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La pandemia dispara el comercio electrónico

El incremento de las compras en línea aceleró el cambio en muchos negocios, aunque también representa un reto en materia de confianza y seguridad.

OPINIÓN

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La pandemia de Covid-19 generó un fuerte retroceso económico en casi todo el mundo, con la peor caída del PIB a nivel global, al menos desde la Segunda Guerra Mundial. En este 2021 se está haciendo frente a esa fuerte caída con medidas para tratar de reactivar la economía y el consumo.

Sin embargo hay sectores que tuvieron un despegue durante los meses anteriores. Uno de ellos, sin lugar a dudas, fue el comercio electrónico.

Aunque faltan datos para calibrar su incremento en el mundo, existe la percepción de que tuvo una aceleración sin precedentes.

Expresión de ello fueron las alzas en las valuaciones de las empresas de este giro inscritas en los mercados de valores. Uno de los casos más emblemáticos es el de Amazon, cuyo valor de mercado creció 74 por ciento a lo largo de 2020 y llegó a 1.6 billones de dólares al final de enero. Otro caso de un boom fue el de Mercado Libre, cuyo valor en el mercado creció casi en 180 por ciento y llegó a 93 mil millones de dólares.

En México observamos, de acuerdo con la Asociación Mexicana de Venta Online (AMVO), un incremento de 81 por ciento en 2020 respecto a 2019.

Este aumento implica una aceleración de las tendencias que ya se observaban en años anteriores. Por ejemplo, de 2015 a 2019 se habían presentado alzas de 36 por ciento anual en promedio.

Lo que observamos con la pandemia es una aceleración de las tendencias que ya se vislumbraban en el pasado.

Esto quiere decir que, probablemente, no se trata meramente de un cambio temporal producto del confinamiento. La pandemia creó las condiciones para que tuviésemos una modificación sustancial en los modos de comprar una gran cantidad de productos y servicios.

Aun si en 2021 vuelve a reactivarse la actividad comercial de manera presencial, el hecho de que una parte mayor de la población haya tenido la experiencia de realizar compras en línea, va a conducir a que se siga con este hábito de manera permanente.

Esto puede implicar un cambio profundo en la configuración de los negocios.

Con el confinamiento, incluso aquellos con antigüedad de décadas, que se realizaban fundamentalmente a través de la actividad presencial, tuvieron que desarrollar nuevos giros para vender en línea.

No todos lograron el éxito que esperaba.

El caso más visible en México fue el cierre de las tiendas físicas de la cadena Best Buy.

No solamente fueron las tiendas departamentales, las de autoservicio o giros especializados de venta de productos las que tuvieron que cambiar su lógica de ventas.

Por ejemplo, servicios como los restaurantes tuvieron que desarrollar líneas de actividad apoyadas en las plataformas de entrega a domicilio, o bien a través del desarrollo de servicios propios de entrega que permitieron mantener un cierto nivel de ingresos a pesar de que no hubiera movimiento presencial.

Las actividades en las que no existía opción y, al contrario, resentían una competencia creciente por la actividad en línea, como por ejemplo las salas de exhibición de películas, han sido uno de los giros más golpeados y con perspectivas más inciertas.

La nueva actividad en línea también ha modificado los parámetros de la competitividad.

Por ejemplo, en el pasado bien habría podido requerirse una gran superficie de exhibición para la venta de muebles o equipos eléctricos y electrónicos.

Ahora, lo que se necesita es una buena página digital en la cual el comprador pueda obtener los detalles que requiere para tomar su decisión de compra.

Esto también cambia el manejo de los inventarios y puede conducir a que haya más ventas directas de los fabricantes a los consumidores.

Por ello, también hay cambios muy importantes en las condiciones de la competencia, pues las posibilidades de que el consumidor compare precios, calidades, condiciones de entrega, garantías, entre otras, es mucho más fácil que en una circunstancia en donde este debía visitar diversos lugares físicos.

Todavía no sabemos con precisión cuál va a ser el impacto de largo plazo de esta tendencia hacia las compras a distancia y el comercio electrónico, pero lo que sí conocemos con un nivel razonable de certeza es que es la actividad comercial ya nunca va a ser igual.

Al mismo tiempo que el comercio en línea abre nuevas oportunidades de negocio y de competencia, también genera riesgos adicionales.

En la época de la pandemia y del confinamiento se ha producido la mayor actividad de fraudes en línea de la que se tenga registro.

Algunos analistas señalan que su crecimiento en 2020 fue de alrededor de 40 por ciento respecto a las cifras de 2019.

Esto se explica tanto por el incremento de las transacciones como por el hecho de que la mayor parte de estas fue realizada desde los hogares y, por lo tanto, con menores condiciones de ciberseguridad.

Las amenazas de actividad criminal en línea son mucho mayores que las que existían cuando las transacciones debían realizarse de manera física.

La razón es que en un ambiente virtual la actividad criminal puede provenir de casi cualquier parte del mundo, lo que no era factible cuando el grueso del comercio era de carácter físico.

Los bancos, entre otros intermediarios, han tenido que realizar inversiones crecientes para poder proteger sus sistemas de esta creciente actividad delictiva.

Mención especial requiere el proceso de digitalización de los servicios financieros, que amenaza con cambiar radicalmente la arquitectura del mundo del dinero.

No solamente por la existencia de nuevas empresas financieras (fintech) sino por los radicales cambios que se han presentado en toda esa actividad.

Por ejemplo, el desarrollo de las nuevas empresas de intermediación que permiten la realización de operaciones bursátiles masivas desde dispositivos móviles y para grupos a los que antes no eran accesibles.

El caso de la especulación con la acción de GameStop es, quizás, el mejor ejemplo de que probablemente se requieren nuevas reglas de juego en el futuro.

También está el hecho, inconcebible un año atrás, de que ahora sean los propios bancos centrales los que estén discutiendo la conveniencia o no de introducir monedas virtuales, luego del gran atractivo que han tenido divisas como el Bitcoin o el Ethereum.

Aún existe un grado suficientemente elevado de incertidumbre como para intentar anticipar lo que vendrá en la digitalización del comercio y los servicios a la vuelta de pocos años. Bien a bien, realmente no lo sabemos.

Sin embargo, la aceleración de las tendencias que se observaron en el pasado nos permite anticipar que el comercio en línea y la digitalización financiera están cambiando para siempre los negocios.

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