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Algo similar sucedió con Freddie Mercury. Desde su muerte, la gran novela que fue su vida permaneció añejada durante casi tres décadas en las barricas de la mitología y la memoria. El experimento dio resultados. Hoy se habla de Queen con tanta familiaridad como si Freddie anduviera por ahí, paseándose entre eventos filantrópicos y alfombras rojas. La realidad es que Freddie está metros bajo tierra desde 1991.
No es que Bohemian Rhapsody lo haya resucitado: la resurrección no es necesaria para quien habita en la perpetuidad de la música. Ha abierto, en cambio, otra clase de preguntas: ¿Es en realidad un icono gay? ¿Por qué nunca salió del clóset públicamente? ¿Hizo algo por la comunidad LGBT? ¿Por qué calló tanto tiempo el sida que lo condujo a la muerte?
Según expertos consultados por El Financiero, el vocalista de Queen se convirtió en símbolo gay tardíamente porque en vida nunca hizo alarde de su homosexualidad ni se echó sobre los hombros ninguna causa de la comunidad LGBT.
"La noche en la que Queen visitó Puebla fue memorable porque todos estábamos impactados por el show, pero en realidad nadie tenía consciencia de Freddie como ídolo gay. La veneración de la comunidad LGBT a su figura surgió años después, cuando ya había muerto. Siempre vivió su vida sexual y su enfermedad (el sida) con una discreción admirable para una figura pública", considera el periodista musical y catedrático de la UNAM, Salvador Mendiola.
Freddie nunca fue un tipo normal. Brian May suele decir que fue diseñado por la propia Madre Naturaleza. Un informe publicado en 2016 por la revista Logopedics Phoniatrics Vocology concluyó que el británico era capaz de ampliar su canto a cuatro octavas porque su voz no emanaba de sus cuerdas vocales, sino de sus cuerdas ventriculares, algo que sucede sólo en ciertas etnias eslavas y siberianas. Además, sus dientes y su gran mandíbula también contribuyeron a que su voz tuviera una mayor resonancia.
Lo que nunca pudo comprobar la ciencia fue su turbulenta relación con la homosexualidad, que maquillaba en su vida cotidiana, pero enarbolaba sobre el escenario con todos los rasgos que conforman a un ídolo gay: actuaciones fastuosas y eróticas con vestuario de fantasía, despliegues artísticos barrocos, operísticos y sobredramatizados, sentidos grandilocuentes de la existencia y una vida colmada de excesos y pasiones, según el crítico cinematográfico de Vanity Fair, Juan Sanguino.
Sin embargo, asegura el experto, su negativa a salir del clóset públicamente impidió que se le considerara un icono gay, al grado de que ni siquiera Brian May —con quien compartió hoteles y camerinos durante más de 20 años— conoció a profundidad sus preferencias sexuales. Tampoco lo supo su novia Mary Austin —la enigmática heredera de su fortuna—, quien a menudo recuerda al cantante por los conflictos existenciales generados por su orientación sexual.
En Freddie Mercury: la biografía definitiva (1997), el fotógrafo Mick Rock cuenta que el cantante se "enamoró" del mundo queer cuando conoció clubes del gay power de Nueva York, como Stonewall o The Andvil, donde se realizaban bacanales a las que asistían artistas como Mick Jagger, David Bowie o Elton John. "Los palacios del sexo, los teatros porno, las casas de baños, los bares de cuero, sadomasoquismo y back-room surgían por todas partes y fomentaban encuentros sexuales anónimos. Entonces, las enfermedades sexuales todavía no se consideraban una amenaza seria".
Fue una noche en The Andvil —recuerda Rock— cuando Freddie se fijó por primera vez en uno de los integrantes de Village People, el grupo paródico de los 70 que homosexualizó los estereotipos machistas estadounidenses: el vaquero, el policía, el motociclista, el obrero, el nativo americano y el soldado. "Freddie quedó hipnotizado: nunca volvió a ser el mismo. Esa noche fue su inspiración para el look que adoptaría años después".
Se trata de identidades que se construyen desde la fantasía, explica la antropóloga de la UNAM y experta en estudios de género, Serena Chew Plascencia. "Eso pasó con el propio Freddie, pero también con toda la gente que él influyó en todo el mundo. Queen abrió las nociones de lo permitido en las diferentes identidades que existen fuera de la noción heterosexual y rompió ciertas estructuras heteronormadas".
El sociólogo y experto en estudios culturales del INBA, Jesús Nieto, dice que en los 80, I Want to Break Free fue un himno de liberación sexual, sobre todo porque el orden de la comunidad homosexual era dual: lésbico-gay. Sin embargo, con el paso del tiempo, la canción perdió su valor transgresor porque en las últimas décadas la comunidad ha incorporado más opciones de vivir la sexualidad, como el transexualismo, el travestismo o la intersexualidad. "Freddie en realidad nunca adoptó una estética andrógina como Bowie, sino que se convirtió en un prototipo muy masculino de ser homosexual", observa.
Por eso no es raro, dice Mendiola, que Mercury haya sido, antes que un ídolo gay, un ídolo de masas. "Igual que John Lennon, fue un mártir. Ha significado diferentes cosas en cada época. Hoy estamos valorando al Freddie más humano, porque los mensajes culturales no son estables: se modifican con el tiempo".
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Hoy estamos valorando al Freddie más humano, porque los mensajes culturales no son estables: se modifican con el tiempo
Familia, amigos y biógrafos coinciden en que Freddie nunca fue un hombre de una sola pieza. En un santiamén, podía pasar de la euforia de Another One Bites The Dust a la mea culpa de Bohemian Rhapsody; de las tardes de lectura a la necesidad de fiestas salvajes con enanos, martinis y cocaína.
Poco antes de morir, Freddie dijo a su amiga Montserrat Caballé:
"Cada uno en la vida tiene su camino y lleva su equipaje, y dentro de éste están todas las cosas que debemos cargar hasta el final. Sería inútil tirarlo porque… me lo tengo que llevar".
Nadie sabe —ni hay manera de saber, aunque se hagan mil biografías o mil películas—lo que hubo en esa maleta. No es necesario. Porque Farrokh Bulsara halló la manera de vivir para siempre en Freddie Mercury.