Puede que ningún maestro de escuela pública de Pensilvania le diera importancia, pero un breve anuncio realizado a principios de 2018 contenía malas noticias para sus ahorros para el retiro.
Los fondos públicos de pensiones tienen la reputación de ser inversores conservadores. Sin embargo, el día 19 de marzo de 2018, un escueto aviso corporativo alertó al Sistema de Pensiones de los Trabajadores de Escuelas Públicas ubicadas en Pensilvania sobre el hecho de que su última inversión había sido todo menos conservadora. El anuncio decía: "Por medio de la presente le informamos que derivado del referéndum de independencia celebrado por el Gobierno Regional de Kurdistán el 25 de septiembre de 2017, las exportaciones de dicho gobierno han disminuido en casi un 50 por ciento debido a la toma de control de los campos petrolíferos de Kirkuk".
Una parte de los ahorros para el retiro que por años reunieron los maestros había ido a parar a una de las regiones más convulsas de Oriente Medio. Sin embargo, no eran los únicos, en Carolina del Sur, los ahorros de más de 600 mil policías, jueces y otros trabajadores del sector público fueron canalizaron hacia la misma inversión, al igual que los ahorros de maestros, bomberos y policías de Virginia Occidental.
Si los pensionistas hubieran revisado los informes anuales de sus fondos, tampoco habrían encontrado nada extraño. A lo sumo, habrían visto el nombre "Oilflow SPV 1 DAC" enterrado en la lista de inversiones realizadas por sus fondos. Investigando un poco más, habrían descubierto que Oilflow SPV 1 DAC era una empresa irlandesa cuya dirección era un desangelado edificio en el centro de Dublín, donde también estaban domiciliadas otras 200 empresas.
El aspecto más inusual de Oilflow SPV 1 DAC era lo buena que parecía ser la inversión. En un mundo de tasas de interés ultrabajas, sus notas, registradas en la Bolsa de Valores de las Islas Caimán, prometían pagar el 12 por ciento anual durante cinco años. Por supuesto, el alto rendimiento reflejaba el hecho de que el producto de inversión conllevaba un riesgo significativo. Para los fondos de pensiones, fue una inversión relativamente pequeña (menos del 0.1 por ciento de la cartera total de los maestros de Pensilvania), pero fue una que los involucró en las luchas libradas en Oriente Medio por el control de las riquezas petroleras.
Oilflow SPV 1 DAC no era solo un vehículo de inversión anónimo, estaba controlada nada menos que por Glencore, la mayor comercializadora de materias primas del mundo. Todos somos clientes de firmas como Glencore: la facilidad con la que llenamos nuestros tanques de gasolina, compramos un nuevo teléfono o pedimos una taza de café colombiano nos hace olvidar que la base de casi todo nuestro consumo es un frenético comercio internacional de recursos naturales. Y detrás de ese comercio, desde sus oficinas en las tranquilas ciudades de Suiza o Nueva Inglaterra, están los comerciantes de materias primas, las corredurías de commodities.
Fuera del escrutinio y el ojo público, los comerciantes de materias primas son los engranajes esenciales de la economía mundial. Para comprender la interrelación del dinero y el poder en el mundo moderno, para ver cómo el petróleo y los metales salen de los países ricos en recursos y el efectivo entra en los bolsillos de magnates y cleptócratas, es esencial comprender a quienes negocian materias primas. Prosperan gracias a una mezcla de crueldad y encanto personal, dispuestos a hacer negocios donde otras empresas no se atreven a poner un pie.
Kurdistán fue uno de esos lugares. Los kurdos, cerca de 30 millones de personas repartidas por Irak, Siria, Turquía e Irán, son a menudo considerados como el grupo étnico más numeroso del mundo sin un país propio. Tras la caída de Saddam Hussein, pasaron más de una década presionando a la comunidad internacional para que reconociera su deseo de un Estado independiente en el norte de Irak.
Para 2014, gracias a la buena fortuna geológica y una audaz campaña militar, los kurdos habían tomado el control de varios campos petroleros en el norte de Irak, incluido un enorme yacimiento cerca de Kirkuk. Pero para convertir su petróleo en dinero, necesitaban encontrar una forma de venderlo.
No fue una tarea fácil: el gobierno central de Irak en Bagdad había amenazado con emprender acciones legales contra los compradores del crudo, por considerarlo propiedad robada del Estado iraquí. La advertencia disuadió a muchos, pero los comerciantes de materias primas no se dejaron intimidar tan fácilmente.
Con todo, la amenaza de acciones legales se cernía sobre todos los acuerdos que realizaban. "Al principio el negocio era: ¿puedes llevarte algo de petróleo crudo y ayudarnos a encontrarle comprador?, porque, obviamente, era una materia prima en disputa en ese momento", explica Ben Luckock, director de petróleo en Trafigura, un importante comerciante de commodities que ayudó a organizar algunos de los envíos. "Fue realmente muy difícil".
Al cabo del tiempo, con la ayuda de los comerciantes de commodities, el Gobierno Regional de Kurdistán llegó a enviar casi 600 mil barriles diarios en su mejor momento. Sin embargo, los kurdos todavía estaban cortos de dinero, por lo que de nuevo recurrieron a los comerciantes de materias primas. ¿Prestarían dinero al gobierno a cambio de futuras entregas de petróleo? Vitol, Trafigura y Glencore, los tres principales comercializadores de petróleo del mundo, junto con la compañía petrolera rusa Rosneft y otro comerciante más pequeño, le prestaron al Gobierno Regional de Kurdistán 3 mil 500 millones de dólares.
Algunos comerciantes solicitaron la ayuda de sus bancos para suministrar el dinero, pero Glencore tomó la ruta más inusual: la compañía decidió que Kurdistán era demasiado riesgoso para su propio dinero, por lo que recurrió a inversores internacionales para reunir 500 millones de dólares, vendiéndoles un bono respaldado con petróleo que pagaba una alta tasa de interés. Esa nota, a su vez, financiaría el préstamo o adelanto de Glencore a los kurdos. Así nació Oilflow SPV 1 DAC, con un folleto para los inversores que exponía sus numerosos riesgos, incluidas guerras civiles y disputas fronterizas.
El dinero de los acuerdos petroleros hizo más que pagar los salarios de los funcionarios kurdos. Los petrodólares también animaron el movimiento independentista de Kurdistán. Antes de sus acuerdos con los comerciantes de materias primas, el gobierno kurdo tenía pocas fuentes de ingresos aparte de las dádivas de Bagdad. Ahora, por primera vez, los políticos locales sintieron que la verdadera independencia de Bagdad estaba a su alcance.
En septiembre de 2017, unos meses después de que Glencore recaudara el dinero para la región a través de Oilflow SPV 1 DAC, los políticos de Kurdistán celebraron un referéndum de independencia y el 93 por ciento de la población votó para separarse del resto de Irak. Pero si los kurdos esperaban que la comunidad internacional acogiera con agrado una nueva nación, calcularon mal. Washington y otros gobiernos occidentales rechazaron el referéndum.
Lo último que querían era otra nación frágil en una región ya volátil. Así que hicieron poco para frenar la respuesta de Bagdad.
A los pocos días del referéndum, Bagdad envió al ejército federal al norte para recuperar la ciudad de Kirkuk y sus campos petrolíferos. La esperanza de independencia del Kurdistán iraquí quedó hecha trizas. La autonomía económica que parecía factible ahora era una fantasía. Para los comerciantes de commodities, que habían ayudado al movimiento independentista con miles de millones de dólares, fue un acontecimiento preocupante. Fue entonces cuando Oilflow SPV 1 DAC comenzó a publicar avisos sobre las maniobras militares en Irak en la Bolsa de Valores de las Islas Caimán.
Glencore había configurado el vehículo de inversión con suficiente margen para lidiar con una caída en las exportaciones o en los precios del petróleo, y su capacidad para pagar a los inversores que habían comprado los bonos no se vio afectada de inmediato cuando Bagdad arrebató el control de los yacimientos petroleros de Kirkuk. Pero cuando, en 2020, los precios del petróleo también cayeron, ni siquiera el margen que Glencore había incorporado en Oilflow SPV 1 DAC fue suficiente. El vehículo ya no pudo cumplir sus compromisos y sus inversores tuvieron que aceptar un retraso en el calendario de pagos.
La inversión del Sistema de Pensiones de los Trabajadores de Escuelas Públicas de Pensilvania (PSERS) en Oilflow SPV 1 DAC era parte de una cartera de tenencias de deuda de mercados emergentes que administraba la gestora de activos Franklin Templeton, según un portavoz. "Los profesionales y asesores de inversión de PSERS son conscientes de los riesgos que implica este tipo de inversión en mercados emergentes, así como de los pros y contras de todas sus carteras y estrategias de inversión", escribió el portavoz en un correo. Para junio de 2020, la última vez que PSERS informó sobre sus tenencias, el valor de su inversión en Oilflow SPV 1 DAC había caído más del 20 por ciento.
A los comerciantes de materias primas les gusta decir que son apolíticos, negociarán cualquier cosa que sea legal y rentable. Pero incluso si la influencia política no es su objetivo, eso no significa que no ejerzan influencia. En un mundo donde las commodities son una ruta directa hacia el dinero y el poder, los comerciantes tienen la capacidad de cambiar el curso de la historia. Pocas semanas después del referéndum de independencia, se le preguntó a Ian Taylor, el entonces CEO de Vitol, si los comerciantes habían sido decisivos en lo que pasó en Kurdistán. Tras una pausa, reconoció: "Lo fuimos, sí". Sin saberlo, los maestros de Pensilvania también jugaron un papel.
Este texto es un extracto de The World for Sale, libro recién publicado por Random House Business en el Reino Unido y Oxford University Press en Estados Unidos.
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