Tonya Ramsay tenía muchas razones para haber seguido trabajando, pero estaba asustada. La joven de 29 años labora en el departamento de envíos de un almacén de Amazon en las afueras de Detroit y paga la hipoteca de la casa donde vive con su novio y su hijo de 11 años. Los gerentes de su almacén de casi 80 mil metros cuadrados comunicaron que dos de sus compañeros de trabajo habían dado positivo de COVID-19. Ramsay sospechaba (acertadamente, como se demostraría luego) que había más casos.
Preocupados por su seguridad, Ramsay y unas cuantas docenas de colegas pararon labores el 1 de abril. Con carteles, se manifestaron en una acera afuera del almacén y le pidieron a Jeff Bezos, director ejecutivo de Amazon.com, el cierre de las instalaciones y la autorización de permisos remunerados para los trabajadores, para no correr el riesgo de exponerse al virus respiratorio. Los automóviles que pasaban tocaban el claxon en señal de apoyo.
Históricamente, Michigan es territorio sindical. Amazon no. La huelga en el almacén de Ramsay sumó 72 horas a la tensa relación del minorista en línea con su fuerza laboral. Los empleados de bodegas en tres estados organizaron huelgas o paros, y los trabajadores de Whole Foods Market, propiedad de Amazon, se declararon en baja colectiva por enfermedad.
A lo largo de los años el gigante ha evitado el sindicalismo en sus almacenes de Estados Unidos a través de una combinación de tácticas corporativas antisindicales y prestaciones laborales diseñadas para convencer a trabajadores y a clientes de que Amazon es generoso. Pero el nuevo COVID-19 amenaza con hacer lo que los sindicatos no han logrado en años: darles poder a sus trabajadores. Con todo, los observadores dicen que la directiva de Amazon cree que incluso en medio de una emergencia nacional, las ocasionales tácticas agresivas al tratar con sus propios empleados no causarán un daño a la buena voluntad que la compañía ha acumulado con los compradores, especialmente cuando necesitan a Amazon más que nunca.
La compañía estaba en camino de concentrar el 39 por ciento de las compras en línea en EU este año, según eMarketer, antes de que el brote de COVID-19 provocara un aumento en las compras en línea. Los ejecutivos no estaban planeando una pandemia, pero ya habían creado una infraestructura corporativa diseñada para prosperar en ese escenario. En la última década, Amazon construyó cientos de almacenes altamente automatizados, instalaciones de clasificación y depósitos más pequeños para entregas urbanas rápidas. Utiliza docenas de aviones de carga; y las empresas que trabajan en su nombre operan decenas de miles de camionetas de reparto.
La compañía ha agregado prestaciones para garantizar que las personas detrás de todas esas operaciones se presenten a trabajar a medida que el virus se propaga. Cuando aparecieron los primeros indicios de descontento en marzo, añadió un aumento temporal a su salario inicial de 15 dólares la hora e introdujo dos semanas de licencia remunerada por enfermedad para las personas infectadas o en cuarentena. Luego ofreció horas extra mejor pagadas.
"Como cualquier otro negocio que está abierto e intenta satisfacer una gran demanda, solo están tratando de gestionar y mantener a tantas personas trabajando como sea posible", dice Rob Duston, socio del bufete Saul, Ewing, Arnstein & Lehr y abogado que ha representado a empresas en disputas laborales. "Se trata de gestionar la fuerza laboral y no permitir que un grupo, aunque sea uno muy activo, controle lo que hacen con 800 mil empleados".
Amazon sale muy bien calificada en las encuestas de reputación corporativa, fruto de años de excelente servicio al cliente y productos innovadores. Pero los ejecutivos en su sede en Seattle son conscientes de que sus tácticas duras con los trabajadores podrían causar daños permanentes a ese prestigio y reducir la probabilidad de que los clientes compren en sus sitios. Algunos consumidores ya muestran su aprecio por el trabajo que acerca los bienes esenciales durante una crisis, dan propina a los empleados de supermercados y continúan pagando a las guarderías infantiles o paseadores de perros a pesar de no usar sus servicios durante la pandemia.
La oposición de Amazon a los sindicatos entraña un potencial problema de relaciones públicas, como cuando trató de construir un enorme campus corporativo en Queens, Nueva York. Su postura antisindical jugó un papel importante en el rechazo de los funcionarios locales a su campus proyectado para albergar a 25 mil personas, cancelado en febrero de 2019 en parte debido a las críticas.
En primera línea de esa campaña contra Amazon estuvo el Sindicato de Minoristas, Mayoristas y Grandes Almacenes, que ha ofrecido ayuda a los trabajadores que intentan organizarse en Whole Foods y tiene la vista puesta en un enorme almacén de Amazon en Staten Island.
Stuart Appelbaum, presidente de dicho sindicato, espera que la pandemia cambie la forma en que los estadounidenses perciben a los trabajadores en empleos críticos, abriendo una oportunidad a la organización. "Creo que existe más consciencia de la importancia del trabajo que realizan los trabajadores con sueldos bajos en la sociedad", dice. "Los trabajadores van a ver cómo sus empleadores manejan esta crisis y van a entender que ya no pueden ser pasivos, sino que necesitan tener una voz colectiva".
Recientemente, esa voz fue de Chris Smalls, gerente de distribución del almacén de Amazon en Staten Island, que fue despedido tras encabezar una protesta el 30 de marzo para exigir mejores medidas de seguridad sanitaria para los trabajadores.
Amazon afirma que lo despidió porque regresó al almacén después de que la compañía le ordenara aislarse en cuarentena luego de haber tenido contacto con alguien diagnosticado con COVID-19. Cuando el drama de Smalls atrajo la atención de los medios, los ejecutivos de Amazon trazaron un plan para retratarlo como inmoral, irresponsable y una amenaza para sus compañeros de trabajo. "Conviértanlo en la parte más interesante de la historia y, si es posible, conviértanlo en el rostro de todo el movimiento sindical", escribió en sus notas David Zapolsky, asesor jurídico de Amazon, un memo al que tuvo acceso Vice News (Zapolsky replicó que sus comentarios fueron "personales y emocionales").
Amazon llamó a sus empleados "héroes" y aseguró que está tomando medidas para apoyar a cada uno. Ha dicho que solo un pequeño número de trabajadores ha participado en las protestas y calificó sus críticas como infundadas.
Peter Cappelli, profesor de administración en la Escuela Wharton de Negocios de la Universidad de Pensilvania, afirma que el memo evidencia que Amazon considera que la batalla por la opinión pública es más importante que la comunicación con sus trabajadores. Eso podría ser un error, advierte.
Aun así, los trabajadores enfrentan grandes obstáculos para buscar el reconocimiento sindical formal. La rotación de personal en los almacenes de Amazon es alta, de modo que son pocos los trabajadores que cuentan con la experiencia y la memoria institucional para buscar concesiones de la gerencia.
Y, con el tiempo, la crisis terminará. Mientras tanto, el daño económico ha dejado en el desempleo a millones de personas, y algunas de ellas probablemente estarían conformes con las condiciones laborales que Amazon impone, siempre que representen un cheque de pago. "El aumento del desempleo será tan grande que va a cambiar la dinámica del mercado laboral, de un mercado de trabajadores a un mercado de empleadores", anticipa Julia Pollak, economista de ZipRecruiter.