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Trump sentó las bases para un desastre frente al coronavirus

La presidencia de Trump está basada en llamar a la población a luchar contra sí misma y contra enemigos reales e imaginarios, asegura Jonathan Bernstein.

OPINIÓN

Bloomberg Businessweek

Es difícil imaginar que un presidente haga todo lo posible para hacerse vulnerable al daño de un brote viral, como ha hecho Donald Trump en los últimos tres años.

Sí, él mismo se ha puesto en esta vulnerabilidad. También a la nación -que seguramente es más importante que él-, pero los buenos presidentes cuidan de ellos mismos también. Trump, por todo su fanfarroneo, se está poniendo en un riesgo.

Empecemos con lo obvio: Trump, desde el inicio de su mandato, casi nunca le ha hablado a la nación en general. Su presidencia completa está basada en llamar a la población a luchar contra sí misma y contra enemigos reales e imaginarios. La mayoría de los presidentes pretenden esperar hasta el último minuto para iniciar sus campañas de reelección, usando el tiempo a su favor hasta ese punto en el que intentan representar a la nación entera.

Trump, sin embargo, ha estado buscando la reelección desde el día uno de su mandato.

Las divisiones antes mencionadas le han ayudado a Trump a mantener sus niveles de intensidad entre sus fanáticos más acérrimos. Pero eso también significa que una buena parte de la población lo ha abandonado desde hace tiempo.

El presidente norteamericano también ha fallado en intentar cualquier relación de trabajo con los demócratas. Seguramente, los demócratas no están nada ansiosos de trabajar con Trump. Pero él ni siquiera se ha esforzado en intentarlo. De esta manera, cuando una crisis suceda, él no producirá un trabajo bipartidista, lo cual es, especialmente para un mandatario, sumamente importante debido a que podría compartir la responsabilidad de alguna situación con los demócratas.

Donald Trump tiene muy poca preocupación por mantener una reputación honesta. Esto le brinda algunas ventajas; la mayoría de los partidos -en este caso, ambos partidos-, tratan de creer lo que el presidente dice, y Trump no se limita en extender las pocas verdades que los políticos normales emplean. La desventaja, por supuesto, es que solo un tonto le creería una palabra a Donald Trump.

Luego están los ataques a los servidores civiles y también los nombramientos políticos hechos a modo. La desprofesionalización de la Casa Blanca quizá reduzca el número de personas dentro del gobierno dispuestos a decirle al presidente "no".

Luego está la resistencia de Trump por emular a sus predecesores, especialmente a Barack Obama. Mientras estar abierto a nuevas ideas es una virtud de los líderes, rechazar las formas utilizadas en el pasado es, adivinen, un riesgo. De esta manera, Trump no siguió el ejemplo de Barack Obama de tener a alguien en la Casa Blanca con experiencia en crisis para coordinar las respuestas presidenciales respecto al Coronavirus.

No hay que olvidar tampoco el estilo de comunicación de Trump. Normalmente, los presidentes cuentan con un estilo de comunicación cuidadoso; no obstante, Trump dice lo primero que le llega a la mente. Esto produce comentarios que los expertos encuentran contraproducentes.

En efecto, una de las razones para consultar los comentarios con expertos es, justamente, para evitar hacer peor las cosas.

Algunas de las situaciones antes mencionadas harán más complicado que la política gubernamental de ese país sea efectiva. Todo lo comentado incrementa los riesgos a Trump, incluyendo los riesgos de una política fallida y, la realidad, es que él no se culpará por nada de lo que suceda.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de Bloomberg ni de la junta editorial de El Financiero.

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