"Martin Scorsese lleva años queriendo hacer esto. Si como productor logras hacerle su sueño realidad, él te reconocerá como a nadie. Pero si fallas, no trabajarás en Hollywood en toda tu vida".
Al escuchar esta voz, Gastón Pavlovich se quedó helado. Pero no por mucho tiempo. Tomó aire, un par de segundos, y le dijo al abogado del laureado director que tomaría el reto. No era la primera vez que alguien intentaba intimidarlo. Por mucho tiempo trabajó en el gobierno federal mexicano: ya sabía lo que era tratar con lobos.
Con la tranquilidad de haber materializado Silence —la única película de Scorsese que había sido rechazada por Hollywood por su temática religiosa y su elevado costo—, Gastón radica en Hermosillo, Sonora. Viaja constantemente para realizar los sueños de Hollywood.
Otra vez de la mano de Scorsese, ha aceptado otro desafío aún mayor: producir The Irishman, la nueva apuesta de Netflix para meterse de lleno a la industria cinematográfica, con estrenos en salas internacionales, elenco de lujo (De Niro, Al Pacino, Pesci) y, por ende, amplias posibilidades de competir en los Premios Oscar.
"Con los requerimientos que Scorsese pedía, The Irishman no era financieramente viable para Hollywood. Comprendimos entonces que debíamos cambiar de camino, no de idea. Y nos fuimos con Netflix. Fue sencillo: Hollywood no quiso poner el dinero; Netflix sí", dice en entrevista este mexicano de 50 años al que no le gusta la fama.
Aunque es actualmente uno de los productores más importantes de Hollywood —con su compañía productora Fábrica de Cine, afincada en México—, Gastón Pavlovich prefiere mantenerse alejado de los reflectores.
Entre el ganado y la frontera
Creció en el seno de una familia ganadera de Agua Prieta, un pueblo desértico al norte de Sonora. Haberse criado en una ciudad fronteriza lo obligó a ver el mundo de una manera distinta: con los pies bien puestos sobre la tierra, pero con la mirada hacia el horizonte. Fue así que cursó la educación básica en Estados Unidos por las mañanas y en México por las tardes.
A los nueve, en el lado americano —porque en el mexicano no había libros—, descubrió su pasión por la lectura. Cervantes, Dostoievski y Víctor Hugo, sus héroes.
Ya en la adolescencia, estudió Política Económica en la Universidad de San Diego. Después se fue a Francia a perfeccionar sus conocimientos en Economía y, luego, más por pasión que por utilidad, tomó un posgrado en Filosofía Antropológica en Roma.
Desde entonces, Gastón supo que su habilidad para los números era tan grande como su pasión por el pensamiento y las letras. Pero sobre todo por las historias.
La vida, finalmente, lo condujo a la administración pública. A principios de 2000, una empresa de 'cazatalentos' lo fichó para que trabajara en Pemex durante el sexenio de Vicente Fox. Su perfil económico-cultural se adaptaba a lo que el mandatario quería: reformar la cultura laboral y social de la petrolera.
Aceptó el reto. Trabajó en un proyecto y… fue rechazado. Fox dijo que era demasiado riesgo. Decepcionado, probó en otras dependencias: en la Secretaría de Gobernación con Carlos Abascal y en la Secretaría de Agricultura con Alberto Cárdenas.
Después recibió una invitación directa del presidente Felipe Calderón para trabajar en el proyecto que conmemoraría el Bicentenario de la Independencia. Aceptó, pero nuevamente su plan fue rechazado. Siempre había un 'pero': el presupuesto, la falta de personal, la nula voluntad política…
"Me di cuenta que así no iba a avanzar nunca. Acepté empleos en el gobierno para ser un factor de cambio, no para perder el tiempo en la burocracia. Pero no fue así. Por eso un día abandoné todo y me dediqué de lleno al sueño que tenía: hacer una película", cuenta.
Desde meses atrás ya tenía escrito el guion de El Estudiante, cinta mexicana que —con el apoyo de Lorenzo Servitje— estrenó en 2009. Poco a poco conoció el mundo del cine: la producción, el rodaje, los castings, los festivales, la promoción, la distribución… Los dilemas del dinero. "Me percaté de que ningún problema me hacía titubear. Haber estado en el gobierno me curtió para saber qué hacer cuando se presentan problemas financieros", asegura.
¿Quién es ese mexicano?
Max Rose (2013), una película protagonizada por Jerry Lewis y aclamada por la crítica, hizo viajar a Pavlovich por el mundo hasta que una noche, en el Festival de Cannes, los representantes de Scorsese se interesaron en "el mexicano" que había producido ese filme. Aquel encuentro cambió su vida para siempre.
Hoy sabe que, quien desee mantenerse en el negocio del cine, debe aprender a ser un camaleón: "El cambio de Hollywood se dará a gran escala y los productores debemos estar listos para nuevas alternativas como Netflix. En tiempos en los que la industria del cine atraviesa por profundas transformaciones de mercado, es esencial que un productor sea un auténtico empresario de la industria".