El estatuto jurídico del Nuevo Mundo es el de la unión real con la Corona de Castilla. Los nuevos territorios no pertenecen a Castilla sino que están unidos a ella a través de la persona del rey y de los órganos gubernamentales que comparten. Por ejemplo, el Consejo de Estado, órgano creado por Carlos I (por el italiano Gattinara, para ser más exactos) en 1520 y diseñado para dirigir la política general y exterior. También comparten el Consejo de Hacienda y el Consejo de Guerra. Quiere decirse que, jurídicamente hablando, el Nuevo Mundo nunca fue colonia de España y sus habitantes indígenas fueron tan súbditos de la Corona como lo eran los españoles peninsulares.
De hecho, hasta el siglo XVIII no aparece en nuestros textos, por influencia francesa, la palabra "colonia". Simplemente porque América nunca fue colonia y el término jamás se empleó en las leyes ni en la Administración imperial. Es un vocablo extranjero y un concepto extranjero que se crearon para aplicarse a una realidad completamente distinta de la América española. Ni en la época de los Reyes Católicos, ni en el tiempo de los Habsburgo se habló de las Indias como colonias. El concepto básico del Imperio español no fue lo que llamamos hoy día colonial. Más bien puede calificársele como de varios reinos de ultramar oficialmente equiparados en su categoría y dependencia de la Corona con los similares de Madre Patria. En general, la Corona no intentó imponer en América algo extraño o inferior lo que regía en la Península.
TÍTULO: Imperio-fobia y leyenda negra
SELLO: Siruela
Las expresiones usadas para referirse al Nuevo Mundo demuestran que a las Indias se les daba idéntico rango que al reino de Castilla. Hasta tal punto eso es así que los reyes crearon un órgano de la misma importancia que el Gran Consejo de Castilla para América: El Real y Supremo Consejo de Indias. El imperio se distingue del colonialismo y otras formas de expansión territorial porque avanza replicándose a sí mismo e integrando territorios y poblaciones. En colonialismo en cambio no. Las diferencias se manifiestan en una multitud de aspectos. Por ejemplo: la libre circulación de personas.
Es incomprensible que los profesionales de la historia usen la palabra "colonia" en contextos que en modo alguno pueden admitirla.