Hasta ahora, la forma en la que se ha abordado la violencia que se vive en México -ya sea la criminal, la de las fuerzas del Estado, la de las desapariciones o la de los feminicidios, entre un largo etcétera- ha dependido de diversos agentes políticos, pero sobre todo del lenguaje de gobernantes, medios de comunicación, grupos sociales y víctimas. Guerra, degradación moral, corrupción; ¿son estos los conceptos adecuados para entender el problema?, se pregunta el filósofo y académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Ernesto Priani.
Cuando estaban por firmarse los acuerdos de paz en Colombia, señala, varios filósofos comenzaron a escribir sobre el conflicto. Algo de ello se encuentra en el libro Intervenciones filosóficas en medio del conflicto, publicado por la Universidad de los Andes. Esas intervenciones de los filósofos, entonces, giraron en torno a tres ejes: uno de ellos fue justicia y política; otro, las transformaciones culturales que es necesario hacer, principalmente la generación de instituciones para disentir. Y finalmente, los temas de la memoria y el olvido.
El objetivo de analizar la vorágine violenta en la que vive inmersa la sociedad mexicana desde una perspectiva filosófica, dice Priani, es sobre todo mostrar que las categorías que se han aplicado para comprender el entorno inmediato pueden ser mejor pensadas y vinculadas con lo que pasa hoy. Porque en México la violencia no es dual, no se trata de una guerra de victimarios contra víctimas o viceversa; la violencia proviene de todos los agentes que la conforman.
-¿Se están utilizando los conceptos correctos para entender la violencia que se vive en México desde 2006?
Vivimos una situación de violencia extraordinaria desde hace muchos años. La reflexión en torno a ella y la manera en la que la describimos suele ser de índole política y está muy atada a posicionar ciertas ideas políticas. En realidad no ha habido una reflexión sobre la naturaleza de lo que estamos viviendo ni hemos logrado las mejores maneras de conceptualizarla. Tampoco sabemos qué la produce o cómo se resuelve. Porque todo gira alrededor de si la llamamos guerra o no, de si hay más o menos policías. Esos son los dos elementos de la ecuación. ¿Pero, y todo lo demás? Porque también existe esa violencia que se produce por el desinterés y por cierta forma mercantil de ver la vida.
-¿Qué tanto la ideología de mercado ha fomentado la noción del dinero fácil, de que el valor de la vida se mide en dinero y productividad?
No podemos dejar fuera al capitalismo como una de las causas de la violencia, sobre todo, el capitalismo neoliberal de finales del siglo XX y principios del XXI. El neoliberalismo convierte a la vida humana en una mercancía y controla los salarios como una forma de restringir el valor del trabajo humano, lo cual genera una situación perversa, tan perversa que asesinar a cambio de dinero hoy puede ser considerada una acción razonable. En el negocio de las drogas, la vida humana es el producto que menor valor tiene.
-Durante mucho tiempo la filosofía y la teología fueron de la mano. Cuando comenzaron a surgir los Estados laicos y Hegel declaró la eventual muerte de Dios, ¿no se cayó después en una falta de espiritualidad?
No sé si la falta de espiritualidad sea el término adecuado, pero sí hay una tendencia de rebajar el valor y el sentido de la vida humana hasta el punto de convertirla en un precio que se puede comerciar. Existen registros estadísticos: el ejército ha matado a tantos civiles, los narcotraficantes han matado a tantos policías. Pero de pronto pareciera que perdemos de vista que estamos hablando de seres humanos. Las estadísticas no nos permiten ver eso. ¿Acaso no hay un valor de la vida humana ahí? ¿Cuál es la dignidad a la que nos estamos enfrentando?
-En El malestar en la cultura, Freud asegura que el hombre es violento por naturaleza y habla sobre la insuficiencia de las normas para regir su comportamiento...
Tanto en Freud como en Hobbes encontramos una violencia originaria, es decir, una violencia como aquello que caracteriza al hombre en su naturaleza primaria. Curiosamente, la violencia que vivimos ahora sucede en las instituciones que fueron creadas para controlar aquélla, que es intrínseca a los hombres. Por eso necesitamos nuevas categorías para reflexionar sobre el fenómeno que atravesamos, porque es una violencia que a veces proviene del Estado, a veces de la sociedad, y que tiene que ver con el mercado y la comercialización. Las ideas de Freud y de otros pensadores ya no son suficientes para entender esta forma de violencia.
-¿Los filósofos mexicanos se han dado a la tarea de pensar esta vorágine violenta?
Hasta ahora no hemos seguido ese ejemplo. Sí se ha intentado intervenir en el diálogo social, pero con una agenda y unas preocupaciones que no coinciden con el problema que enfrentamos. En México, los filósofos tienen un discurso en común: que la filosofía detendrá la violencia. Eso es una fantasía que no tiene ningún sustento.
-AMLO asegura que ya no hay guerra, pero los muertos siguen...
¿Guerra de quiénes contra quiénes, o contra qué? La verdad es que en México los actores de la violencia son todos. Podemos hablar de una violencia sistemática del Estado, pero también de una violencia sistemática de los criminales. La combinación de ambas es lo complicado. Necesitamos encontrar nuevos conceptos y nuevas categorías. En Colombia, los filósofos empezaron a producir material para pensar la paz y para pensar las posibilidades de justicia después de una guerra, y así trataron de entender el contexto para saber a dónde llegar. Es un ejemplo que se puede tomar para poder intervenir desde el punto de vista filosófico una realidad que nos rebasa fuera de toda confrontación política.