Hace dos semanas, en un frío almacén de vinos en el Bronx, un famoso enólogo portugués extrajo corchos antiguos de garrafas de vidrio de Madeira del siglo XIX. ¿Se podía beber el vino que contenían? El Madeira envejece más que otros vinos, ¿pero más de 150 años?
No mantendremos el suspenso. La respuesta, sorprendentemente, fue sí.
Una garrafa tenía un Madeira comercial seco de 1846. Picoso, ácido y rico, tenía una acidez penetrante y aromas frescos que persistían incluso en un vaso vacío. Otro de la misma época, un verdelho medio seco de color naranja, olía a damasco, tabaco y pétalos de rosa y aún tenía opulencia y múltiples notas frutales que invitan a tomar otro sorbo. Ambos tienen más de 170 años.
Los vinos son de una colección de Madeiras del siglo XVIII y XIX descubierta el año pasado durante una renovación del museo Liberty Hall en Nueva Jersey. El 7 de diciembre, Christie's los ofrecerá junto a algunas botellas de tamaño regular de Madeira, que datan de 1796, en una venta en Nueva York.
Francisco Albuquerque, enólogo de Madeira Wine Company, junto con expertos de la organización portuguesa de corchos Apcor y especialistas en vinos de Christie's se reunieron en el almacén para supervisar la apertura y recorchado de las garrafas y verificar que el vino todavía se podía consumir.
¡Pero sorpresa! El líquido en cuatro de las garrafas resultó ser bourbon viejo, no Madeira. Edwin Vos, jefe de vinos de Christie's para Europa y experto en Madeira, pensó primero que podría ser ron. Suave y redondeado, el que probó era excelente, pero no tan complejo y delicioso como los Madeiras.
Entonces, ¿cómo se salvaron estas botellas del olvido? Gracias a Google.
Liberty Hall, construido originalmente en 1772, fue ampliado a una residencia familiar de 50 habitaciones por la prominente y políticamente activa familia Kean, propietaria desde 1811. Cuando John Kean Sr. lo heredó hace 12 años comenzó a convertir el edificio en un museo, que ahora dirige.
El año pasado, durante una renovación, descubrieron una de las colecciones más grandes de Madeira de los siglos XVIII y XIX en Estados Unidos en el ático y detrás de una pared en una sucia bodega con telarañas. Incluía unas 42 garrafas y un par de docenas de botellas de Lenox Madeira, importadas por el difunto Robert Lenox en 1796, y probablemente ocultadas durante la época de la ley seca. Algunas estaban vacías, otras no.
"Sabía que el vino se deterioraba en condiciones de calor, así que pensé que el vino en las garrafas se echaría a perder por pasar tantos años en el ático", admitió Kean. "Estaba preparado para dárselas a los miembros del personal para hacer lámparas".
Por suerte, un joven docente del museo buscó en Google información sobre el viejo Madeira y algunos de los nombres en las botellas, y convenció a Kean de que podían valer algo.
Luego apareció Christie's. Cuando la casa de subastas se enteró del descubrimiento, un emocionado Vos visitó y presentó una propuesta de remate. "No hay muchos Madeira viejos disponibles", señaló. "Se podría decir que es el vino fino más subestimado del mundo". Algunos se ofrecieron en la primera subasta de Christie's en 1766.
Además de algunas botellas de 1796, Vos seleccionó ocho garrafas que parecían estar en la mejor forma y tenían algún indicio de edad, como me explicó mientras me mostraba una foto del ático en su iPad.
El Madeira proviene de viñedos empinados en la montañosa isla volcánica del mismo nombre, unos 650 kilómetros al oeste de Marruecos en el Océano Atlántico. Es un vino fortificado, lo que significa que se le añade una cucharada de brandy durante la fermentación. Hace mucho, mucho tiempo, productores descubrieron que a diferencia del vino común mejora con el calor y de hecho parece casi indestructible.
Es por eso que el líquido en el interior de algunas de estas garrafas sobrevivió en el ático del Liberty Hall durante décadas.
Para preservar la longevidad de los aromas y sabores, Vos asegura que las botellas de Madeira se deben recorchar cada 20 a 30 años.
En una mesa cubierta con tela blanca, Albuquerque cortó con cuidado el sello de cera, limpió la parte superior del corcho y lo retiró con cuidado mediante un sacacorchos de dos puntas conocido como Ah-So, luego lo examinó en búsqueda de pequeños insectos. El análisis microscópico puede probar la edad real del corcho, que se habría cosechado unos 18 meses antes de su uso.
Apcor se encargó de aportar los corchos correctos, lo que requirió una medición precisa del cuello de la botella. "Un solo corcho generalmente contiene 800 millones de celdas, los corchos casi perfectos que usamos hoy contienen muchas, muchas más", explicó Carlos de Jesús, director operativo de Apcor. No había preocupación por la limpieza del corcho, pues una nueva tecnología de software inventada hace poco es capaz de garantizar que los corchos estén libres de contaminación, aunque tendrán que ser rediseñados. Se tuvo que colocar corchos temporales.
Es fácil ver el atractivo de una botella de Madeira pero, ¿quién querría comprar una garrafa pesada difícil de verter? Vos admitió que su preferencia original era pasar el vino de cada garrafa a botellas individuales. Eso es lo que hicieron importadores del siglo XIX, pero la normativa actual no lo permite sin una licencia de embotellado.