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San Francisco ‘se frotaba’ las manos ante una ola de OPIs… decepcionantes

Muchos inversionistas se unieron a las startups con la esperanza de ganar mucho dinero, pero los debuts en la Bolsa de Uber, WeWork y otras empresas resultaron en derrumbes y tropiezos.

Creyeron que San Francisco viviría otra fiebre del oro, creyeron que sería un frenesí.

Después de un boom de startups donde muchos unicornios tecnológicos se dedicaron a pastar cómoda y largamente en el mercado privado lejos de la Bolsa, acumulando gordas valoraciones en el proceso, se suponía que este iba a ser el año de los debuts, el año en que los sueños de una lluvia de Ofertas Públicas Iniciales (OPI) se harían realidad. La ciudad se frotaba las manos, preparada para una ola de compras impulsivas de miles de nuevos ricos.

Pero las OPI no estuvieron a la altura, fueron debuts decepcionantes: Lyft se derrumbó, Uber tropezó, Slack se hundió y los planes de WeWork de cotizar en el parqué se frustraron en una crisis épica.

Hoy, las ventas de viviendas en San Francisco son tibias y los precios incluso han bajado en algunas partes del Área de la Bahía. Los organizadores de fiestas han recortado las celebraciones ostentosas.

A pesar de que expiran las restricciones a corto plazo que impiden que algunos empleados vendan sus acciones, muchos de ellos se han quedado con participaciones que valen mucho menos de lo que esperaban, o tendrán que esperar aún más por el botín mientras sus compañías retrasan los planes para salir a bolsa.

"Mucha gente se unió a estas grandes startups con la esperanza de ganar mucho dinero y pensaron que iba a suceder", advirtió Brandon Smith, director de planificación patrimonial en Wetherby Asset Management. "Obviamente, están decepcionados en este momento".

En una ciudad que está acostumbrada a la riqueza de las startups, pocas personas sienten pena por esos millonarios tecnológicos cuyas fortunas pueden sufrir una pequeña mella. Puede que incluso esta vuelta a la calma sea bienvenida en una región que registra una creciente desigualdad y la vivienda más cara de Estados Unidos.

La desaceleración en el otrora ardiente mercado inmobiliario es palpable. En la primavera, la perspectiva de una demanda impulsada por las OPI causó que algunos compradores se precipitaran a ofertar, tratando de anticiparse al esperado aumento de los precios, comentan los agentes de bienes raíces. Ese frenesí se ha desvanecido.

"Hace seis meses, todos estábamos hablando de lo que el dinero de las OPI provocaría en el mercado inmobiliario", mencionó Mary Macpherson, agente de la agencia de bienes raíces Compass en San Francisco. Pero en una reunión de dos horas a principios de octubre con los principales agentes de otras firmas, las OPI merecieron apenas dos minutos de discusión, apuntó.

El fiasco ha dado lugar a talleres como el que impartió el agente de bienes raíces Robert Cruz, en San José, titulado "Las OPI están en problemas, ¿será la vivienda la próxima?". Cerca de una docena de personas que tenían pensado comprar una casa acudieron al evento, entre ellas algunos empleados de la industria tecnológica.

"En nuestro mercado hay muchos compradores del sector tecnología que están leyendo titulares negativos sobre las OPI", dijo Cruz. Y el efecto dominó va más allá y se siente en toda la región. "Debido a que es una parte tan importante de nuestra economía local, adquiere relevancia".

Los precios de las viviendas han estado cayendo este año en gran parte de Silicon Valley, donde los altos costos de las propiedades las ponen fuera del alcance de muchos compradores. En San Francisco, el precio medio de una casa aumentó solo 1.8 por ciento en el tercer trimestre respecto al año previo, ubicándose en un millón 580 mil dólares, de acuerdo con datos de Compass.

Algunas propiedades de ultra lujo están encontrando menos interesados de lo previsto. "Esperábamos un mejor escenario", señaló Joel Goodrich, quien vende casas de lujo en el Área de la Bahía para la firma Coldwell Banker. Actualmente tiene en su cartera varias residencias que van más allá de 20 millones de dólares, incluida una mansión de 40 millones en el barrio Russian Hill de San Francisco, que viene con una galería de arte y una cabaña para invitados.

La demanda de segundas residencias en la tierra del vino también ha disminuido, afirma Tony Ford, quien es socio de NorCal Vineyards. Los nuevos ricos normalmente buscan mansiones glamorosas en una colina con viñedos, comenta. "Sigue siendo un buen segmento de compradores, pero creo que se ha enfriado un poco", señala. "La falta de éxito en la industria tecnológica está seguramente relacionado con eso".

Pero aunque esos grandes desembolsos parecen haberse moderado, el gasto diario entre la élite tecnológica e inversora de San Francisco ha cambiado poco, comentó Smith de Wetherby Asset Management. No espera que sus clientes hagan recortes en las colegiaturas de escuelas privadas o las vacaciones. Esto lo constata el propietario de una tienda de bicicletas eléctricas de lujo en San Francisco, quien ha tenido un año "muy movido".

"Tenemos clientes del sector tecnológico y parece que les va bien", dijo Brett Thurber de la tienda de bicicletas New Wheel. "En ese estrato, no es tan costoso gastar 10 mil dólares en una bici  eléctrica".

Todavía habrá alrededor de 4 mil 500 nuevos millonarios de las OPI de este año, estima Deniz Kahramaner, quien es fundador de la correduría de bienes raíces Atlasa. Y algunos debuts en Bolsa han funcionado bastante bien: las acciones de Zoom Video Communications Inc., por ejemplo, ha subido un 86 por ciento.

El daño en las acciones en manos de los empleados que forman parte del sector tecnología se produjo mucho después de las OPI, cuando concluyeron los periodos de bloqueo en los que no podían vender sus acciones. Uber valía casi 76 mil millones de dólares cuando salió a bolsa en mayo. Cuando su periodo de bloqueo expiró a principios de noviembre, valía apenas 46 mil 700 millones de dólares. Mientras tanto, la postergada OPI de WeWork ha proyectado una sombra sobre las startups que pierden dinero.

Ante el deterioro de los precios de las acciones y las críticas al gasto desmedido, puede que no se vea bien que los ejecutivos derrochen dinero a manos llenas. Eso ha ocasionado que los planificadores de eventos reciban peticiones para moderar las fiestas navideñas de este año.

"Los clientes me dicen 'Haz que se vea muy bien, pero no demasiado costosa', porque no quieren luego que se les recrimine por haber gastado tanto", refiere Anna Marie Rembold, propietaria de la organizadora de eventos Anna Marie Events.

El desenfreno, que es parte de la tradición de las startups, también podría moderarse. "Esas historias de personas que alquilan suites en Las Vegas y se vuelven locas, con tigres y todo eso, no están sucediendo en este momento", apunta Christina Millikin, fundadora de Glow Events. Empero, ninguno de estos planificadores ha visto una caída en los presupuestos, que en el caso de Rembold pueden llegar a los 3 millones de dólares.

Para algunos trabajadores que pertenecen a la industria tecnológica, la noción de que el dinero de una OPI cambiaría sus vidas y desataría una juerga de gastos fue siempre más un mito que una realidad. Srinivas Rao-Mouw, ingeniero de software en la empresa de compras personales Stitch Fix, recibió un paquete de acciones cuando se unió a la startup con sede en San Francisco en octubre de 2017, aproximadamente un mes antes de que saliera a bolsa. Estimó que obtendría un par de cientos de miles de dólares de la OPI, que usaría para el enganche de una casa.

Pero su paquete accionario no valía lo que esperaba cuando concluyó el periodo de bloqueo, incluso a pesar de que las acciones de Stitch Fix llegaron a duplicar su valor. Esta primavera alguien ofertó más que él cuando quiso comprar una casa y decidió suspender la búsqueda. "La forma en que pienso sobre el dinero de las OPI, de cara al futuro, es que no es una panacea", señaló Rao-Mouw. "Puede que salga bien, puede que no".

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