COPA MUNDIAL
El Mundial de Rusia 2018 enterró una manera de entender el futbol.
La reciente Copa del Mundo –coinciden el filósofo Ernesto Priani y el periodista José Gordon en una charla dentro del programa Espresso al Mundial, por El Financiero Bloomberg– fue el punto final de la doctrina guardiolista, que enseñó a ganar a través de la posesión del balón y el barroquismo de los 100 pases perfectos e ininterrumpidos.
Pero también fue –señalan– el inicio de una narrativa realista que recordó la premisa básica del balompié: gana quien mete la pelota en el arco.
Pasolini, el cineasta, planteaba que había futbol poesía y futbol prosa. Lo que predominó en esta Copa del Mundo fue el futbol prosa, es decir, el juego colectivo, explica José Gordon.
Eso no quiere decir que el trabajo en equipo no sea admirable: también hay prosa exquisita e interesante, aclara. "Sin embargo, esta vez ya no fuimos testigos de los desplantes poéticos de los cracks. Las grandes figuras del Mundial fueron los equipos, no los jugadores".
La fiesta rusa –explica el académico de la UNAM, Ernesto Priani– enarboló los valores primigenios del futbol: el sindicato, la garra, el esfuerzo colectivo, el barrio. Eso, dice, fue lo que llevó a la Selección croata a quedarse con el subcampeonato. Los balcánicos jugaron 360 minutos para llegar a la final. Pasaron sobre Dinamarca y sobre Rusia en penales y con Inglaterra se fueron a tiempos extra. Pulmón fue lo que le sobró a este equipo marcado por la guerra.
"Rusia estableció un contraste entre las estrellas y los equipos. Las tres figuras más esperadas –Cristiano Ronaldo, Lionel Messi y Neymar– se fueron rápido. Al final lo que nos quedaron fueron los colectivos. Qué mejor ejemplo que Croacia, con alguien como Luka Modric que optó por el desgaste y el esfuerzo en lugar de la genialidad individual. Sus talentos siempre estuvieron al servicio de su equipo", comenta el filósofo.
Algo similar –observan Gordon y Priani– sucedió con Francia, la campeona del mundo. Si bien era una selección atestada de talentos –Mbappé, Griezmann o Pogba, por mencionar algunos– lo que más destacó fue su forma de tejer los resultados a nivel grupal.
"Se acabó el tiki-taka, el juego que planteaba que, a mayor posesión de balón, mayores posibilidades de triunfo. Hubo un momento en la historia del futbol en que fue así, pero ya no más. El Mundial me recordó mucho a esa escena de Indiana Jones en la que un personaje se prepara para el combate con movimientos casi artísticos de su cimitarra. De pronto, llega Jones y le mete un balazo. De eso se trata el futbol ahora: de fulminar, aunque sea sin elegancia", agrega Gordon.
“
La grandes figuras del Mundial fueron los equipos, no los jugadores"
Las estadísticas no mienten: el 43.19 por ciento de los goles que se marcaron en este Mundial se originaron en jugadas a balón parado. Ninguna Copa del Mundo había registrado este récord. Según datos de Opta, los 169 tantos marcados de esa forma en Rusia 2018 quedaron distribuidos de la siguiente manera: 26 en jugadas de córner, 17 de tiro libre indirecto, 2 de saque de banda, 22 de penalti y 6 de tiro libre directo.
La implementación del videoarbitraje también fue determinante. La justicia, dicen, mermó el azar y la sorpresa. El VAR definió el rumbo de la Copa del Mundo. Alemania, por ejemplo, quedó fuera en la primera ronda por dos goles de Corea del Sur, el primero de ellos como resultado de una repetición, en la que se confirmó que no había fuera de lugar.
"Las distancias entre Selecciones grandes y chicas se acortaron. Hubo un momento en que pensamos que el Mundial podía ser ganado por cualquier Selección que tuviera un poco de solvencia", afirma Gordon.
El de Rusia fue un encuentro de sorpresas, pero también de constantes: Italia ni siquiera clasificó, Alemania no avanzó de la fase de grupos, España fue echada por Rusia en octavos, Argentina fue la gran decepción sudamericana y Brasil no pasó de cuartos.
Salvo por Alemania, lo anterior no debería causar gran sorpresa, dice Priani, pues las otras Selecciones arrastran una crisis de identidad desde hace tiempo.
Hubo equipos, agrega Gordon, que curiosamente rescataron el Catenaccio de una manera más dinámica. Los estrategas, dice, han entendido que el futbol contemporáneo debe ser letal. Priani no tiene duda: "estamos en el horizonte de nuevas naciones que dominen el Mundial".
Ambos aficionados coinciden en que los cruces de las últimas fases fueron inesperados. Pocos imaginaron que Rusia o Croacia llegaran tan lejos. Muchos, en cambio, optaron por lo seguro: Alemania conseguirá el bicampeonato. No fue así. Los choques de las fases finales fueron insospechados. "Como un jardín de senderos que se bifurcan de una manera totalmente borgesiana", dice Gordon.
Rusia no obedeció a la lógica. Francia se llevó la Copa del Mundo con un equipo compuesto, esencialmente, por hijos de inmigrantes. El presidente Emmanuel Macron celebró los goles de Mbappé y Pogba, pero su gobierno planea reducir el periodo de tramitación de las demandas de asilo para frenar la inmigración a su país. Bajo su mandato, Francia expulsó en 2017 a casi 15 mil inmigrantes, 14.6 por ciento más que en 2016.
"Muchos dicen: África ganó. Pero es engañoso. Quienes ganaron fueron ciudadanos franceses. Estos jóvenes encontraron en Francia oportunidades que jamás hubieran tenido en sus países de origen. Lo que sí ganó fue la multiculturalidad y la diversidad racial", acota Priani.
Ya no hay Jamaicones
Los sistemáticos fracasos de la Selección mexicana fueron explicados durante mucho tiempo a través del mal del Jamaicón, un defecto del que han sufrido muchas generaciones de seleccionados mexicanos al "achicarse" ante los equipos grandes por temor a triunfar en el extranjero.
Sin embargo, observan los entrevistados, la Selección nacional de hoy ya no tiene Jamaicones. Nunca antes el equipo mexicano había tenido a tantos jugadores militando en Europa. ¿Entonces, cuál es la razón del fracaso, otra vez, del conjunto verde?
"Ya tenemos a los jugadores en las mejores Ligas. ¿Por qué se repite el mismo patrón? Hay un pánico al triunfo y una inseguridad permanente ante la perfección. La Selección Mexicana es un reflejo del mexicano", afirma Priani.
Quizás todo radique no en la preparación física, sino en la educación sentimental: al final, la Selección nacional es un reflejo más de la idiosincrasia del mexicano, concluyen.