Era, podría decirse, la comida de negocios más importante o, con más precisión, la de mayor energía. Un soleado domingo de enero, el presidente ejecutivo de EON SE, Johannes Teyssen, invitó a su homólogo de su rival alemán RWE, Rolf Martin Schmitz, a su casa cerca de Essen, el antiguo centro de carbón y acero donde se encuentran ambas compañías.
Con el café servido, Teyssen hizo una propuesta que prometía transformar la industria energética alemana: EON se haría cargo de la unidad minorista de la red de Innogy-RWE, para concentrarse exclusivamente en la venta de energía y gas a los usuarios finales. A cambio, RWE obtendría instalaciones de energía sustentable y se convertiría en una empresa que no hace más que generar electricidad. El acuerdo transformaría a un par de jugadores medianos en compañías lo suficientemente grandes como para competir con rivales extranjeras.
Los ejecutivos, quienes se conocen desde hace más de dos décadas, dieron por concluida la reunión y acordaron que las galletas estuvieron deliciosas y que seguirían explorando una transacción con el objetivo de llegar a un pacto firme a mediados de marzo, cuando ambas compañías debían reunirse con sus inversores.
Tenían dos meses para lograr un acuerdo que involucraba a tres compañías públicas y enormes canjes de activos valorados en aproximadamente 60 mil millones de euros, incluida la deuda, de acuerdo con las personas que trabajaron en la transacción. En las siguientes semanas, ejecutivos de las empresas y sus asesores mantuvieron decenas de reuniones secretas en sus hogares y oficinas en Essen, Düsseldorf y Frankfurt para trabajar en lo que denominaron Proyecto LiveWire.
Esta historia se basa en entrevistas con más de media docena de ejecutivos involucrados en las conversaciones, quienes pidieron mantenerse en el anonimato.
Ventana abierta
El momento que escogió Teyssen para su propuesta no fue una coincidencia. La salida del CEO de Innogy, Peter Terium, creó una ventana de oportunidad en diciembre. Y EON, producto de una fusión una década antes, había acordado vender su participación del 47 por ciento en la empresa Uniper SE a la firma finlandesa Fortum Oyj, dándole una inyección de efectivo.
EON no era la única que buscaba comprar Innogy, que había sido escindida por RWE en 2016. Las empresas de servicios públicos europeos como la italiana Enel SpA e Iberdrola SA de España, así como la australiana Macquarie Group Ltd., estaban interesadas. Si EON y RWE no se ponían de acuerdo pronto, ellos también podrían convertirse en objetivos de compra, dejando gran parte del suministro de energía de Alemania en manos de terceros.
El objetivo de Schmitz era claro: si RWE iba a vender su participación del 77 por ciento en Innogy, no quería solo efectivo. Quería generar instalaciones para asegurar el futuro de RWE como proveedor de energía. Mientras que Enel y Macquarie hicieron propuestas que también le habrían dado algunas facilidades, nada comparado con lo que EON podría ofrecer.
Alianza sencilla
Durante las negociaciones, RWE mantuvo a otros postores en la pelea para crear una cortina de humo para el trato deseado y para asegurarse de que EON no pensara que las galletas y la conversación inicial le habían generado el trato.
Un avance clave se produjo a finales de febrero, cuando los ejecutivos de EON y RWE se encerraron en las oficinas de la firma de abogados Freshfields Bruckhaus Deringer LP. Durante varios días, elaboraron un marco que allanaría el camino para un acuerdo final el 12 de marzo.
RWE y EON aceptaron llegar a un acuerdo para entonces o dar por terminado el asunto, ya que para esa fecha, tanto ellos como Innogy tenían programado reportar ganancias, y nadie quería enfrentar preguntas incómodas de inversores y periodistas.
Innogy, mientras tanto, permaneció en la ignorancia. Luego, en la noche del 10 de marzo, Bloomberg News publicó la historia de que EON estaba en conversaciones avanzadas para adquirirla. La nota obligó a las compañías a dar batalla, emitiendo una confirmación justo pasada la medianoche. "Me enteré el sábado ya tarde", dijo el presidente ejecutivo de Innogy, Uwe Tigges, a los periodistas el lunes.
En los días siguientes, RWE y EON anunciaron más detalles de la transacción, que valora a Innogy en alrededor de 22 mil millones de euros. RWE termina con un 16.7 por ciento de EON, además de instalaciones de energía renovable, participaciones minoritarias en dos plantas de energía nuclear, el negocio de almacenamiento de gas de Innogy y una participación en un proveedor de electricidad austríaco.
Para culminar meses de negociaciones y casi dos semanas sin dormir para cumplir con el ambicioso plazo, Teyssen invitó a todos los que trabajaron en el trato a las bebidas de celebración en Essen, terminando lo que comenzó con un café.