Esta noche, el tenor mexicano regresa a Bellas Artes después de cuatro años, para protagonizar La condenación de Fausto, de Hector Berlioz, que presentó recién en Moscú. Listo para integrar a su repertorio papeles dramáticos, en mayo debutará como Rafael en El gato montés, de Manuel Penella Moreno, en la LA Opera, y en julio, como Rodolfo en Luisa Miller, de Verdi, en Barcelona. También se prepara para cantar.
Ha interpretado al Fausto de Berlioz y de Gounod, y a Mefistófeles en el de Boito, ¿cómo aborda a cada personaje?
Es interesante analizar a los personajes y unirlos en un solo intérprete. En el montaje de Moscú, el protagonista es un amargado; en México lo estamos trabajando distinto, como un hombre con esperanza. Esa es mi interpretación; si no tuviera esperanza, pues que se suicide en el primer acto y así la gente no tendrá que verlo sufrir los tres actos. Pero la tiene, incluso dentro de la desolación y la melancolía.
Hay tenores que deben esperar la madurez para integrar a su repertorio obras de Verdi o Puccini, ¿cómo ha sido en su caso?
Dentro de su repertorio hay óperas menos dramáticas, por ejemplo he hecho muchísimo La Traviata, que es una ópera lírica. Estoy empezando a cantar papeles más dramáticos; hace unos meses debuté Cavaradossi de Tosca, el primer papel dramático de Puccini que hago.
¿Qué le permite abordar estos roles?
Don Plácido Domingo describe mi voz como un tenor lírico fuerte. Pero no puedo decir que soy un tenor dramático, porque entonces me van a ofrecer solo piezas dramáticas. Un lírico fuerte tiene la flexibilidad de irse a lo ligero y a lo dramático, por eso lo más difícil de mi carrera ha sido decir no a ciertos personajes, como Manon Lescaut, una de las obras más dramáticas de Puccini que me ofrecían desde que tenía 26 años. De Verdi también rechacé varias óperas, incluso Otelo.
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“Los años sin duda me han enseñado mucho más que cualquier clase de técnica”
¿Por qué los ha rechazado?
Porque podría dañar mi instrumento. Se necesita una madurez artística y también emocional, son papeles con sufrimientos más adultos. Idomeneo, que es un rol en el que tengo que sacrificar a mi hijo para los dioses, lo canté antes y después de ser padre, ¡no te imaginas la diferencia! También canté Icon Plácido Domingo (I Due Foscari de Verdi), él es mi padre y a mí me meten en la cárcel por un crimen que no cometí. A cada rato menciono que mis hijos me están viendo preso y verán al final cómo me ejecutan, todo eso tiene un peso enorme, si lo hubiera hecho antes de ser padre, de sentir lo que es dejar a alguien que me necesita, no sería posible. Los años sin duda me han enseñado mucho más que cualquier clase de técnica.