Culturas

Monsiváis y su consultorio

Juan Guillermo López escribe sobre cómo se retoma a uno de los mejores Carlos Monsiváis en el libro 'El consultorio de la Doctora Ilustración'.

*Juan Guillermo López

Mi reino no es de este rumbo

CM

¿Qué hacer cuando entras a un salón atestado de intelectuales, artistas de toda laya, críticos de todas las artes y nadie te saluda, nadie voltea a verte, nadie te pela?

¿A quién acudir cuando estás consciente de estar escribiendo la mayor obra de la literatura del México contemporáneo; La Muerte sin fin de la última quincena, El laberinto de la soledad del próximo suplemento y el Pedro Páramo del siguiente libreto del Negro y nadie te lo quiere publicar?

¿Quién puede ayudarte cuando te sabes la secretaria de Cultura idónea para la Cuarta Transformación o la que va a convertir a las agregadurías culturales de Marcelo en las sedes de los nuevos apostolados de la nacionalidad identitaria urbi et orbi y los morenos ni voltean a verte?

¡Ay, lamentémonos, mexicanos! ¡Cantemos la ausencia ya para siempre de nuestro espejo humeante! ¡No está ya entre nosotros la Doctora Ilustración (Ph. D.)!

Las primeras veces que tuve que llamar por teléfono a Carlos Monsiváis y él, agotado después de pasar la mañana pegado a la bocina, contestaba "¿Bueno?", con voz chillona y decía "No está, no está", refiriéndose a sí mismo. Las primeras veces me desconcerté, por supuesto, pero ya empezando a conocerlo, una vez, en lugar de "Dígale que le llamé", pronuncié: "Padre y maestro mágico", a lo que él, con su voz de siempre respondió: "… liróforo celeste que al instrumento olímpico y a la siringa agreste diste tu acento encantador", y me quedé helado sin recordar en ese momento lo de "panida, Pan tú mismo".

En adelante se convirtió en un juego y un reto. "¡Milagro, milagro!" y él casi sin dudar respondía: "Mis manos florecen. ¡Rosas, rosas, rosas en mis manos crecen". Puros lugares comunes, los versos que todos sabemos por recitados: "… y la parra que se afianza entre sus grietas," y él debía responder "y macetas, y macetas, y macetas…".

"Su eminencia", me enseñó a saludarle el querido René Solís, a lo que él, siempre un paso más allá, murmuraba: "Su paternidad".

Ese fue el Carlos Monsiváis que conocí y quise más, un entrañable amigo que en ocasiones llamaba para compartir sus decepciones o sus furias ante las "traicioncitas" del subcomediante del trapo en la cara o de la Patricia del mercado que mejor se vendía.

También, entre otras cosas, fui su editor: desde la primera versión de Los mil y un velorios a Las tradiciones de la imagen, juntos corrimos muchas aventuras.

Ante su ausencia, y con la complicidad de los queridos Rubén y Bety, sus inseparables primos, fraguamos compilar las pequeñas genialidades encerradas en las cápsulas de El consultorio de la Doctora Ilustración (Ph. D.), un libro al que El Fisgón ha sabido imprimirle su sello de cariño compartido en un prólogo en el que, entre otras cosas dice:

Monsi era macizo,

era bien ojete,

escribía sus textos

con AK-47.

Si uno muy mamón

se sentía muy divo,

Monsi lo aplacaba

con su cuernito de chivo.

Como dicen en el barrio, por ahí por San Simón, para cabrón, cabrón y medio.

Léalo

Carlos Monsiváis

El consultorio de la doctora ilustración (ph.D)

Bajo el sello Malpaso Ediciones, este libro reúne los mejores textos de la sección homónima que el periodista publicó con un aire sarcástico muy vigente en estos días. Seleccionados, anotados y prologados por Rafael Barajas El Fisgón.

Con ese espíritu decidí que era el mejor momento para recuperar al mejor Monsiváis, el jovial, el desmadroso, el llorado y recordado. Y eso no es nada. Habiendo tanto Monsiváis y tanto desconsuelo; habiendo tanto de su voz y tanto júbilo adelantado, ahí viene ya El regreso de la Doctora Ilustración (Ph. D.), tan temido como el del Charro Negro, el del El Santo o el de Blue Demon, al alimón con Lorenzo Meyer.

¡El mejor Monsiváis!

*Editor de Malpaso Ediciones

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