medida que los servicios de streaming revitalizaron la industria, los inversores regresaron. En 2016, Goldman Sachs Group proyectó que el sector (que abarca música en vivo, radio, música grabada y edición) duplicaría su tamaño a 103 mil 900 millones de dólares para 2030, y el negocio editorial en concreto crecería de 5 mil 400 millones a 9 mil 300 millones de dólares.
"La gente se siente cada vez más cómoda con el rumbo que está tomando la música a nivel mundial", opina Justin Kalifowitz, director ejecutivo de Downtown Music Holdings, que representa a los compositores del éxito Shallow de la película A Star Is Born, entre otros. "Estamos viendo una avalancha de capital entrando al mercado para adquirir un conjunto específico de derechos de canciones extremadamente conocidas".
Los canales que les reportan dinero a los compositores son más variados que nunca. Además de la radio, los anuncios publicitarios y la televisión, cobran regalías de los servicios de streaming, las empresas de redes sociales, los videojuegos y las aplicaciones de fitness. Pensemos en TikTok, YouTube, Peloton, Spotify; un éxito promedio obtiene ingresos de más de 20 mil fuentes en todo el mundo, dice Kalifowitz.
Este mercado en auge ha atraído a compradores entre los que hay firmas privadas, fondos de pensiones y compañías que hacen poco más que comprar y vender derechos musicales. No hay comprador más agresivo que Merck Mercuriadis, exmánager de Guns N 'Roses y Beyoncé. Ha gastado alrededor de mil 750 millones de dólares para adquirir los derechos de más de 60 mil 800 canciones en tres años a través de su firma de inversión Hipgnosis Songs Fund. Además de sus acuerdos con Buckingham, Iovine, Young y Shakira, ahora posee canciones escritas por Blondie, Rick James y Barry Manilow.
Mercuriadis compite con otros fondos especializados como Round Hill Music y Primary Wave Music, que tiene un acuerdo con Stevie Nicks y acaba de anunciar que adquirió el histórico catálogo de Sun Records con grabaciones de Johnny Cash, Jerry Lee Lewis y otros (menos Elvis Presley).
El gasto de estos jugadores también ha despertado el interés de otros inversionistas. Gestoras de activos como BlackRock y las firmas de capital privado KKR y Providence Equity Partners han invertido en catálogos y están en busca de más.
El interés de Wall Street, así como de multimillonarios extranjeros, creció después de que un consorcio liderado por el fondo soberano emiratí Mubadala vendiera su participación en EMI Music Publishing, valorada en 4 mil 800 millones de dólares en 2018, cuando seis años antes había pagado por ella 2 mil 200 millones. Al multimillonario ucraniano Len Blavatnik le fue aún mejor: tras adquirir Warner Music Group por 3 mil 300 millones en 2011, obtuvo una ganancia de 7 mil 500 millones de dólares cuando la compañía salió a bolsa el año pasado.
Algunos en la industria advierten aquí señales de una burbuja, con músicos que aprovechan un mercado caliente y nuevos compradores dispuestos a pagar de más. Actualmente los compradores pagan entre 14 y 17 veces su parte de las ganancias de una canción, según el tasador independiente Massarsky Consulting; Hipgnosis dice que paga casi 16 veces en promedio. Algunos acuerdos recientes han llegado a casi 25 veces las ganancias. "Recientemente ha entrado en el mercado una nueva clase de compradores que ofrecen múltiplos muy por encima de la norma", señala Matt Pincus, quien vendió su editorial de música en 2017 por alrededor de 160 millones de dólares y ahora invierte en la industria.
Los analistas de Stifel Financial rebajaron la calificación de las acciones de Hipgnosis en enero, argumentaron que Hipgnosis registró valoraciones más altas de los catálogos poco después de comprarlos, a pesar de "no haber tenido tiempo suficiente para agregar valor, o para que hayan cambiado las suposiciones subyacentes del mercado". Mercuriadis descalifica los argumentos de Stifel como "casi histéricos", y afirma que las valoraciones son de empresas independientes y que consigue acuerdos aprovechando sus contactos en la industria y evitando las subastas; para Massarsky las críticas de Stifel son "fundamentalmente erróneas". Mercuriadis fue antes CEO de la discográfica y representante de artistas Sanctuary, que durante su gestión perdió dinero después de expandirse, terminando en una reestructuración y venta.
Puede que los altos precios hayan llegado para quedarse. Por un lado, los nuevos inversores están acostumbrados a ellos y se sienten cómodos generando rendimientos constantes a largo plazo. Después de todo, dicen, la vida de una canción exitosa es para siempre y cualquier inversión terminará siendo rentable. Sin embargo, para Larry Mestel, director ejecutivo de Primary Wave, hay una diferencia entre las ventas de canciones recientes menos rentables y los clásicos de leyendas como Dylan: "Verás cómo se enfría el segmento inferior del mercado, pero el segmento superior del mercado seguirá así por un tiempo".
Este texto es parte del especial de la revista Bloomberg Businessweek México de 'Un mercado muy libre'. Consulta aquí la edición fast de este número