En 2002 la humanidad seguía con vida pese a las voces apocalípticas que dos años antes habían pronosticado el fin del mundo. Lo que sí estaba llegando a su final era una época de la industria musical y del entretenimiento en general.
Entre los causantes estaban cuatro chicos de clase obrera de Sheffield, Inglaterra, que se hacían llamar los Arctic Monkeys, y que hoy la prensa internacional considera los salvadores del rock.
Por primera vez desde su aparición a finales de los 80, el mercado del CD registraba una caída de 5.1 por ciento, según un informe de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica publicado ese año. No eran buenos números para una maquinaria que aún se regía bajo las viejas reglas de las regalías, que dejaban a las disqueras con la rebanada más grande del pastel.
Enclavados en su pequeño universo de rebeldía adolescente y nostalgia por el pasado, Alex Turner, Jamie Cook, Andy Nicholson —quien después sería sustituido por Nick O'Malley— y Matt Helders eran amantes del disco físico, fans del rock oldie, la primera ola punk y curiosos del rap norteamericano, según consta en el libro Arctic Monkeys: Whatever People Say They Are... That's What They're Not (2013), de Ben Osbourne.
Poco sabían esos muchachos de Napster, Ares y MySpace, las tres plataformas digitales en las que se podía descargar e intercambiar música de forma gratuita. Una especie de Spotify, pero sin mensualidad ni comerciales.
Si la incipiente banda tenía un ejemplo a seguir, ese era The Strokes, el grupo estadounidense del momento que había irrumpido un año antes en la escena internacional con su crudo rock de garaje y su look de Ramones del nuevo milenio.
En el Reino Unido, el britpop aún burbujeaba, y la industria estaba cautivada entre dos extremos opuestos: la nueva sofisticación electrónica de Radiohead tras el lanzamiento del Kid A (2000) y el éxito de Coldplay, que con su pop pegajoso había logrado vender 13 millones de copias de A Rush Of Blood To The Head (2002).
No había lugar para una banda que quisiera revivir las viejas glorias del cuatro por cuatro o la sencillez del punk.
Sheffield tenía por entonces la fama de ser la cuna de propuestas tan dispares como Def Leppard, The Human League, Pulp y Joe Cocker. Los Arctic aprovecharon la apertura musical de su ciudad y tocaron en cuanto lugar pudieron. Sin paga. Además, acudieron a un estudio improvisado para grabar —en malísima calidad— un disco que titularon Beneath The Boardwalk, en honor al Boardwalk, el club nocturno más grande en el que habían actuado.
Fama inesperada
La eureka provino de un amigo de la banda cuya identidad se desconoce. A él fue a quien se le ocurrió quemar el álbum en una computadora, convertir las canciones en formato MP3, hacer decenas de copias y distribuirlas en los autobuses que salían de Sheffield hacia distintas ciudades del Reino Unido.
"No nos molestaba regalarlos porque no habíamos hecho esas grabaciones para ganar dinero. Y eso hacía mejores las tocadas porque la gente se sabía las letras", dijo Turner a Prefix Magazine en 2007.
Para 2004, los Arctic abarrotaban escenarios, pero ninguno se lo tomaba en serio. Los cuatro han admitido públicamente que en sus inicios sólo se consideraban una pandilla de jóvenes que causaban problemas para desaburrirse.
"Era mejor tocar la batería que servir cervezas en el bar", declaró el baterista Matt Helders en 2006. Ni siquiera Turner —que repartía su tiempo entre atender mesas y estudiar sicología— estaba seguro de su talento. Era tan tímido que en un principio sólo tocaba la guitarra y dejaba que sus letras fueran cantadas por su amigo Glyn Jones.
Esa vocación lúdica sin pretensiones comerciales los llevó a componer en 2005 I Bet You Look Good on the Dance Floor, su primer éxito, una canción sencilla, rápida y estridente que habla sobre un chico tímido y torpe que se enamora de una chica que baila al ritmo del electropop.
"En el momento en que la prensa los descubrió, los fanáticos ya estaban dos pasos adelante, intercambiando canciones en MySpace y chismeando sobre la banda en Messenger. Los Arctic decepcionaron a las grandes disqueras cuando éstas se enteraron de que el grupo ya había firmado con el sello independiente Domino", cuenta Laura Snapes en How Arctic Monkeys' debut single changed the music industry, artículo publicado en The Guardian en 2015.
Los Arctic se enteraron que eran todo un fenómeno digital cuando el periodista Dave Park los entrevistó en 2006, poco después de haber lanzado Whatever People Say I Am, That's What I'm Not, el tercer álbum debut más vendido en la historia del Reino Unido. En aquella charla, Park les comentó que eran muy populares en MySpace. "Nosotros ni siquiera sabemos qué es eso", respondió Turner.
Para cuando fueron invitados a su primer Reading Festival, en 2005, no fue necesario hacer promoción. Cuatro mil personas abarrotaron el escenario en pocos minutos. Turner se erigía como la nueva cara del rock indie, con sus amplios jeans azul cielo, su rostro con acné y sus playeras a rayas, que lo hacían parecer más un estudiante de excelencia de ciencias de la computación que el frontman de una banda de rock.
ACUDE
Viernes
Lugar: Tecate Pa'l Norte 2019 (Parque Fundidora de Monterrey)
Hora: 24:10
Domingo 24 de marzo
Lugar: Foro Sol
Hora: 18:00 horas
De pronto, medios como NME o Rolling Stone los bautizaron como los gurús de la música digital, categoría que ellos rechazaron e incluso bromearon sobre los problemas que tenían para prender una computadora.
Turner aún tiene alergia al mundo cibernético. No tiene Twitter, Facebook ni Instagram. El último disco de la banda, Tranquility Base Hotel & Casino (2018), es un trabajo electro acústico en el que se cuestiona, entre otras cosas, el progreso tecnológico de la humanidad.
Durante la ceremonia de los BRIT Awards de 2014 —en la que el R&B y el hip hop se llevaron casi todos los galardones— Turner dijo: "El rock simplemente no desaparecerá. Podrá hibernar de vez en cuando, hundirse nuevamente en el pantano, como tantas veces lo ha hecho, pero siempre está esperando allí, a la vuelta de la esquina, listo para regresar a través de los lodos".
Al día siguiente, al más puro estilo del Tío Sam, NME publicó una portada dirigida al grupo: Rock and Roll Needs You.
Y es que en tiempos en los que ya ni siquiera Roger Daltrey o Robert Plant creen en el poder del rock, los Arctic aún se juegan todas sus cartas por la transgresión del sudor y la guitarra.