En los últimos diez años se han incrementado en la Ciudad de México los niveles de amoníaco, un elemento característico de la lluvia ácida. Pero, ¿a qué se refiere esto y qué daños provoca?
La lluvia ácida es una precipitación con elevadas concentraciones de ácido sulfúrico y nítrico. Esta se detectó por primera vez en Inglaterra en 1872, ocasionada por el uso de carbón y aceite como combustibles. El término se le debe a Angus Smith, quien estudió la contaminación industrial en ese país.
De acuerdo con la UNAM, la acidez natural de la lluvia depende de la región y de la época en la que se mide. En promedio se estima que tiene un pH de alrededor de 5.6, es decir, ligeramente ácida, y se debe a la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera, que al reaccionar con el agua forma ácido carbónico. Si el pH es menor a 5.6 se considera ácida y es producto de la presencia de óxidos de nitrógeno y de azufre que reaccionan con el agua de la atmósfera produciendo ácido sulfúrico y nítrico.
¿Qué causa la lluvia ácida? De acuerdo con expertos, este tipo de precipitaciones se generan porque las plantas de energía, fábricas, viviendas y automóviles liberan dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno hacia la atmósfera. Estas sustancias suelen mezclarse con la humedad del aire y forman ácidos. Una vez que estos ácidos se han formado, el viento puede transportarlos largas distancias y depositarlas en forma de lluvia, nieve o granizo.
Hay una buena noticia: la lluvia ácida no afecta directamente a la salud de las personas.
“No se ha encontrado que tenga efectos en la salud. A la gente que se mojó durante esa lluvia no le pasó nada, y, si algunas personas tuvieron problemas de las vías respiratorias fue porque se empaparon. No debemos satanizar a la lluvia porque cada vez que llueve todo reverdece”, explica la doctora Rocío García Martínez, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.
Pero, aunque esta lluvia no afecta la salud de los seres humanos, sí tiene un delicado impacto ambiental, pues las precipitaciones ácidas disuelven minerales y otros componentes de las rocas y el suelo, generando productos tóxicos que son arrastrados por la lluvia a los ríos y lagos, que junto con la acidez del agua, provocan daños a los bosques y vida acuática, disminuyen la productividad en los campos de cultivo.
La UNAM refiere que “la gran mayoría de las obras arquitectónicas de la antigüedad construidas con piedra caliza y mármol han desaparecido o están en vía de hacerlo, ya que su principal componente, el carbonato de calcio, reacciona con el ácido sulfúrico, formando sulfato de calcio, que es arrastrado por el agua o penetra en la roca donde se acumula y cuando la piedra se seca, ésta cristaliza, ejerciendo presión sobre ella y provoca que la piedra se resquebraje”.