Culturas

Enrique Ponce, un enamorado del toro mexicano

Enrique Ponce se deja ver de cuerpo entero, con esa percha que le ha ganado el aplauso del respetable en las plazas.

Estampa máxima del toreo, Enrique Ponce concede una larga entrevista a Tiempo de Toros, de El Financiero-Bloomberg. Se deja ver de cuerpo entero, con esa percha que le ha ganado el aplauso del respetable en las plazas en las que se ha presentado.

Háblenos de su temporada americana, los públicos y plazas donde tenía mucho de no torear...

En Aguascalientes, Monterrey y Guadalajara hacía como 15 años que no toreaba. Me ha hecho mucha ilusión volver. Me siento muy querido en toda la República, las plazas se están llenando, y tanto el resultado artístico como la asistencia del público va muy bien.

¿Cómo ha encontrado al toro mexicano en esta temporada?

Es un toro que se adapta, o yo me adapto muy bien a él, soy un enamorado del toro mexicano, con la manera que tiene de embestir, tan particular, tan propia de un encaste que es el Saltillo; es una maravilla cómo han logrado ese toro que embiste andando, con un ritmo, con cadencia, que permite hacer el toreo despacio, como a mí me gusta. En estos años se ha ampliado la cabaña brava mexicana, es bueno para México que se haya abierto un poco el tipo de encaste. Aquí la gente ha recibido bien el Domecq. Hay que felicitar a los ganaderos que han apostado por ese toro español, por el empeño que están poniendo en adaptar el toro a los nuevos tiempos, quiero decir que el volumen del toro ha subido considerablemente, está saliendo un toro muy serio que hace unos años aquí no era normal. Hoy en día en plazas como México y Guadalajara sale un toro que nada tiene que envidiar a uno de España, de plazas de primera categoría.

Se ha crecido el volumen del toro, pero no se ha sacado de tipo...

En España pasó en su momento: cuando se subió el volumen del toro, muchas ganaderías se perdieron y muchas de ellas cercanas a las mexicanas, por ejemplo, Santa Coloma, que sufrió de esa evolución del trapío; las de Joaquín Buendía o Felipe Bartolomé, Dionisio Rodríguez o Ana Romero, que prácticamente han desaparecido. Es muy difícil subir el volumen del toro sin sacarlo de su tipo y sin que se te vaya en cuanto al comportamiento de su embestida. En ese sentido creo que se ha evolucionado muy bien.

Me gusta emocionar y que a la gente incluso se le olvide que ese toro te puede matar; eso sí que es difícil, que se emocionen de ver algo tan bello (...); emocionar con el miedo, cualquiera

En otras ocasiones al toro mexicano se le ha menospreciado por no contar con gran volumen...

Es un error, nadie ha menospreciado al toro mexicano, lo que pasa es que no es un toro con el volumen del Atanasio o Domecq; es más bajito, más recortado, es su tipo. En España los ganaderos, por regla general, son enamorados del toro mexicano y están buscando ese comportamiento de embestir despacio, de humillar, con esa clase y personalidad. Un toro no necesita tener 500 kilos para matarte, nadie puede menospreciar a un toro. Es que la gente piensa que el toro para tener peligro o para transmitir ese miedo tiene que tener 500 kilos o más, pero el miedo no lo transmiten los kilos, lo transmiten las intenciones que tiene el toro y cómo se mueva; que el toro tenga peligro es inminente, y que te juegas la vida delante de él es obvio, pero lo que hay que buscar es la calidad en la embestida y el poder transmitir la emoción del torear bien, por lo menos eso es lo que busco: la emoción por el lado de la belleza. Me gusta emocionar y que a la gente incluso se le olvide que ese toro te puede matar; eso sí que es difícil, que se emocionen de ver algo tan bello como es la fusión de un toro y un torero, y poder crear ese arte; emocionar con el miedo, cualquiera lo hace.

¿Qué le dejó la tarde del 5 de febrero?

Fue una tarde en la que estuve en mis dos facetas como torero: en la primera, de torero artístico, de torear bonito, a gusto y sentir a un toro que no fue tan fácil como parecía. Se metía muy por dentro y le costaba seguir la muleta, tenía que llevarlo muy tapadito y dejar que se resbalara, pero luego tuvo calidad en la embestida, temple y otras grandes virtudes a las cuales me tuve que adaptar para torear despacito. El otro fue un toro manso que costó picarlo, pero se quedó ahí, y hay un momento muy bonito en la faena, al principio, cuando flexionándole se la dejé puesta, lo metí en la muleta, lo encelé un poco y el toro ahí respondió, ahí empezó a embestir. Hubo momentos mágicos.

¿Qué piensa del toro de Los Encinos?

Es un toro con muchísima personalidad, exigente, dentro de esa bravura que tiene, no te regala las embestidas, tú tienes que buscarlas. Por eso la gente le tiene mucho respeto, es un toro que hay que sacarle lo que lleve dentro, y cuando lo tienes ahí, te lo da. Tienes que tener esa capacidad para aguantar esa despaciosidad de la embestida, por eso grandes toreros españoles, grandes figuras, no hay triunfado aquí, porque no se han adaptado.

¿Cuál es la mayor virtud que debe tener la bravura en un toro?

Valoro muchísimo en un toro la humillación, para mí es importantísimo buscarla porque es lo que realmente transmite. Mucha gente piensa que la transmisión está en la movilidad del toro… bueno, depende. La humillación es clave, para mí es un síntoma de bravura importante. El gran misterio de todo esto es haber logrado que el toro bravo humille, es un síntoma de entrega absoluta. Cuando un toro no se entrega, embiste a media altura. Un síntoma de bravura también es que aguante y que dure, también la fijeza, y que esté el toro contigo.

Me considero un loco de los toros, me considero, aparte de torero, un gran aficionado"

¿Qué es más peligroso: un toro bravo o un toro manso?

Todos son peligrosos: el toro manso porque no está contigo, no está entregado, en un momento dado te arrolla, y más si no obedece a tu muleta, embiste buscando una huida. Yo prefiero el bravo, que no se confunda con el toro con genio o malo; que ese no lo tiene nadie; el genio no es entrega, es defensa. ¿Por qué sigue la muleta un toro? Porque es bravo, porque va entregado a lo que busca y lo que quiere coger, esa es la bravura: la bravura es nobleza, es darlo todo hasta la muerte. Por eso me atrevo a decir que el toro bravo no sufre durante la lidia, precisamente por esa entrega que estamos hablando, y es algo que mucha gente no logra comprender, prefieren pensar que el toro bravo es un animal normal, común, como una ovejita o un perrito; el toro bravo es un animal único en el mundo, precisamente porque es bravo, a través de los siglos se ha ido buscando genéticamente la evolución de la bravura, que en un principio era más bien fiereza. Si el toro bravo sintiera ese dolor o ese sufrimiento que algunos piensan que tiene, huiría despavorido y se acobardaría, se pondría a la defensiva.

Treinta años como matador, y temporadas con más de 100 corridas...

Son los momentos y las épocas que te tocan vivir. Esa época de los años 90 en España fue gloriosa, había muchísimas corridas, en cualquier pueblo montaban una feria de cinco o seis corridas, y yo durante 10 años consecutivos pasé del centenar de corridas en España. En el mes de julio toreaba 24 corridas, y hoy en día si toreas tres o cuatro, te va bien; toreaba tarde y noche en algunos lugares… era realmente una locura. Cuantas más corridas toreaba, mejor me encontraba, lo que pasa es que había veces que toreaba hasta enfermo, y eso era lo más duro, pero cada vez que salía a torear, recuerdo de verdad que salía a sentir el toreo y salía lleno. En esa época estábamos Cesar Rincón -que no toreaba tanto, pero tuve con él en el 92 una rivalidad muy fuerte-; toreamos mucho Joselito, Rivera y yo, había una rivalidad muy grande. Éramos toreros más o menos de la misma edad, luego estaban los grandes maestros, estaban Manzanares, Ortega Cano, El Capea, y más veteranos. Fue una época muy bonita de mi vida, tenía una gran mérito torear.

¿Del año 2000 en adelante..?

Me encontré otra generación, la de El Juli. Estaba José Tomás, otros toreros y los mismos de los años 90, que manteníamos el ritmo. Fueron años que seguían siendo muy importantes. La rivalidad siempre se ha mantenido, ahora pues igual con chavales, estoy toreando con toreros nuevos, que les llevo 20 años y que además los he visto crecer.

¿Es usted aficionado a los toros?

Sí, soy muy aficionado a los toros, me encantan, me encanta como todo, me gusta muchísimo la historia del toreo, y me considero un torero en ese sentido, rico, porque admiro y me gustan muchísimo las generaciones anteriores, saber cómo empezó todo, buscar un porqué de cómo ha evolucionado, cómo evolucionaron todos esos toreros que escribieron la historia hasta el día de hoy. Entonces sí, me considero un loco de los toros, me considero, aparte de torero, un gran aficionado: me gusta hablar de toros, explicar también a los más neófitos, para que comprendan porque el toreo no sólo se ve y entra por los ojos, el toreo entra por los poros de la piel, entra por el alma; algunos te llegan y te dicen: "No entiendo por qué". Yo les digo: "No tienes que entender, siéntelo, esto es un arte, ¿o a poco el pintor te tiene que explicar cómo ha pintado ese cuadro? ¿O el músico por qué compuso esa canción? El toreo es igual, y ya tendrás tiempo de ir aprendiendo la técnica y por qué un toro hace así o así... pero ante todo siéntelo, llévate y déjate llevar".

También lee: