OPINIÓN
El mercado laboral mexicano está empezando 2020 con una doble cara, una sonriente y otra amarga.
Por un lado, en el parte amarga, se percibe un decrecimiento en el ritmo de generación de empleo.
El empleo formal, que registra el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) cerró el año con un alza de apenas 1.7 por ciento, el porcentaje más bajo en una década.
Pero, por otro lado, el salario real de los empleados en la economía formal tuvo el alza más importante desde hace más de 40 años.
¿Cómo se puede explicar que coexistan ambas tendencias?
La teoría señala que el salario es el precio del trabajo y, por lo tanto, si la demanda de empleo se reduce entonces lo lógico sería que los salarios también lo hicieran.
No obstante, desde hace muchos años algunos especialistas han demostrado que el mercado laboral no se mueve necesariamente con las reglas con las que lo hacen otros rubros de la economía.
La baja en el ritmo de generación del empleo formal en México se explica por el bajo crecimiento de la economía que, de acuerdo con datos preliminares, habría terminado 2019 con una cifra cercana a cero.
Además de que no hubo crecimiento económico el año pasado, en diciembre en particular se presenta en México una situación estacional en la que hay una pérdida muy importante en el número de empleos.
La razón es que muchas empresas laboran parcialmente durante ese mes y por lo mismo desocupan a una parte importante de su fuerza laboral.
Aunque las cifras de generación de puestos de trabajo son malas si las comparamos con las que se tenían en años anteriores, en realidad están muy por arriba del crecimiento de la economía. Si el PIB quedó en cero, la creación de empleo formal estuvo 1.7 puntos arriba.
¿Por qué sucede lo anterior?
Cuando la economía frena, o incluso cuando empieza a caer, las empresas no se deshacen de manera inmediata de su personal. La pérdida de empleo se presenta cuando el estancamiento o la caída económica se dan por un periodo prolongado.
Por esa razón, muchas empresas durante el año pasado no bajaron sus nóminas, con la expectativa de que las cosas mejorarían en 2020.
Los empresarios saben que el mercado laboral mexicano es paradójico, pues aunque no se genere suficiente empleo y haya mucha gente buscándolo, cuando se trata de ocupar posiciones que requieren habilidades específicas, a veces resulta muy complicado reclutar personal. Además, es probable que en muchas ocasiones haya que invertir algunas semanas o varios meses en capacitar a los trabajadores recién contratados.
Por esa razón es que el mercado laboral resiste a las bajas de la actividad económica cuando no son demasiado prolongadas o muy graves.
¿Qué es lo que podemos esperar para este año?
Si se hicieran efectivos los pronósticos del consenso, en el sentido de que este año el crecimiento sería de alrededor de 1 por ciento del PIB, entonces es probable que el personal ocupado en la economía formal pudiera crecer a una tasa superior al 2 por ciento.
Es decir, aunque estaríamos aún lejos de los niveles de crecimiento del empleo de cerca del 4 por ciento que tuvimos hace apenas un par de años, registraríamos un mejor comportamiento que en 2019.
Veamos ahora el tema de los salarios.
Con la llegada de la nueva administración federal hubo un cambio importante en la política salarial. En 2017, todavía durante la administración de Enrique Peña Nieto, se dio el más importante incremento al salario mínimo en su gobierno, al subirlo 9.5 por ciento, cuando lo usual eran incrementos del orden del 3 por ciento.
Esto fue resultado del impulso que dio un grupo encabezado por Miguel Mancera, entonces Jefe de Gobierno de la CDMX; su secretario de Desarrollo Económico, Salomón Chertorivski; así como el presidente de Coparmex, Gustavo de Hoyos.
Lograron que se legislara con objeto de desindexar el salario mínimo. Esto quiere decir que se hicieron modificaciones en múltiples leyes para que el salario mínimo no fuera tomado como una referencia en diversos cobros.
En México, el salario mínimo se usaba para fijar desde las multas de tránsito hasta los recursos que se entregarían a los partidos políticos, pasando por el monto de los créditos otorgados por el Infonavit, entre decenas o centenas de variables.
Al desindexar ese salario y quitar su función como referencia, se permitió que el incremento de esta variable no tuviera las repercusiones inflacionarias que se tuvieron en el pasado.
La realidad es que el salario mínimo se utilizó en México durante las últimas dos décadas del siglo pasado como un ancla para impedir el crecimiento de los precios. Por esa razón, entre 1977 y 2000 se presentó una pérdida en el poder adquisitivo de los salarios mínimos de 76 por ciento. Algo increíble.
En los años siguientes no se había logrado una compensación a esta fuerte caída. Sin embargo el cambio en la política salarial que la administración de López Obrador instrumentó, así como el incremento de 2017, han permitido que entre 2016 y 2020 el aumento real de los salarios mínimos sea de 41 por ciento.
Además, el cambio en la política de los salarios mínimos tuvo efecto en la fijación de las remuneraciones en el sector formal de la economía, así como en las negociaciones contractuales que realizan los sindicatos.
En octubre de 2019 hubo un incremento promedio de 4.4 por ciento en las revisiones de contratos colectivos que se realizaron y en diciembre, un alza de 6.8 por ciento en el salario promedio con el que los trabajadores cotizan al IMSS.
Esto significó que el año pasado hubo un crecimiento del poder adquisitivo de los salarios promedio del sector formal de la economía de alrededor de 3.8 por ciento.
Como le comentamos previamente, esta alza es la más relevante desde la década de los 70 en el siglo pasado.
Lo más importante es que los incrementos salariales no se tradujeron en aumentos de precios. La inflación en 2019 cerró en 2.83 por ciento, el segundo nivel más bajo desde que las autoridades mexicanas comenzaron a calcular el Índice Nacional de Precios al Consumidor en la década de los 70.
¿Cuáles son los escenarios posibles para 2020 en materia salarial? La mayor parte de los pronósticos indican que para este año la inflación estará en alrededor de 3 por ciento.
Con el incremento a los salarios mínimos de 20 por ciento en el promedio nacional, es factible que las remuneraciones mínimas legales tengan un crecimiento real de más de 16 por ciento en este año.
En el caso de los salarios promedio con los que se cotiza al Seguro Social, lo más probable es que igualmente tengamos otra vez un crecimiento real, aunque este podría ser inferior al de 2019.
Este comportamiento del poder adquisitivo de los salarios, junto a la persistencia del crecimiento del empleo, aunque sea a tasas más bajas, es uno de los factores que explican el elevado apoyo que mantiene el gobierno de López Obrador a pesar del mal desempeño de la economía en sus variables macro, así como de múltiples problemas, como en el caso de la inseguridad.
Pese al alza en los salarios mínimos, la realidad es que en México esta variable sigue muy rezagada. Aún considerando el incremento que ocurrió en diciembre, el nivel actual del salario mínimo real se encuentra aproximadamente 50 por ciento por debajo del que teníamos apenas en 1980.
Y si hacemos una comparación internacional, el salario mínimo mexicano equiparable en dólares sigue estando a la mitad del que se paga en Guatemala.
Se ha planteado que la política de recuperación del poder adquisitivo de los salarios mínimos habrá de prolongarse durante toda esta administración, con objeto de continuar limitando ese rezago.
Aunque varias decenas de millones de personas se beneficiarán de esta política, el mercado laboral mexicano tiene otro gran desafío: la reducción de la informalidad.
El salario mínimo legal y su crecimiento solo benefician a quienes se encuentran contratados legalmente en la economía.
Quienes están en el sector informal o realizan un trabajo de manera irregular en actividades formales y de carácter legal, siguen teniendo una gran distancia respecto al conjunto de la economía. De acuerdo con los datos del Inegi, la ocupación informal se ubica en el 56 por ciento de la población ocupada.
Para abatir el rezago social y no solo laboral, es necesario que haya una política activa de reducción de la informalidad, pero esta aún no existe.
Este es uno de los grandes dilemas de la política de esta administración, luego de haber sido exitosa en cambiar la tendencia de los salarios reales.
Lo anterior implica un conjunto de incentivos y sanciones, además de proyectos que lleven a múltiples unidades económicas a crecer y aumentar su productividad.
Si no se logra un abatimiento muy importante de la informalidad, el impacto positivo de la mejora salarial será limitado y tendremos a decenas de millones de personas en condiciones de pobreza en México.
Para que en este 2020 no sea mayor la visión amarga que la sonriente, requerimos que más personas se beneficien de la nueva política salarial.