Cuando Hernán Cortés llegó al Nuevo Mundo en 1519, quemó sus naves para dejar en claro a sus hombres que la retirada no era opción: había que conquistar o morir. Fue lo que hizo 'Checo' cuando le dijeron que tenía que irse a Europa a probar suerte como piloto.
"Se fue solo a Alemania sin saber una sola palabra en alemán; sabía que ya no tenía nada qué hacer en México", recuerda Carlos Jalife, el gran historiador del automovilismo nacional y quien lo conoció desde que era el niño más brillante de los Go Karts. "A la hora de tomar las curvas, Checo siempre frenaba en el mismo sitio; solo dejaba de hacerlo cuando quería hacer un movimiento inteligente. En ese momento, todos supimos que llegaría a la Fórmula Uno (F1)".
Sergio Pérez tenía 15 años cuando cruzó el Atlántico. Era 2005 y la familia Slim había depositado en él todas las esperanzas de que México volviera a figurar en la F1, una categoría que llevaba décadas en la orfandad desde la época de los Hermanos Rodríguez.
El automovilismo es una hoguera de las vanidades que no cualquier mortal puede encender. Menos en México, donde el primer paso para ser campeón de la F1 quizás sea rozarte con las élites del país. Por eso, el padre de Checo, Antonio Pérez Garibay, expiloto y preparador de coches de carreras, hizo hasta lo imposible por recomendar a su pupilo con la familia Slim.
El ascenso de 'Checo' no podría entenderse sin el apoyo incondicional que, desde hace casi 20 años, le brinda la Escudería Telmex del empresario Carlos Slim Domit, hijo del multimillonario Carlos Slim Helú y actual presidente de América Móvil y Grupo Carso, dos de los más grandes emporios de América Latina.
La persistencia, sin embargo, no es una moneda de cambio. Y Sergio vaya que la tuvo. Mientras la mayoría de los chicos de su edad solo pensaban en el glamour que implicaba subirse a un coche que corre a más de 250 km/h, él solo pensaba en cómo domar la curva que tenía frente a sus ojos. Esa tenacidad, tan atípica de la pubertad, creció hasta tal grado que Pérez logró mantenerse en la Gran Carpa pese a tener coches malos.
"Desde muy chavo aprendió que no contaba con el gran equipo como para darse el lujo de equivocarse. Eso forjó en él una madurez en la pista que acabó trasladando a su vida diaria", comparte Jalife.
Aquel estoicismo de 'Checo' fue detectado por Jimmy Morales, un viejo lobo de mar que fue contratado por Slim Domit como el visor oficial de la Escudería Telmex. En cuanto Jimmy observó la sofisticación con que el tapatío se conducía por la pista, no tuvo dudas: "Este chico tiene manos".
No pasó mucho tiempo para que Slim Domit solicitara una entrevista cara a cara con Checo. Para su sorpresa, el empresario no se topó con un adolescente, sino con un joven cuyo acné contrastaba con su discurso de metas bien estructurado.
"Slim es un visionario nato y sabe cuando alguien tiene futuro. Nunca había visto un muchacho tan enfocado. Así comenzó una relación de confianza y amistad entre ellos dos que perdura hasta la fecha", cuenta Jalife.
Es gran aficionado al futbol y al Club América.
Ganó el Gran Premio de Sakhir la temporada pasada, la primera victoria de su carrera.
Si Checo jamás hubiese demostrado madurez, quizás hoy no habría ningún mexicano corriendo en la F1. De hecho, era Chava Durán, y no Sergio Pérez, el elegido para saltar a la máxima categoría del automovilismo. Chava era dos años mayor que Checo y el primero en la lista de Escudería Telmex para irse a Europa. "Pero era inconstante, un día terminaba en primer lugar y otro en último. Chava quería ser famoso; Checo solo quería ser piloto".
Hoy, Sergio Pérez es ese Hernán Cortés que llega a la Tierra Prometida sin opción de retirada. Su nave, aunque quiera, ya no puede quemarla: es una Red Bull con la que aspira a conquistar el mundo.