Zulresso, el primer medicamento en el mundo para la depresión posparto, superó un obstáculo importante al obtener la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos el 19 de marzo. Pero Sage Therepeutics, la compañía detrás del fármaco, aún tiene desafíos por delante.
Zulresso es el nombre comercial de la brexanolona, que actúa más rápido para tratar el trastorno que cualquier otro producto disponible actualmente. Los expertos lo califican como "innovador", "revolucionario". Y la depresión posparto afecta a una de cada nueve madres. Estos hechos por sí solos sugerirían que el fármaco está destinado a ser un éxito en ventas. Sin embargo, hay una diferencia entre un medicamento que funciona y uno que vende.
"La calidad de vida, con una tasa rápida y alta de respuesta, es tremenda. Ese es el lado positivo", señala Kimberly Yonkers, profesora de psiquiatría en el Centro de Bienestar para Mujeres y Madres en la Facultad de Medicina de Yale. No obstante, explica que hay "impedimentos obvios" para Zulresso.
El régimen de tratamiento actual es que una paciente reciba antidepresivos que podrían tardar semanas en hacer efecto. Zulresso se administra vía intravenosa por dos días y medio, y la compañía planea cobrar 34 mil dólares por la terapia.
Teniendo en cuenta el precio y los desafíos logísticos, dice Yonkers, no está claro cuántas mujeres accederán al medicamento.
El director ejecutivo de Sage, Jeff Jonas, un psiquiatra egresado de Harvard, dice que los beneficios médicos de Zulresso superarán cualquier reparo sobre el costo y la administración. "Cada médico y cada institución tomará la decisión", afirma.
"¿Es mejor ayudar a alguien a mejorar en dos días y medio o enviarla a casa?".
Parece una decisión fácil, pero no todas las madres pueden pasar tiempo en un hospital lejos de su bebé. "Las únicas madres que realmente pueden permitirse tomar la terapia son las que pueden conseguir quién cuide al bebé más de 60 horas", dice Ritu Baral, analista de biotecnología en Cowen. "Probablemente no sea fácil para dos tercios de las madres".
Madres como Iris Reyes, por ejemplo. En las semanas después de dar a luz a su hija Emma en marzo de 2018, Reyes, quien se describe a sí misma como una persona normalmente alegre, se encontró llorando todos los días e incapaz de sentir conexión con su pequeña hija.
Seis semanas después del parto regresó a su trabajo como gerente de una tienda T-Mobile y no tuvo tiempo de ir al médico para hablar sobre lo que le estaba pasando. Unos meses más tarde tuvo un ataque de pánico que casi la llevó al suicidio. "Fue la presión de volver al trabajo y la presión de ser madre y también de tratar de ser normal", asegura.
Reyes se enteró de que el hospital donde había dado a luz tenía un centro de posparto con servicios para pacientes que tenían síntomas como ella. Pero se negó a ser internada en el hospital porque ello significaría separarse de su hija. "Sentí que ser hospitalizada sería peor para mi estado mental y emocional". Recibió en cambio terapia intensiva durante diez semanas en un centro a 90 minutos de su hogar, al que podía llevar a su hija.
Para quienes pueden pagar una estadía más prolongada en el hospital, encontrar una cama será difícil, pues los pabellones de psiquiatría están desapareciendo en Estados Unidos. En 1955 había medio millón de camas psiquiátricas en los hospitales estatales, para 2016 había menos de 40 mil, según la organización Treatment Advocacy Center. Gran parte de eso es el resultado de los esfuerzos de desinstitucionalización que buscaban insertar a los pacientes con trastornos mentales en entornos comunitarios.
Catherine Birndorf, fundadora del Programa Payne Whitney para Mujeres en el Centro Médico Weill Cornell del Hospital Presbiteriano de Nueva York, ha pasado décadas intentando mejorar los tratamientos para la depresión posparto. Tras recaudar dinero de amigos y familiares, abrió el Centro de Maternidad en Manhattan en marzo de 2017, que brinda terapia intensiva para trastornos del estado de ánimo en el posparto y permite a las pacientes llevar a sus bebés mientras son tratadas. "Estamos haciendo algo inédito, y queremos estar a la vanguardia", menciona. Para ella, Zulresso es una opción para las pacientes más graves, a las que de cualquier forma canalizaría a un hospital. "Es difícil conseguir una cama para pacientes ingresados".
El centro para mujeres con trastornos del estado de ánimo de la Universidad de Carolina del Norte es uno de los pocos sitios preparados para administrar un medicamento como Zulresso. Allí fue donde la profesora Samantha Meltzer-Brody realizó varios ensayos clínicos para ese fin. Ahora que el fármaco ha sido aprobado, dice Meltzer-Brody, el mundo médico comenzará a adaptarse. "Creo que cada vez que tienes un tratamiento novedoso el sistema tiene que ajustarse a donde el tratamiento lo lleve", opina.
Los centros que podrían administrarlo incluyen clínicas de convalecencia diseñadas para ofrecer servicios de rehabilitación para pacientes sometidos, por ejemplo, a una cirugía de rodilla, siempre y cuando los psiquiatras pueden consultar a las pacientes mientras reciben el medicamento.
La labor de Meltzer-Brody es supervisada por David Rubinow, miembro del consejo asesor clínico de Sage, cuyo trabajo ayudó a inspirar a la farmacéutica a probar la brexanolona en el tratamiento de la depresión posparto. Debido a que el suicidio mata a más mujeres que cualquier otra complicación en el primer año después del parto, Rubinow espera que los centros médicos procedan con rapidez para encontrar una manera de administrar Zulresso.
"Si realmente tenemos a nuestra disposición una herramienta que puede eliminar rápidamente los síntomas, la morbilidad y el deterioro de una afección grave y potencialmente mortal, las pacientes recibirán el medicamento", comenta.
Sage también realiza ensayos de otra píldora antidepresiva de acción rápida y en enero demostró que esta logró reducir los síntomas en un estudio en etapa avanzada. Como se trata de un comprimido, ese medicamento será más fácil de distribuir si sale avante en el duro mundo de los ensayos clínicos avanzados, donde sucumben muchos fármacos psiquiátricos prometedores.
Idealmente para el CEO de Sage, tanto Zulresso como la píldora tendrán éxito eventualmente, y entonces su trabajo será descubrir cómo venderlos. "Me parece bien que las pacientes tengan más de una opción", señala. Algunas mujeres pueden querer ser hospitalizadas, otras pueden querer llevarse las pastillas a casa. "Para nosotros, eso es lo mejor de ambos mundos".