Culturas

Daniela Tarazona: ‘No me interesa la linealidad ni la lógica en la escritura’

La autora partió de un padecimiento neurológico que sufrió para escribir ‘Isla partida’, su tercera novela.

La escritora mexicana Daniela Tarazona publicó recientemente la novela 'Isla partida'. (Yvonne Venegas / Cortesía Almadía)

“En los pasillos de esta novela, una mujer se repite y multiplica. Se desdobla. Una de ellas elige la renuncia y el escape; la otra permanece siguiendo su propio rastro. Algo sucede en su cerebro. En ese trance, cuando sus recuerdos, sueños y miedos se entrecruzan en un presente continuo, ellas se preguntan si el pulso de su deseo es seguir viviendo”.

Así describe la contraportada Isla partida (Almadía, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2021), el libro más reciente de la escritora mexicana Daniela Tarazona. Una novela de la que, como comenta ella misma, “no puedes decir: ‘se trata de, dos puntos…' o ‘A llega a B y luego…'”. Una historia de la que tampoco sería preciso decir que hay una protagonista, pues la escritora establece un juego con las personas gramaticales: “Hice una cosa medio bicéfala, medio desdoblada, en la que hay un ‘tú’ pero hay un ‘ella’ y como que de pronto emerge una primera persona. Me importaba mucho moverme en todas esas identidades”.

Isla partida es la tercera novela de Tarazona (Ciudad de México, 23 de junio de 1975). Antes publicó El animal sobre la piedra (Almadía, 2008) y El beso de la liebre (Alfaguara, 2012).

Para Daniela, cuya abuela era poeta, la escritura surgió de manera natural desde que era una niña: “Empecé a escribir muy niña, poquito antes de la adolescencia, unos años antes, mis diarios. Cuando entraba al universo de esos cuadernos podía configurar una realidad que solamente me hacía sentido a mí. Era algo muy propio lo que yo plasmaba ahí. Me ayudaba a comprender el mundo: cosas que no me gustaban, con las que estaba incómoda, que creo que es una característica de mi personalidad desde muy pronto. Todo eso me ayudaba a entender lo que tenía alrededor y lo que iba viviendo”, cuenta en entrevista por videollamada.

Después vino la escritura de poemas: “Empecé a escribir poemas, creo que no eran muy buenos. Tengo por ahí un libro inédito y algunos poemas sueltos. Finalmente, a partir de conversaciones con mi abuela materna, Olga, que aparece en Isla partida, empecé con la idea de escribir una novela. Pero mi abuela murió y el tema o el tratamiento de esa primera novela cambiaron radicalmente a partir de la primera muerte de alguien muy cercano a mí, muy importante en mi familia. Escribí El animal sobre la piedra a partir de la falta que mi abuela representaba”.

Para la escritora de 46 años abrirse paso en el mundo literario no ha sido particularmente difícil. Estudió Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana, donde también ha impartido clases. Realizó estudios de posgrado en la Universidad de Salamanca, España. Ha trabajado y colaborado en suplementos y revistas de México y España. Además, ha sido becaria del programa Jóvenes Creadores y es miembro del Sistema Nacional de Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca).

Sin embargo, Tarazona es consciente de que, en la época en que empezó a escribir y a publicar, las mujeres la tenían más difícil.

“Veo un cambio muy grande de cómo era escribir para una mujer en ese tiempo, al principio de los años 2000, 2005, a cómo es ahora. Me parece que antes las puertas que se abrían para las mujeres incluían muchísimos requisitos que cumplir, muchos más que para un escritor hombre. Uno tenía que escribir mejor, entregar antes, escribir más, ser mucho más eficaz porque la competencia era muy dura. Creo que ahora eso se ha ido equilibrado. Es muy distinto el trato que uno puede recibir como escritora. Incluso la lectura misma me parece que se ha modificado: cómo se recibe el libro de una escritora ahora y cómo se recibía en esos tiempos. Ha sido un cambio rápido en cierto sentido y muy importante”, comenta.

Una escritura sin linealidad ni lógica

Actualmente, Tarazona está por terminar el manuscrito de su cuarta novela, por lo que ya se puede hablar de algunas constantes en su obra. La fragmentariedad es una de ellas: “Tengo la característica de trabajar sin una estructura. Mi trabajo podría parecerse al de un bordado, que por cierto dicen que bordar es muy del signo de cáncer, yo soy cáncer. O sea, empiezo en un punto y voy agregando alrededor. Por ejemplo, pienso en un personaje y luego en una escena. A partir de esa escena se me ocurren otras posibles. Ya luego hago un ensamblaje de todo. Como no me interesa la linealidad, no ha sido realmente un problema para mí, pero de pronto si ha habido lectores y lectoras que me han dicho, por ejemplo, que El beso de la libre, que es una novela muy irrespetuosa del tiempo, es muy extraña”.

“Pero no me interesa para nada la linealidad, la lógica ni nada de eso, no son temas míos. No sería buena para escribir acerca de ellos ni de esa manera”, subraya.

Lo que sí forma parte del proceso de escritura de Daniela Tarazona son los cuadros sinópticos, que trabaja en hojas rotafolio, para seguir las líneas narrativa y simbólica de sus historias.

“Cuando ya llevo un buen trecho del manuscrito, tengo la necesidad de ordenar toda esa caída de escenas. Entonces hago mapas, como cuadros sinópticos con los capítulos, que son las líneas narrativas. Voy poniendo en una hoja de rotafolio los capítulos y los símbolos que aparecen y voy enlazado, diciendo ‘aquí apareció esto, aquí esto otro’. Esa vinculación me puede dar algo más, es como hacer una relectura de lo que escribí. Porque otra cosa que no hago es regresarme, salvo cuando ya llevo un buen número de páginas, unas 60 cuartillas. Tampoco corrijo desde el principio para retomar. Más bien, veo el párrafo inmediato anterior y sigo. Solo regreso si alguna cosa me salta o es muy ilógica”.

Como la de sus novelas anteriores, la estructura de Isla partida es fragmentaria. Se trata, esta última, de una novela muy personal que surgió del análisis de las descargas eléctricas “exageradas” del cerebro de la autora.

“Fue un proceso de escritura larguísimo, de muchos años. Surgió a partir de la necesidad de dejar, comprender o transformar una época de mi vida en la que tuve una serie de padecimientos neurológicos o de manifestaciones particulares en mi cerebro. Yo quería ir apuntando todo lo que veía, que percibía en los momentos incluso más críticos. El proceso de escritura fue muy difícil, muy complicado. Primero porque, cuando ya me sentía bien, me costaba muchísimo traer todas esas sensaciones y plasmar realmente su lógica en el texto. Es como cuando estás asustado y puedes decir lo que sientes, pero una vez que pasa el tiempo eso que sentiste se escapa. Es una novela que tardó tiempo también porque yo necesitaba encontrarme en otro lugar y en otro periodo de mi vida para poder darle unidad y poder cerrarla”, cuenta.

Isla partida, que Daniela presentará este viernes en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca, incluye imágenes que son parte del “Análisis espectral del electroencefalograma” que la autora se realizó en 2014.

“Pensé que la isla partida sería una imagen que podría remitir al cerebro, a este órgano partido. Una división que nos hace distintos a los demás, que nos da particularidad, individualidad y diferencia, y al mismo tiempo es algo que tenemos en común con los otros: nuestra capacidad cerebral. La isla partida es la noción del aislamiento, de la incomprensión, de la soledad que sentimos muchas veces en momentos críticos y que sentimos que no podemos conciliar con los otros o que los otros no pueden comprender”, explica.

Tarazona describe Isla partida como una novela poco convencional y arriesgada, si bien, entre risas, no descarta escribir todavía algo más arriesgado. Isla partida, sin embargo, no es una novela ininteligible. Al problema neurológico de la protagonista, se suman otros hilos narrativos: la muerte de su madre a causa del cáncer, la excentricidad de su abuela poeta. Todo, escrito desde una vena poética que hilvana sueños, recuerdos y estados de ánimos relacionados con la soledad, la tristeza y la inconformidad con el mundo. Una razón por la que la escritora decidió acompañar la  novela con una canción “más celebrativa”, que se llama “Gira el sol”.

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