Culturas

‘Mamá desobediente’: el llamado de Esther Vivas contra la idealización de la maternidad

‘El ideal de la madre perfecta es inasumible, indeseable y tóxico’, comenta en entrevista.

La periodista y socióloga española Esther Vivas cuestiona la romantización de la maternidad en el libro 'Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad'. (Mireia Bordonada)

En su libro más reciente, Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad (Ediciones Godot, 2021), la periodista y socióloga española Esther Vivas (Sabadell, Barcelona, 1975) cuestiona la idealización de la maternidad y plantea la necesidad de rebelarse contra esos modelos.

Publicado primero en España en 2019, donde lleva 11 ediciones, y disponible ya en librerías mexicanas, se trata de un ensayo sociológico y periodístico que incluye referencias históricas y literarias, así como testimonios de muchas mujeres, que tiene su origen en la experiencia personal de la autora, quien tardó cinco años en concebir a su hijo y lo hizo a partir de una fecundación in vitro.

Desde una perspectiva crítica, Vivas echa mano de estos elementos para responder a las preguntas que se formuló a raíz de su experiencia con la maternidad, y cuyo resultado son una serie de reflexiones, apoyadas en datos duros, que plasmó en Mamá desobediente, del cual habla en entrevista por videollamada desde Barcelona, donde reside.

¿Por qué ser una mamá desobediente, a qué debería desobedecer una madre?

Por un lado, creo que como mujeres tenemos que desobedecer al mandato de la maternidad porque esta será deseada o no será, y por otro creo que si nos convertimos en madres, hay que desobedecer al mandato de la maternidad patriarcal: esa madre abnegada, que no tiene otros intereses más allá de la crianza, y que además tiene que ser una superwoman: con un cuerpo perfecto, siempre disponible para el empleo, que nunca se equivoca ni fracasa. Hay que rebelarnos contra ese ideal de la buena madre, de la madre perfecta, porque es inasumible, indeseable y tóxico: nunca llegaremos a ser esa madre y tampoco es deseable que seamos esa mujer que no tiene vida propia más allá de sus hijos y el marido.

¿Por qué es importante mirar la maternidad desde una perspectiva feminista?

Porque es una experiencia que tienen millones de mujeres en el mundo y que debe de ser vivida libre de abuso y de violencia, con plenitud de derechos. Es el feminismo quien tiene que abrazar y defender el derecho a un parto respetado, a una licencia de maternidad, a no ser discriminadas por ser madres, a poder conciliar vida personal y laboral, a una lactancia materna satisfactoria... Durante mucho tiempo el feminismo se ha mostrado reacio a integrar la maternidad en su agenda, ha sido un tema incómodo porque el patriarcado ha secuestrado históricamente esta experiencia de manera reaccionaria y conservadora. Pero la maternidad es un tema en disputa con el patriarcado y con el sistema neoliberal, el feminismo tiene que disputarles el relato de la maternidad.

Una de las ideas principales del libro es que la maternidad y la crianza nos implican a todos, ¿por qué es una responsabilidad colectiva?

En una familia la maternidad es responsabilidad de la madre y del padre, si es que lo hay, y lo es de la sociedad porque se trata del cuidado de la salud física y mental de niños y niñas que van a ser los adultos del día de mañana. Y porque, a pesar de que nos han dicho que las mujeres somos cuidadoras por naturaleza, la capacidad de cuidar y criar la tenemos tanto mujeres como hombres.

La maternidad, como también expones en el libro, la hemos construido a base de mitos: el de la perfección, ser el ángel del hogar y, más recientemente, la superwoman, ¿qué podemos hacer, a nivel individual y colectivo, para ir rompiendo con ellos?

El gran problema es que las madres nos miramos en un espejo que no nos representa. Este ideal nos genera mucho malestar, mucha culpa. Para mí la clave está en entender que estos sentimientos son fruto de ese espejo. La culpa que nos acompaña tiene unas causas estructurales que básicamente asocian a la madre como la cuidadora y a la mujer madre como esa mujer que nunca puede equivocarse. Es muy importante, por el contrario, sacar la maternidad real del clóset y hablar de que la maternidad implica luces y sombras, es ambivalente y contradictoria por definición: hay amor y tristeza, energía y cansancio.

En Mamá desobediente abordas, además, los tabúes relacionados con la experiencia de ser madre. ¿Cómo podemos empezar a acabar con ellos?

La maternidad está rodeada de tabúes y de silencios porque a las madres no se nos permite narrar experiencias reales. Acostumbramos esconderlas tras lo que podríamos llamar “la máscara de la maternidad” y esto genera mucho dolor. Los silencios tienen que ver con cuestiones que chocan con lo que socialmente se espera de nosotras como mujeres y como madres.

En este sentido, desde mi punto de vista, hay tres grandes tabúes: la infertilidad, las dificultades que algunas mujeres podemos enfrentar para tener hijos. Experiencias que no se nombran públicamente porque se espera que las mujeres queden fácilmente embarazadas, cuando las causas de la infertilidad son también socioeconómicas: posponer la maternidad por razones laborales o profesionales hasta una edad en la que se tienen dificultades, y la infertilidad también es masculina. Es muy importante nombrar estas experiencias porque ayuda a normalizarlas y a desculpabilizar a las mujeres.

Otro gran tabú es la muerte gestacional, que también es una experiencia que choca con lo que socialmente que se espera de una mujer embarazada. Hay que visibilizar esta situación para que otras mujeres que transitan esta experiencia no se sientan solas y para que la sociedad reconozca ese dolor, ese duelo, que el sistema sanitario lo acompañe adecuadamente, que reconozcan a esa mujer como madre y a ese bebé como su hijo o hija.

Y un tercer gran tabú es la depresión posparto porque también se espera que una madre que acaba de dar a luz esté enamorada y feliz. Hay muchas mujeres que sufren la depresión posparto pero a veces se les estigmatiza, se les niega ese dolor, ese sentimiento, cuando esa experiencia debe ser reconocida para que quienes la sufren puedan pedir ayuda, tener la atención médica y sanitaria necesaria.

¿Cesárea o parto natural? ¿Biberón o dar el pecho? ¿Cómo te posicionas ante estas disyuntivas?

Yo creo que no debemos nunca juzgar a ninguna madre por su tipo de crianza, por el parto que ha tenido, por la lactancia que realiza. En general las madres no somos la madre que queremos ser, somos la madre que podemos ser en unas circunstancias a menudo adversas. No se trata de generar una guerra entre madres, sino de generar mucha más sororidad, mucho más apoyo mutuo entre mujeres. La maternidad necesita menos juicio y mucha más sororidad.

Por otro lado, es muy importante defender el valor del carácter biológico asociado a la experiencia materna, más allá del social y económico: la capacidad gestante de las mujeres, de parir, de amamantar, porque este valor a menudo nos es negado y las sociedad modernas nos han hecho creer que no podemos hacerlo, lo que nos lleva a relegar estas experiencias en terceros y allana el camino a la violencia y al abuso. Hay que reivindicar estas capacidades desde el feminismo, aunque sea una cuestión incómoda para este porque lo biológico ha sido utilizado por el patriarcado para imponernos la maternidad como destino, pero el feminismo no puede dar la espalda al carácter biológico de la maternidad más allá del carácter cultural que también tiene. Se trata de reivindicar, no de idealizar.

¿Qué urge hacer para erradicar la violencia obstétrica, la cual, como mencionas en el libro, es otra forma de violencia contra las mujeres?

En primer lugar hay que ser capaces de reconocer qué es la violencia obstétrica, porque la hemos normalizado. Consiste en el conjunto de prácticas que llevan a cabo los profesionales de la salud en la atención sanitaria al parto, pero que también se da en el embarazo y en el posparto, y que generan un daño físico y emocional a la mujer. Por ejemplo, que te obliguen a dar a luz sola, que te falten al respeto, que te hagan una cesárea no necesaria o una episiotomía por rutina, que te separan de tu bebé nada más nacer sin motivo, que te impidan darle el pecho… Para acabar con este tipo de violencia lo primero que tenemos que hacer es visibilizarla. Necesitamos crear alianzas con los profesionales de la salud, que el sistema sanitario entienda la fisiología del parto: que necesita tiempo, confianza, respeto hacia la madre y el bebé; entienda que la mujer que da a luz es un sujeto de derechos con capacidad de decisión, que no se le pueden vulnerar ni violar sus derechos.

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