Culturas

Guns ‘N’ Roses, a tres décadas de su disco debut

A tres décadas del disco que nació en 'la jungla' la icónica banda volverá con su Not in This Life Tour.

En 1980, todos los jóvenes de Lafayette tenían un sueño: trabajar en Cargill, la gran productora y distribuidora de granos de Estados Unidos. En Indiana, incorporarse a una empresa trasnacional era el pasaporte al american dream: un hogar, una camioneta, cerveza y mucho country.

William Bruce Rose Jr. no quería ser granjero. A sus 17 años, este chico de pelos rojizos, que años después sería conocido como Axl Rose, ya había pisado la cárcel 20 veces. Golpear policías, beber en vía pública y alterar el orden moral eran algunos de sus delitos, según cuenta Mick Wall en W.A.R.: The Unauthorized Biography of William Axl Rose (2008).

Su pasado era igual de oscuro: abusos sexuales de parte de su padrastro y desinterés de su madre, según ha contado el mismo Axl en entrevistas. En 1981 recibió un ultimátum de la comisaría: un arresto más y sería considerado criminal del pueblo. Harto de la monotonía, la idea de ser un enemigo público no fue de su total desagrado. Pero si algo odiaba William era a su padre biológico: el mayor criminal de Lafayette en la última década.

Optó por la huida. Llamó a su único amigo, Jeffrey Dean lsbell —quien años más tarde sería reconocido como Izzy Stradlin— y le sugirió emprender una aventura por las carreteras de Estados Unidos, haciendo autostop. Además de su gusto por Aerosmith, Alice Cooper y la mariguana, los hermanaba la adrenalina por el riesgo.

El destino, Nueva York. Llegaron en pocos días, con los bolsillos vacíos y un par de moretones por haber intentado robar cerveza en el camino. Descubrieron que La Gran Manzana no era como en las películas. A principios de los 80 era la ciudad de las pandillas, los asesinos a sueldo y los adictos al crack. Tan sólo en 1981 se registraron 120 mil robos y 2 mil 166 homicidios, según cifras de la propia alcaldía. Los jóvenes deambularon por barrios puertorriqueños y mexicanos. Allí, con sus pantalones de mezclilla entubados y esos paliacates a cuadros, ellos eran los extraños. En Lafayette no había guetos ni inmigrantes; tampoco rock and roll.

Una noche, una pandilla de afroamericanos del Bronx intentó asaltarlos. Como no tenían nada, los golpearon. William fue sometido contra el suelo y sintió una voz en su oído, con un acento urbano que no había escuchado jamás:

—¿Sabes dónde estás? ¡Estás en la jungla, imbécil! Y te vas a morir...

Nunca olvidaron aquellas palabras, que representaron —explica Will— el choque cultural entre la América profunda y rural y la América urbana y cosmopolita. Una batalla que, hasta ahora, permanece constante en las letras de la banda.

Los chicos regresaron a Indiana sólo para comprar dos guitarras y despedirse de sus familias. Escucharon que en Los Ángeles nacían las verdaderas bandas de rock. No les quedaron muchas ganas de volver a NY. Cuatro años después nació Guns N' Roses, con un éxito que iniciaba así:

You know where you are? You're in the jungle, baby, You gonna die!

El crítico musical de The Guardian, Dorian Lynskey, asegura que Guns N' Roses fue la última gran banda de rock que salió de Los Ángeles. Y es que fue en esta ciudad donde Axl e Izzy conocieron a los otros miembros: el guitarrista Saul Hudson (Slash), al bajista Duff McKagan y al baterista Steven Adler.

Sus primeros meses no consistieron en buscar representantes o disqueras, sino en emborracharse y drogarse hasta el hastío. El más obsesionado con formar un grupo era Izzy, pero su adicción a la heroína lo volvió inconstante. No era ningún virtuoso, pero sí el dealer que se coló a las fiestas a las que acudía Mötley Crüe o Poison.

Los chicos se conformaban con consumir alcohol barato, dormir en hoteles de paso y consumir cualquier droga disponible.

Slash era el único británico. Su padre era diseñador de portadas musicales y su madre había diseñado el vestuario de artistas como David Bowie. Era el que tenía la mejor instrucción musical. Su compañero de colegio fue Lenny Kravitz. Sin embargo, sus deseos por escapar del seno familiar siempre fueron más grandes que sus ganas de conservar sus privilegios de clase media alta.

Según cuenta Mick Wall en Last of the Giants: The True Story of Guns N' Roses (2016), las giras del grupo pasaban por clubes de strippers y bares de poca monta. La paga, unos cuantos dólares y mucha cerveza. Durante un año vivieron en un viejo garaje, donde ensayaban canciones que después se convertirían en hits: It's So Easy, My Michelle, Mr. Brownstone y Sweet Child O'Mine, la única balada en un repertorio plagado de pornografía, sexo y desprecio a los inmigrantes (One in a Million).

Nadie daba mucho por ellos, hasta que un visor de Geffen Records, Tom Zutaut, recibió una orden de su jefe, el multimillonario David Geffen: "ve a las cloacas y tráeme una banda".

"En cuanto los vi, supe que tenían algo, que conservaban esa esencia del rock, esa rebeldía que ya estaba perdida entre tanto glam", confesaría años después Zutaut en una entrevista con el NYT.

Firmaron el contrato después de varias reuniones con los directivos de Geffen. "Sabíamos que sólo querían reunirse con nosotros para sacarnos la cena; así lo hicieron muchas veces con otras compañías. Al final aceptamos. Todos acabamos ganando", dice Zutaut.

Cada integrante recibió 7 mil dólares como adelanto. Las grabaciones de su álbum debut, Appetite For Destruction -que acaba de ser reeditado en edición de lujo- fueron rápidas. El disco salió a la venta el 21 de julio de 1987; se inicia con los riffs de Slash y una voz aguardientosa, nada parecida a la del humilde chico que había salido de Indiana cinco años antes:

You know where you are? You're in the jungle, baby, You gonna die!

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