Bloomberg Businessweek

¿Paréntesis o cambio de era?

El ajuste en la dinámica comercial de Estados Unidos y el resto del mundo supone uno de los más grandes retos para la economía mexicana.

OPINIÓN

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Por muchos años, Estados Unidos se pudo preciar de ser una de las economías más abiertas del mundo.

Para los integrantes de la Organización Mundial de Comercio (OMC), el arancel promedio cobrado por Norteamérica era de 3.5 por ciento, uno de los más bajos entre sus integrantes.

Para países como México y Canadá, en casi la totalidad de sus exportaciones el arancel ha sido de cero desde la vigencia plena del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN), iniciado en 1994.

Esta era comercial lleva vigente ya más de un cuarto de siglo.

Podríamos decir que la apertura comercial como instrumento para el desarrollo se convirtió por muchos años en un paradigma respaldado por los gobiernos norteamericanos de ambos partidos, demócratas y republicanos.

Este hecho comenzó a cambiar en noviembre de 2016, con el triunfo electoral de Donald Trump.

Hay que recordar que la primera intención del presidente estadounidense fue repudiar el TLCAN desde el primer día de su mandato, como hizo con el Acuerdo Transpacífico.

Sin embargo, el trabajo de cabildeo realizado por el gobierno y el sector privado de México fue determinante para que en lugar de la ruptura hubiera una renegociación.

En noviembre de 2018, tras año y medio de negociaciones, con todo lo que ello implica en incertidumbre, finalmente se suscribió el nuevo acuerdo: el T-MEC o USMCA.

Pero los impulsos proteccionistas subyacentes de Trump no se acabaron, sino que se mantuvieron presentes.

La diferencia en los últimos meses fue que el blanco fue China, país al que ya se le impusieron aranceles en prácticamente la totalidad de los productos que envía a Estados Unidos.

Sin embargo, sorpresivamente, el 30 de mayo de nuevo Trump cambió el foco de su atención hacia México.

Al momento de escribir este texto, se esperaba la confirmación de aplicación de un arancel de 5 por ciento en Estados Unidos a todas las importaciones provenientes de México, a lo cual seguiría un incremento de 5 puntos cada mes, empezando el 1 de julio, hasta llegar a un tope de 25 por ciento a partir del 1 de octubre.

Tan grave como la medida es el argumento que se esgrimió para justificarla.

En su anuncio del 30 de mayo, Trump invocó la International Emergency Economic Powers Act (IEEPA).

Esta legislación, que data de octubre de 1977, permite que el presidente de Estados Unidos regule el comercio después de declarar una emergencia nacional en respuesta a una amenaza extraordinaria e inusual a su país proveniente del extranjero.

La ley fue firmada el 28 de diciembre de 1977, por el entonces presidente demócrata Jimmy Carter.

Bajo este marco, el Ejecutivo norteamericano está en capacidad de bloquear transacciones, congelar activos o incluso confiscar propiedades.

Bajo esta legislación se han impuesto sanciones contra quienes se presumen enemigos de Estados Unidos, como Irán en 1979, los narcotraficantes colombianos en 1995, Siria en 2004, Somalia en 2010, por citar solamente algunos de los casos más ilustrativos.

Imponer sanciones comerciales a México, como un arancel generalizado a todas sus exportaciones, implica virtualmente poner al país completo en la lista de los enemigos más reacios de Estados Unidos.

No se puede subestimar la gravedad de este hecho.

De acuerdo con el experto Luis de la Calle, la imposición de aranceles bajo esta legislación implica de facto la ruptura del TLCAN y la cancelación de la posibilidad de ratificación del T-MEC, pues se quiebra la certidumbre de que las tres naciones firmantes puedan mantener su comercio bajo reglas de certidumbre y sin aranceles.

Por esa razón es que un grupo importante de legisladores republicanos ha cuestionado el alcance de la decisión, señalando que el presidente Trump se está extralimitando en el uso de sus facultades.

En los próximos días y semanas conoceremos el desenlace de esta controversia que actualmente está en curso.

Pero más allá de lo que de manera concreta pueda suceder, se ve complicado que puedan cancelarse los impulsos proteccionistas de Trump.

En los 16 meses y medio que quedan de su actual mandato, probablemente veamos más arranques proteccionistas que están cambiando las reglas del juego de las relaciones comerciales en el mundo entero.

Las perspectivas son bastante complicadas si imaginamos la posibilidad de un "Brexit-duro", que tenga consecuencias negativas para toda la economía europea, acompañado de una guerra comercial de Trump, tanto contra China como México.

En esas circunstancias, la probabilidad de una recesión internacional crece de manera dramática.

La última ocasión que vimos en Estados Unidos impulsos proteccionistas tan acentuados fue en la secuela de la Gran Depresión, detonada por la crisis de 1929.

La reacción de los gobiernos fue establecer un proteccionismo generalizado que golpeó el comercio mundial y agravó y alargó la crisis.

De hecho, el comercio internacional ya se desaceleró en los últimos años. En el lustro previo a 2019, la tasa media de crecimiento anual del comercio internacional fue de 3.5 por ciento anual. De 2010 a 2014, los años que siguieron a la crisis de 2009, el ritmo había sido de 6.3 por ciento y en los primeros ocho años del siglo, antes de la crisis, fue de 6.6 por ciento. Solo en el año de la debacle, 2009, hubo una caída de 10.4 por ciento.

Un entorno en el que el comercio se detiene cambia completamente las reglas del juego e induce a las economías altamente volcadas a la exportación, como la de México, a frenar fuertemente.

Una crisis como la que se puede desatar cambiaría completamente las perspectivas de la administración de AMLO, por lo menos hasta noviembre de 2020, cuando se realicen las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos.

Hay voces que al ver este entorno piden dos cosas: diversificar las relaciones comerciales y depender más del mercado interno.

Tienen razón. Sin embargo, no es algo como apagar un motor y encender otro. Se trata de sustituir y reconstruir cadenas de valor cuya confección lleva muchos años.

En el corto plazo, no tenemos otra más que tratar de conseguir que las relaciones comerciales con el resto de Norteamérica sean las mejores.

Si el escenario del proteccionismo se da en los peores términos y Trump lograra llevar este año el arancel hasta una tasa del 25 por ciento, sería casi inevitable pensar en una recesión económica en ambos países, con caídas severas del comercio, de la producción y del empleo, con una enorme incertidumbre desde ahora y hasta las elecciones de noviembre de 2020, por lo menos.

La economía mexicana no habría enfrentado un panorama tan negro, al menos desde 2009 y gran parte de las expectativas de cambios abiertos por el gobierno de AMLO tendrían que redefinirse por completo.

No sería raro tampoco un cambio drástico en las preferencias políticas de la población.

Si eso ocurre, y poco a poco en todo el mundo regresan al poder políticos y partidos de tendencias más moderadas, que hayan aprendido de los fracasos del neoliberalismo que propiciaron la llegada de los impulsos nacionalistas o proteccionistas, entonces estaríamos cerrando este amenazante paréntesis en poco tiempo.

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