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‘Dichoso usted que sabe la hora de su muerte’: La leyenda de ‘La Casa de Don Juan Manuel’ en la CDMX

‘La Casa de Don Juan Manuel’ está en la calle de República de Uruguay, en el Centro Histórico, y alberga una de las primeras leyendas urbanas.

Don Juan Manuel fue un amigo cercano de un virrey de la Nueva España, pero fuerte de celos lo llevaron a comer una serie de homicidios que lo llevaron a un trágico final. [Fotografía. Especial]

El Centro Histórico es de los puntos más emblemáticos que hay en la Ciudad de México por su gran variedad de arquitecturas, museos y actividades culturales. Sin embargo, ‘los chilangos’ todos los días caminamos por cada una de sus calles, sin saber que detrás de sus edificios hay una historia que contar.

Durante la época colonial en la Ciudad de México se crearon palacios que en su momento fueron destinados a condes, marqueses y familias adineradas que hacían negocios con los virreyes. Actualmente, son espacios utilizados por el gobierno capitalino o por empresas privadas.

Uno de los recintos coloniales que más llaman la atención en el Centro Histórico por su relato urbano es el que se encuentra en la calle de República de Uruguay número 94, conocida como la Casa de Don Juan Manuel, cuya historía está envuelta en rituales satánicos, asesinatos, infidelidades y arrepentimientos.

¿De qué trata la leyenda de la ‘Casa de Don Juan’?

El inmueble de la zona centro alberga la leyenda de Don Juan Manuel Solórzano, un hombre adinerado que construyó su residencia a sólo unas cuadras de la plancha Zócalo.


Don Juan era un hombre bondadoso que amaba con fervor a su esposa de nombre Mariana Laguna, hija de un minero zacatecano. También era un devoto religioso que acudía cada ocho días sin falta al convento de San Francisco a misa. Era tan grande su creencia que consideró convertirse en fraile e hizo llamar desde España a su primo, Fernando de Aguilar, para que administrara varias de sus empresas, mientras él se dedicaba al estudio parroquial.

A pesar de su noble actitud y de tener casi todo para tener una viva feliz, a Don Juan le llegó un ataque de celos enfermos, obsesivos y violentos. Estaba completamente seguro de que Doña Mariana le era infiel y buscaba cualquier evidencia como un anillo, una prenda o cualquier accesorio que confirmara sus sospechas.

Fue tal la obsesión de Don Juan Manuel que perseguía a su esposa para ver si se desviaba de su camino, para visitar a su amante. Revisaba exhaustivamente el escritorio para encontrar alguna carta que confirmara la existencia de aquel ‘bandido’ que le robó el amor de su mujer.

Al no encontrar respuesta alguna a su angustia, decidió contratar a un brujo que lo ayudara a invocar al diablo, a quien le ofreció su alma con tal de hallar a la persona que le arrebato a su querida esposa.


La leyenda indica que el diablo aceptó el trato del hombre desesperado. Le pidió que saliera de su casa a las 11 de la noche y asesinara a la primera persona que se le acercara, debería repetir el acto todos los días hasta que el ser maligno se le volviera aparecer.

Empeñado en averiguar la identidad del sujeto, Don Juan obedeció las instrucciones del diablo y salió cada noche a la calle. Se resguardaba en los muros y se cubría con una capa oscura. La falta de iluminación dificultaba la visibilidad para distinguir a sus víctimas. Se auxiliaba del sonido de los pasos y a cada peatón que se acercaba le preguntaba:

—¿Perdone que lo interrumpa en su camino señor, pero podría usted decirme qué hora es?

—Las once.

—Dichoso usted que sabe la hora de su muerte

Don Juan Manuel enterraba el cuchillo en el pecho de sus víctimas y los dejaba desvanecidos en medio de la calle que llevaba el mismo nombre. Cada mañana la ciudad amanecía consternada, no se podía explicar ni el origen de los asesinatos ni quién los había cometido.

El hombre adinerado repetía los homicidios a la misma hora, pero el diablo nunca apareció para confirmar la identidad del amante de su esposa. Una noche, tocaron el portón de la casa de Don Juan Manuel para notificarle que una de las víctimas era su tío Francisco Medano. Al día siguiente, el asesinado fue el primo que hizo traer desde España.

Conocedor de los pecados que había cometido, Don Juan Manuel fue a confesarse con el cura del convento de San Francisco. El padre le pidió que acudiera a la horca que se encontraba en la Plaza Mayor y rezara un rosario; al terminar la encomienda le otorgaría el perdón.

La primera noche que lo hizo, el señor salió atemorizado de la Plaza. Había escuchado voces que pronunciaban: “¡Un padre nuestro y una avemaría por el alma de don Juan Manuel Solórzano!”. Acudió al padre para contarle lo sucedido, pero este le ordenó seguir con la penitencia.

Para la segunda noche el hombre visualizó su propio entierro mientras hacía las oraciones. Resignado, le pidió al padre que le entregara la excomunión, ya que tenía el presentimiento de que no sobreviviría a la tercera noche. El cura hizo caso a la petición, pero le encomendó continuar con el rosario. Al día siguiente, el cadáver de Don Juan Manuel se encontraba colgado en la misma horca.

¿Existió Don Juan Manuel Solórzano?

Se han escrito diversos libros y poemas relacionados con la leyenda de la casa de República de Uruguay. Sin embargo, a mediados del siglo XIX fue José Justo Gómez de la Cortina, fundador de la Academia de la Lengua y socio fundador de la Sociedad Mexicana de Geografía, quien confirmó la existencia de Don Juan Manuel Solórzano, pero la historia real no dista mucho de los relatos urbanos.

Fue un hombre adinerado que llegó a México alrededor de 1612 y fue mano derecha del Virrey Lope Díez de Aux y Armendáriz, marqués de Cadreita, quien estuvo a cargo de la Nueva España entre 1635 y 1640.

Juan Manuel Solórzano y el virrey, además de ser compañeros de negocios, fueron muy buenos amigos. Situación que ocasionó que se generaran diversas envidias entres los señoríos y gobernantes.

El rey Felipe IV tenía una grata impresión tanto del virrey como de don Juan, ya que se encargaron de solucionar los problemas de piratería en el puerto de Veracruz.

A mediados de 1640, Francisco Vélez de Pereira, un alto funcionario de la ciudad, acusó a Lope Díez de corrupción, quien huyó rumbo a España para evitar ser cancelado. Sin embargo, Don Juan no corrió con la misma suerte.

Francisco Vélez de Pereira aprovechó que don Juan Manuel Solórzano estaba en la prisión para chantajear a la esposa con favores sexuales a cambio de la liberación de su marido.

Mientras estaba encarcelado, Solórzano se enteró de los actos de infidelidad de su esposa. Con tal de constatar los rumores que había escuchado, pidió ayuda a un viejo socio llamado Prudencio de Armendia y sobornó a los guardias para salir de prisión.

Tras varias noches ocultándose entre las sombras, Don Juan Manuel logró descubrir los engaños de su esposa. Y en venganza por la traición, decidió asesinar a Francisco Vélez de Pereira a las afueras de su residencia en plena oscuridad.

El caso representó un problema para el gobierno, porque demostraba la corrupción de los funcionarios contra personas adineradas en la cárcel. También para el virrey, porque el asesinato manchaba su buena reputación ante su majestad.

Sin explicación alguna, un día al salir el sol se descubrió el cuerpo de Don Juan Manuel Solórzano colgado en la horca de la Plaza Mayor.

El cronista Artemio de Valle Arizpe combina la leyenda urbana con los hechos descubiertos por Gómez de la Cortina. En su versión, tras la huida del virrey, Don Juan Manuel pudo evitar la cárcel, pero decidió quedarse en su casa durante meses. El encierro le perturbó su mente y con el tiempo empezó a tener un ataque de celos hacia su esposa...

¿Cómo es la ‘Casa de Juan’ y qué ha sido del recinto?

Los relatos señalan que la vivienda de Don Juan Manuel Solórzano fue destruida, pero como muestra de su existencia se crearon placas que rescataban la leyenda, de hecho es considerada de las primeras historias de asesinos seriales en México. En su lugar se construyó uno de los tantos palacios señoriales que se crearon en la época colonial.

El recinto también es conocido como la Casa del Conde de la Torre de Cossío y fue de los últimos inmuebles que se le otorgaron a condes y marqueses de la Nueva España. Se edificó en 1791 y fue entregado a Juan Manuel González de Cossío, quien fue condonado por el rey Carlos III en 1773.

La facha está cimentada principalmente con tezontle, piedra rojiza muy distintiva entre los edificios del Centro Histórico. El marco de las ventanas y de las puertas fueron labrados en cantera, que es de color blanco grisáceo. El portón principal todavía conserva los montantes de metal originales, que significaban signo de riqueza en el siglo XVIII.

En los niveles superiores se pueden observar los ventanales de madera y palcos con rejas de hierro. En la parte superior del edificio se observan gárgolas en forma de cañones, colocadas como recordatorio de que el propietario era un capitán general del ejército. Además, se encuentra una torre cubierta de azulejos poblanos, aspecto que lo distingue de las demás construcciones de su tipo.

El propietario Juan Manuel González de Cossío fue nombrado cónsul de la Ciudad de México, organizador del Regimiento Blanco de Toluca y caballero de la Orden de Calatrava. De acuerdo con el arqueólogo del INAH, Loth López Ramos, el Conde de la Torre de Cossío también era uno de los descendientes del emperador Moctezuma Xocoyotzin.

¿Cuál es la actualidad de la ‘Casa de Juan’?

En la actualidad, la Casa de Don Juan Manuel forma parte del catálogo que ofrecen las agencias dedicadas a la organización de bodas, XV años, fiestas temáticas o eventos empresariales.

Otros los lugares que estas empresas ofrecen para la organización de eventos son: el museo Polyforum Siqueiros, el Papalote Museo del Niño, el museo Casa de la Bola, el Casino Español, el exconvento San Hipólito, Museo Jose Luis Cuevas, el museo Diego Rivera, el antiguo Colegio de San Ildefonso.

La Casa de Don Juan también es ocupada hotel bajo el nombre Casa MX y sus habitaciones pueden ser rentadas en plataformas como Booking, Trivago o Pricetravel.

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