Lo que parecía ser un sueño de libertad en las tierras prometidas de California pronto se convirtió, para miles de jóvenes inmigrantes salvadoreños -que eran devorados por la guerrilla y el régimen militar en su país-, en una lucha encarnizada: no sólo había que sobrevivir, había que hallar una identidad lejos de casa. Antes de aprender de la violencia, de las marcas en el cuerpo, de las señas y tatuajes que los distinguirían con el tiempo, fue la música la carretera que condujo a aquellos caminantes a su zona de rito y de encuentro.
A finales de la década de 1970 los barrios marginales de Los Ángeles eran campos de batalla donde las pandillas buscaban a puñetazos y batazos obtener el respeto y control de los territorios a los que pertenecían. Más que acercarse al sueño americano, los salvadoreños vivieron la pesadilla de las pandillas chicanas y afrodescendientes que ocupaban el lado Este de la ciudad. Indefensos, intentando encontrar el sentido de su existir, los centroamericanos hallaron refugio en la la épica musical del metal.
"En general la gran mayoría de ellos estaban ligados al rock, al heavy metal, a la música pesada; hay que entenderla en el contexto en el que llegan (a EU) y escuchar las letras, lo que dicen esas canciones, que influyen en la manera como ven el mundo", comenta Martín Íñiguez Ramos, profesor de la UNAM y especialista en la historia de la Mara Salvatrucha.
Más allá de las estrellas / en el vacío ancestral / atravesando los escudos de oscuridad / encuentran el amor en una tierra de un mundo desconocido / en donde los hijos de la libertad construyen su hogar... Esto dice la letra de Into the Void, de Black Sabbath. Una lírica que empata perfectamente con el mundo que enfrentaban los migrantes salvadoreños, explica Íñiguez Ramos.
El Salvador atravesaba una crisis de intereses políticos enmarcada dentro de una guerra civil entre un régimen militar apoyado por el gobierno estadounidense y las guerrillas que se habían nutrido del comunismo. Todas ellas tenían una cosa en común: estaban sedientas de sangre joven para enlistar en sus filas.
El gran éxodo de salvadoreños que llegó a Norteamérica en ese entonces ingresó de dos maneras: unos obtuvieron visas de turista y se quedaron; otros no tuvieron más remedio que cruzar sin documentos, arriesgando la vida y con la ayuda de coyotes, tras una una larga peregrinación a través de México y Guatemala.
Durante los años 80 se calcula que migraron más de 800 mil salvadoreños a EU, alrededor de 178 mil provenían del sector rural, mientras que más de 624 mil eran urbanos , de acuerdo con el artículo Guerra y migración interna en El Salvador, 1978-199, de José David Morán, catedrático de la Universidad Centroamericana. La Oficina de Inmigración de Estados Unidos tenía registrados a más de 67 mil salvadoreños que vivían tan sólo en el estado de California en esa década. La misma en la que buena parte de esos migrantes se convirtieron en una de las más temidas bandas delictivas de América: la Mara Salvatrucha. Ama del distrito de Rampart en Los Ángeles, que floreció en las calles de Pico Boulevard y Calle 18.
Cadenas y melenas
Para Íñiguez Ramos, el origen de la Mara Salvatrucha es, en términos culturales, inseparable de la música que sus miembros escuchaban al momento de gestarse.
En El Niño de Hollywood (Debate, 2018), los hermanos Óscar y Juan José Martínez D'Aubuisson coinciden con esta opinión. En su libro rescatan los pocos vestigios que quedan de aquella época originaria de la Mara Salvatrucha, y las descripciones de los integrantes de la banda rompen con todos los estereotipos que hoy se tienen sobre ella: no hablan de hombres tatuados de pies a cabeza; entonces, los Maras se identificaban con largas cabelleras y con cadenas de metal como accesorios.
Los hermanos Martínez explican que el nombre de la MSS proviene del contexto histórico-cultural de los salvadoreños que huyeron de su país: la palabra "marabunta" es una metáfora para denominar al modo en que ingresaron a territorio estadounidense; es decir, en grandes grupos de personas. El "salvatrucha" proviene de un gentilicio acuñado a los centroamericanos durante el siglo XIX; y finalmente señalan que el término stoner se acuña al rock pesado con riffs lentos.
Antes de convertirse en el grupo delictivo más peligroso de Los Angeles, y de extenderse de regreso hacia el sur, los Mara Salvatrucha Stoner (MSS) buscaban una manera de canalizar la rabia y los sanguinarios episodios de su pasado, y fue ahí donde las letras de Ozzy Osbourne y Bruce Dickinson -de Iron Maiden- se convirtieron en sus himnos de batalla.
A pesar de que el heavy metal los arropó durante su noche más oscura, la MSS se constituyó como un grupo de características sectarias: se tomaban muy a pecho las letras de las bandas que escuchaban. Se reunían en cementerios para sacrificar algunos animales y hacer pactos de sangre con La Bestia.
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La gran mayoría estaba ligada al rock, al heavy metal, a la música pesada... lo que dicen esas canciones influye en la manera como ven el mundo”
Se trata, dice Íñiguez Ramos, de seres devorados por el propio sistema que los obligó a huir de su morada en busca de un futuro mejor. La Mara Salvatrucha, destaca, surgen cuando la marginación obligó a esos jóvenes a hacerse escuchar de una u otra manera. "Están gritando desesperadamente: 'aquí estamos'. Entonces, el no tener acceso a la cultura, al deporte, a la educación formal, hace que ellos mismos forjen sus propios lenguajes y sus propios recursos culturales", observa.
Nacidos de dos mundos hostiles, los Salvatrucha Stoner le gritaron a las puertas del infierno californiano eso que canta Iron Maiden en The Trooper: Tomarás mi vida pero yo tomaré la tuya también / Disparás tu arma pero yo correré hacia ti / así que mientras esperas el próximo ataque / mantente alerta, pues no hay regreso".
Así, a cadenazos, encajaron su visión en una tierra que los retaba a conquistarla.