Culturas

Notre Dame... aquello que el fuego no pudo devorar: la memoria

Aposentada donde se construyó el primer templo católico de Francia, la Catedral de Notre Dame es considerada desde el siglo XII la cabeza, el corazón y la médula de París.

Si, como dijo Henry Miller, París es el lugar donde el mundo se manifiesta como el matadero que es, lo que sucedió ayer en la Catedral de Notre Dame confirma esa aseveración.

Hubo algo, sin embargo, que el fuego no devoró en la que es una de las mayores tragedias de Occidente: la memoria.

Porque como Dios, Notre Dame es omnipresente. Más de ocho siglos de historia la han convertido en la dama más versátil de París. La misma que puede acompañar a Víctor Hugo en sus viajes literarios que al terco agente de viajes que vende visitas guiadas por 20 euros.

Es el lugar donde el jorobado Quasimodo se enamora de la hermosa gitana Esmeralda. Historia que nació a principios del siglo XIX en la cabeza de un Víctor Hugo dispuesto a defender el arte gótico de los fundamentalistas que querían quemar todo lo que tuviese que ver con gárgolas medievales. Y que acabó en los 350 millones de dólares que recaudó Disney con su película animada de 1996.

También es el sitio donde La Maga y Horacio fundieron sus almas entre la humedad del Sena y el verde de los abetos. Texturas que conoció bien Julio Cortázar cuando escribió Rayuela (1963) en el Hotel Esmeralda -que está ubicado justo frente a la Catedral-, donde hoy la gente aún pregunta en Tripadvisor: ¿en qué habitación durmió Cortázar?

Notre Dame también es el lugar adonde el poeta Charles Baudelaire solía acudir embriagado en licor de ajenjo para descubrir que la multitud también es otra forma del aislamiento: "El que no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo en una muchedumbre atareada".

Acaso la misma soledad que sintió la mexicana Antonieta Rivas Mercado cuando decidió darse un balazo en el corazón frente a la figura de Jesucristo a causa del rechazo de su amado José Vasconcelos. Todo un escándalo para la sociedad porfiriana.

Sus gárgolas, sus columnas, sus cúpulas, sus puertas, pero también sus historias, la hicieron Patrimonio de la Humanidad desde 1991.

En 1830, Friedrich von Raumer registró en sus Cartas de Francia: "Estuve en Notre Dame, donde comenzó todo el universo parisino. Vi desde su torre la monstruosa ciudad; ¿quién construyó el primer edificio? ¿Cuándo se caerá el último para que el suelo de París se vea como el de Tebas y Babilonia?".

Fue en este lugar donde los celtas celebraron sus ritos religiosos y donde los romanos después erigieron un templo a Júpiter. El gobierno francés calcula que unas 13 millones de personas visitan cada año esta catedral aposentada en la tierra en la que se construyó el primer templo católico de Francia, justo en la Isla de la Cité, que hasta el siglo XII era considerada —según la versión del cruzado Guy de Bazoches— "la cabeza, el corazón y la médula de París".

Allí, en 1429, se coronó el rey Enrique VI de Inglaterra durante la Guerra de los Cien Años y, casi cuatro siglos después, en 1804, Napoleón Bonaparte se autoproclamó Emperador después de una revolución que dejó una nunca aclarada lista de tesoros robados de la catedral. Desde 1182 se cantaron los primeros Te Deum en honor a las victorias del rey Felipe II de Francia, quien había decidido expulsar a los judíos para proteger su reino.

"Notre Dame es uno de esos lugares que todos sentimos nuestro y que a todos nos duele que se destruya. Es una construcción que demuestra de qué forma el arte rebasa a la religión y a la política. Y es, ante todo, una experiencia estética", asegura en entrevista el escritor Alberto Ruy Sánchez.

Estampas icónicas las que regaló Notre Dame en el siglo XX cuando Juana de Arco fue beatificada en 1909 por el papa Pío X o cuando el 26 de agosto de 1944 se celebró la Misa de Reconciliación del pueblo francés tras la liberación de París del ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

"Notre Dame es la invención de un momento en el cual unos arquitectos nómadas descubrieron una manera de edificar una construcción que también fuera una dramaturgia de la luz: conforme entras a la Catedral, pasas de un juego de luces y sombras a la culminación máxima de la luz, donde se cruzan los dos cuerpos del templo", dice Ruy Sánchez. "Eso es una especie de teatro y al mismo tiempo es teología. Su universalidad radica en su historia, pero también en sus múltiples manifestaciones estéticas, que todos podemos sentir".

Infografía: Oscar Castro, Ismael Ángeles y Nelly Vega*

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