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Un exburócrata mexicano se adueña de Hollywood

Gastón Pavlovich vivió de cerca la violencia, luego brincó al gobierno y ahora busca conquistar el Oscar.

Desde muy joven, Gastón Pavlovich aprendió a nadar con tiburones. Los primeros fueron violentos y le arrebataron a sus amigos de la universidad en los tiroteos de Sonora, cuando el crimen organizado aún no era materia prima para series de televisión.

Después se adiestró en el oficio de nadar con los tiburones que surcan los mares de la administración pública. Algunos tan insaciables que son capaces de devorar presupuestos millonarios únicamente para satisfacer su hambre. Especies que navegan en los recovecos más oscuros de ese engorroso arrecife que otros llaman burocracia.

Por eso no se asustó cuando se mudó a las aguas de Hollywood, donde también viven algunos de los escuálidos más feroces. "Donde hay dinero, vanidad y poder, es ahí donde he aprendido a moverme", dice el hombre que emergió del gobierno federal mexicano para dar un salto súbito al mundo del entretenimiento, donde la política, dice, también es un mal necesario.

Hasta hace 18 años, Gastón trabajaba para transformar la cultura laboral y social de Pemex. Lo suyo siempre ha sido realizar análisis financieros. Su inusual formación académica —estudió economía en México y San Diego, pero también filosofía y teología en Roma— lo llevó a ser reclutado por la administración de Vicente Fox, donde dirigió una subsecretaría creada especialmente para luchar contra la bola petrolera, esa monstruosa estructura sindical que desde hace décadas traba cualquier intento de reforma dentro de la empresa.

Allí estuvo cuatro años, pero fracasó.

"El equipo de Fox dijo que era demasiado riesgo. Yo había propuesto un Pemex con responsabilidad hacia sus comunidades, más transparente, semiautónomo y semiprivado, donde el petróleo y los hidrocarburos fueran de la nación, pero sus procesos y su exploración fueran privados", recuerda ya como productor cinematográfico, en las oficinas de Fábrica de Cine, su nueva empresa en la Ciudad de México. Gastón está en el país porque así gasta hasta 300 por ciento menos que su competencia.

Ese talento que tiene para hacer más cosas con menos dinero fue lo que lo condujo a colaborar con Tom Hanks y Liam Neeson. Quienes trabajan con él saben que no tendrán lujos: no habrá vuelos en primera clase ni hoteles top. Pero sí la certeza de que el proyecto, sea como sea, saldrá adelante.

Hoy, de la mano de Robert De Niro y Martin Scorsese, Gastón está al frente de la producción de The Irishman, la nueva apuesta de Netflix para conquistar Hollywood. Se trata de una película que podría romper los esquemas de la industria al ser la primera producción de una compañía de contenidos por streaming en tener una corrida internacional en salas y conquistar así la próxima entrega de los Oscar. Es decir, la estrategia tendrá esos elementos del negocio que Roma no tuvo.

El temor es tal en Hollywood que el 3 de abril la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas anunció la intención de modificar su reglamento para limitar la elección de producciones de Netflix y empresas similares, con el objetivo de que no compitan por una estatuilla. La división antimonopolio del Departamento de Justicia advirtió a la Academia que los eventuales cambios podrían implicar una violación de la ley.

"Hoy en día Hollywood ya es Netflix. La vieja escuela del cine está aceptando su modelo de negocios porque les resuelve problemas de tiempo y de dinero", comparte Gastón. "Para hacer The Irishman la cosa fue simple: Hollywood no quiso poner el dinero, Netflix sí".

Para él, Hollywood no se adaptó a tiempo a la globalización. Algo paradójico, dice, si se toma en cuenta que esta industria es el capitalismo per se: un mercado que genera millones a cambio de entretener y que cuenta con inversionistas de todo el mundo.

"Hollywood seguía empeñado en venderles sus productos a otros países de manera forzada. No vieron que el cine ya había crecido en audiencia y que el resto del mundo ya veía contenidos locales de gran calidad", añade. "Yo hubiera puesto estudios en China, en Europa del Este, en México, pero se quedaron viendo su propio ombligo".

Desde pequeño, Gastón supo identificar oportunidades. Nació el 19 de junio de 1968 en Agua Prieta, Sonora, donde aprendes a levantarte temprano. Así es el árido norte de México: lo que la naturaleza no te da, el ingenio humano te obliga a encontrarlo.

De familia ganadera y con un abuelo militar, Gastón creció con una idea sólida del trabajo duro como la mayor expresión de la dignidad humana.

Estudió la primaria y la secundaria en EU por las mañanas y en México por las tardes. Su pasión por la lectura la desarrolló en el lado americano, porque en el mexicano no había libros. Desde entonces y de la mano de su abuelo, abrazó la vocación cervantina de perseguir los sueños y la justicia. De las paredes de su estudio cuelga una frase de Luis Donaldo Colosio: "Algún día, en algún lugar, algún hombre hará justicia".

Aún tiene fresco el recuerdo de cuando, en su adolescencia, vio morir a uno de sus mejores amigos en un antro después de una balacera.

"No sabes lo horrible que es ver el anuario de la universidad y decir: 'a éste lo mataron en una balacera, a éste lo secuestraron'".

En el gobierno quiso cambiar la historia, pero allí donde alguna vez creyó ver ideales, acabó viendo "mezquindad y egoísmo". Además de Pemex, trabajó en la Secretaría de Gobernación con Carlos Abascal y en la de Agricultura con Alberto Cárdenas. Después se sumó como asesor del presidente Felipe Calderón, con la encomienda de presentar un proyecto para celebrar el Bicentenario.

Fue rechazado. ¿La razón? No hay presupuesto, no se armó el fideicomiso, no hay voluntad política… por ello, quemó sus naves y se adentró en el cine. Con el apoyo de Lorenzo Servitje estrenó su primera película, El Estudiante, en 2009.

El éxito llegó poco a poco y ya estaba acostumbrado al rechazo. Quizás por eso no sintió temor cuando el abogado de Scorsese le habló por teléfono para decirle: "Scorsese lleva años queriendo hacer esta película. Si como productor logras hacerle su sueño realidad, él te reconocerá como a nadie. Pero si fallas, no trabajarás en Hollywood en toda tu vida".

"No tenía nada que perder", recuerda. Al final fue el único productor en hacer realidad la película en la que el director neoyorquino había trabajado tanto, la única que le había rechazado Hollywood por su elevado costo y su temática religiosa.

"A veces pienso que perdí mucho tiempo de mi vida en el gobierno, pero la verdad es que ahí aprendí a sortear las estructuras burocráticas que también existen en el cine", asevera Gastón. "El gobierno me hizo el colmillo necesario para mantenerme en las aguas del poder".

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