Dice la poeta, ensayista y novelista argentina María Negroni (Rosario, 1951) que en realidad un escritor no sabe cuándo empieza la escritura de un libro, puesto que esta es una síntesis de todo lo que el autor ha sentido, leído, vivido y pensado en su vida.
Como buena poeta, la también traductora y académica recurre a una imagen para explicar este proceso: "El poeta argentino Juan Gelman, que por cierto vivió en México muchos años, que era un fumador empedernido, tenía una frase que a mí me resultaba un poquito extraña porque yo no fumo y que me parecía muy interesante que decía 'La poesía es la ceniza que cae del pucho (cigarro)'. Quiere decir que hay un proceso de combustión de la vida que se transforma y cuando se quema deviene palabra, es decir, la vida, la poesía y el arte están íntimamente imbricados. Cuando digo la vida también me refiero a la lectura porque para alguien que escribe la lectura es parte fundamental de la vida, constituye la vida misma, es como tener hijos, como enamorarse, como tener un trabajo, como ir al gimnasio, todas esas actividades se unen con la lectura y enriquecen la vida".
Negroni da lo anterior como respuesta, en entrevista por videollamada, a la pregunta de cómo surgió Oratorio (Vaso Roto Ediciones, 2020), su más reciente libro de poesía. No refiere un momento o una motivación específicos, su respuesta es más generosa y da casi una cátedra de la relación entre poesía, vida y lectura. Y más adelante agregará sobre la primera: "La poesía tiene que ver con la capacidad de hacerle decir al lenguaje lo que normalmente no dice".
Lo que la poeta sí dice de Oratorio es que, después de haberlo leído como lectora y no como autora, le parece algo así como la radiografía de un concierto. "Es como si la voz estuviera desconcertada ante la existencia: ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿Cuál es nuestra historia? ¿Por qué nos vamos a morir? ¿Por qué se nos echó del paraíso? ¿Qué es lo que hicimos mal? ¿Cuál es nuestro problema como seres humanos? Las preguntas que se hacen todos los libros, llamémosles así, sapienciales, que son los libros de todas las tradiciones espirituales del mundo", comenta.
Para Negroni, la plegaria que se hace en Oratorio no es en sí una plegaria a Dios. "Podría serlo porque todo es posible en un libro: no solamente hay una interpretación, eso lo dirá cada lector y cada lectora. Pero, en todo caso, si fuera una plegaria, sería una plegaria espiritual no necesariamente religiosa. O una especie de plegaria profana".
La también autora de Archivo Dickinson (2018) y El arte del error (2016) precisa, además, que la palabra "oratorio" también refiere a un tipo de composición musical. "Entonces, esas dos cosas están en el libro: la música (lo que antes describió como "concierto") y lo profano".
Oratorio abre con un epígrafe del filósofo y teólogo francés Nicolas Malebranche: "La atención es la plegaria natural del alma". Es en este sentido, en el de prestar atención y estar centrado para tratar de entender el mundo y la realidad, que la poeta considera que el libro es una suerte de plegaria profana.
"La conciencia del presente, la conexión, en mi caso, con el centro más profundo de mi propio ser, es la atención, algo muy importante para todos los seres humanos. Vivimos en un mundo que nos está sacando todo el tiempo de ese centro, que nos está distrayendo, nos está planteando urgencias que son imputadas, vivimos corriendo atrás de cosas o de problemas que nos sacan de esa atención. Estar presente en ese centro del ser es la plegaria natural del alma", afirma Negroni, quien ha sido merecedora de la Beca Guggenheim en poesía y ganadora del Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI.
Sobre quién es el interlocutor de esa plegaria, a quién invoca, la escritora comenta que Oratorio le habla a la realidad con mayúsculas, que puede ser muchas cosas. "No sé a quién o a qué se dirige, no sé si podríamos decir que a la realidad última, a la divinidad. El libro lanza preguntas en busca de algo, pero no sé qué es ese algo. También hay agradecimiento por la vida".
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