"No tienes que quemar libros para destruir una cultura. Solo has que la gente deje de leerlos". Con esta cita Ray Bradbury nos deja una reflexión necesaria sobre la importancia de la lectura; la historia de la humanidad habita en la palabra, y más aún, en la palabra escrita. En los libros, además, se mueven las ideas que a su vez han movilizado los grandes cambios sociales del mundo. No es poca cosa el acceso a la lectura, es una parte fundamental del derecho humano a la cultura.
Mucho se ha dicho en estos días sobre la supuesta cancelación de la Feria de Remate de Libros del Auditorio Nacional, pero no se ha ahondado lo suficiente en sus implicaciones. ¿Por qué si hay 153 ferias del libro al año a nivel nacional, de las cuales la mayoría se llevan a cabo en la Ciudad de México, es tan significativa esta? En un país en el que la industria editorial produjo 294 millones de ejemplares en 2017 y tuvo un promedio de 3.8 libros leídos al año por persona, resulta muy importante que esos ejemplares lleguen a manos de la gente antes que a la trituradora.
De acuerdo a Carlos Anaya Rosique, presidente del consejo directivo de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, la importancia del remate radica en dos cosas: permite dar acceso a los libros a un público que por razones económicas no puede acudir a una librería y, al mismo tiempo, evita que los libros que no tuvieron salida comercial suficiente sean destruidos. Es decir, los libros que las editoriales llevan al remate tendrían que triturarse si no logran venderse, pues son parte de sus activos. Destruir libros en un país donde hay tantas carencias, tanto en la economía ciudadana como en el fomento a la lectura, resulta sumamente doloroso y José Alfonso Suárez del Real, secretario de cultura de la Ciudad de México, está consciente de esto. En entrevista, comentó que no solo es una prioridad fundamental que se siga llevando a cabo el remate, sino que este conserve su vocación original.
Si bien la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México ha reafirmado su compromiso con el remate, asegurando que no se trata de una cancelación sino de una reubicación, las implicaciones del cambio de fecha no son menores. El remate de libros siempre se ha llevado a cabo durante Semana Santa, un hecho que claramente ha abonado al éxito de la feria. El año pasado más de 244 expositores y 500 fondos editoriales recibieron a lectores que, como cada año, se desplazaron de distintos puntos de la ciudad y de los estados para aprovechar los descuentos. Para los editores, es sumamente importante que el cambio de fecha coincida también con un periodo vacacional para así poder recibir este flujo tan importante de visitantes de toda la República, razón principal por la que, para la mayoría de las editoriales, resulta la feria más redituable del año – mucho más que la FIL Minería o la del Zócalo.
En este sentido, la Secretaría de Cultura ha propuesto que se realice durante el mes de julio, sin embargo, algunos editores no están convencidos, pues a pesar de que se mantenga la tradición de llevar a cabo el remate durante las vacaciones escolares, de no escoger bien la sede puede resultar desastroso por una simple razón: la temporada de lluvias. Se ha mencionado, por ejemplo, la posibilidad de reubicar la feria a la Glorieta de Insurgentes, una propuesta que entusiasma al propio Anaya Rosique, pero que genera dudas entre los libreros, pues además de no contar con el espacio suficiente para todos los expositores, se tendría que hacer con carpas. Lo mismo sucede con la propuesta de realizar el remate en la Plaza de la República, un espacio al que se le ha buscado inyectar nueva vida con la nueva administración, pero que tampoco convence a muchos editores por ser también una sede al aire libre.
La idea de la Glorieta o la Plaza cobra sentido en el contexto del proyecto del nuevo gobierno de la capital, que busca que la cultura tome las calles. La noción de que la cultura debe estar presente y accesible en el espacio público para ser parte de nuestra vida cotidiana es sin duda importante, sin embargo, otra de las prioridades de esta administración es también la incorporación de la tecnología y, en particular, la conectividad, un tema que el propio Suárez del Real ha resaltado en relación con la feria. Para que la reubicación garantice las condiciones del remate, el secretario de cultura de la Ciudad considera fundamental que la nueva sede tenga una conectividad eficiente para así asegurar que se puedan realizar ventas con tarjeta de débito o crédito y, de esta manera, tener ventas exitosas para las editoriales. En este sentido, se ha discutido la posibilidad de reubicar el remate a Los Pinos, no solo por ser un nuevo proyecto cultural que ha estado al centro del discurso político del nuevo gobierno, sino porque ahí se garantiza la conectividad necesaria para estas transacciones, ya que, de acuerdo al secretario, cuenta con una de las mejores redes del país.
No sorprende que Anaya Rosique hable de una difícil negociación para lograr la reubicación del remate, pues deben conjuntarse factores tan diversos y complejos como espacio disponible, accesibilidad, conectividad y protección de condiciones climatológicas, pero más allá de estos elementos pragmáticos, irse del Auditorio tiene también un dejo nostálgico; ahí también nació y creció otra feria, la Feria del Libro Infantil y Juvenil, la cual se mudó después al Cenart. Pero quizás sea tiempo de que el remate siga el camino de la FILIJ y abandone ya el nido. Quizás, siendo optimistas, la necesidad de su reubicación sea también una señal de su madurez.