Pedro Jiménez tiene 75 años y un par de promesas que cumplir. Camina por la calle con ayuda de un bastón. Las banquetas agrietadas se han convertido en su peor enemigo. La última vez que se cayó debió estar en cama durante 12 semanas. Cada día ingiere alrededor de 10 pastillas para la diabetes, la hipertensión y la neuropatía.
Los dolores ni los achaques le hacen olvidar las promesas que le hizo a su esposa antes de morir. Ya cumplió la primera: dejar de fumar. La segunda, dice, es la más complicada: divertirse. "¿Cómo se va a divertir uno cuando todos los días este mugre pastillero me recuerda que me voy a morir?", se pregunta.
Pero promesas son promesas. Y don Pedro sabe cumplirlas. En sus manos tiene un boleto para ver El acompañamiento, de Carlos Gorostiza, en el Teatro Enrique Lizalde de Coyoacán. Un amigo suyo del STUNAM –donde trabajó durante más de 30 años– le recomendó que acudiera. Como él, hay otra decena de ancianos esperando en la entrada.
Hace ocho años, sólo el 14 por ciento de las personas mayores de 65 años asistía al teatro en México, según un estudio elaborado por el extinto Conaculta en 2010. Una situación que estimuló la creación de la Compañía de Teatro para Jóvenes de Corazón, que con recursos propios y sin apoyos gubernamentales ha iniciado una cruzada para llevar las artes escénicas a este sector, que representa el 10 por ciento de la población total del país, de acuerdo con el Inegi. Se trata de obras de teatro hechas por y para personas de la tercera edad como una forma de contrarrestar la baja asistencia de estos públicos a los recintos teatrales.
Los fundadores de la compañía, José Luis de la Vega, de 65 años, y Gregorio Reséndiz, de 63, consideran que los casi 13 millones de ancianos que viven en México no participan de una oferta cultural digna. "Quizás reciben apoyos económicos modestos, pero no cuentan con opciones de recreación cultural hechas exclusivamente para ellos. Recordemos que son públicos distintos, con necesidades muy diferentes a las de las audiencias comunes", comenta De la Vega, quien es administrador de empresas, pero toda su vida se ha dedicado al teatro, ya sea como actor, productor o director de escena.
El estudio del Conaculta en el que ambos colaboraron arrojó que son dos los principales motivos por los que las personas mayores dejaron de asistir al teatro: los precios (que en muchas ocasiones rebasan los 500 pesos) y los horarios (la mayoría de las funciones en la Ciudad de México comienzan después de las 19:00 horas).
Don Pedro dudaba en ir al teatro justamente porque no quería caminar de noche; no quiere tropezarse y pasar en cama otros tres meses de su vida. Pero cuando se enteró que la función empezaba a las 5 de la tarde, no lo pensó dos veces y tomó un taxi. Su jubilación de 8 mil pesos mensuales no le permite darse muchos lujos, pero admite que 200 pesos es un precio "muy módico" para una obra de teatro.
"Los ancianos se sienten inseguros por salir del teatro en la noche. La mayoría de ellos prefiere hacer sus actividades en el día, cuando todavía hay luz para regresar a casa y así evitar ser víctimas de una caída o de la inseguridad", asegura Gregorio Reséndiz.
La Compañía de Teatro para Jóvenes de Corazón busca satisfacer ese tipo de necesidades no sólo mediante precios y horarios accesibles –hay una promoción que consiste en reunir a un grupo de cinco personas mayores y así cada una sólo paga 100 pesos por entrada–, sino a través de propuestas escénicas que abordan algunos de los temas recurrentes durante la senectud: la muerte, el tiempo, el amor, la nostalgia y la familia.
Este año arrancó la primera temporada de la compañía con dos puestas en escena: El acompañamiento, de Carlos Gorostiza, y Hace ya tanto tiempo, de Vicente Leñero, que dará su primera función el próximo 7 de septiembre. En ambas se aborda el pasado desde distintas perspectivas.
"El pensamiento más recurrente en la vejez es que el tiempo se está acabando y saber que estás jugando el segundo tiempo de tu partido, y probablemente en tiempo de compensación", dice De la Vega.
"Los ancianos nos vamos volviendo como lobos esteparios. Hay un punto en el que nos volvemos muy antisociales, sobre todo los hombres. De hecho, podría decir que el 80 por ciento de nuestro público son mujeres", agrega Reséndiz.
Al final de cada función hay una charla entre actores y público. En estas pláticas, las personas mayores emiten sus opiniones sobre la puesta en escena e incluso manifiestan sus temores o sus sueños y analogan sus vidas personales a las vidas de los personajes. Al final, dicen los fundadores, ese es el objetivo primordial de su proyecto: la catarsis.
"El gobierno debería estar trabajando en el diseño de estrategias de integración para las personas mayores, porque e esta población crece cada año y llegará el momento en que los ancianos representen un gran porcentaje de los habitantes del país. Nosotros apostamos por la cultura y por el teatro, que es lo que nos gusta hacer, pero no podemos abandonar a nuestros viejos como si fueran muebles viejos", señala De la Vega.
La Compañía de Teatro para Jóvenes de Corazón es una iniciativa cien por ciento ciudadana. Todo el dinero proviene de los bolsillos de los fundadores, quienes han solicitado apoyos en la Secretaría de Cultura y en el Instituto Nacional de Bellas de Artes, sin éxito. "Ya nos cansamos de aplicar para tantas convocatorias. Siempre rechazaron nuestras propuestas y por eso decidimos iniciar todo por nuestra propia cuenta y con el apoyo de la SOGEM. Hasta el momento hemos dado funciones para alrededor de 800 o 900 personas, pero no es suficiente", dice Reséndiz.