Su voz aguda revela que es un niño. Su lenguaje elaborado, lo increíble: es director de relaciones públicas. No es ningún juego. Juan se toma su trabajo con la mayor seriedad. A sus 10 años es jefe de prensa de La Hoja de Árbol, una compañía de ópera que fundó en septiembre pasado con 19 de sus compañeros del Instituto Luis Vives.
La Hoja de Árbol es resultado del Proyecto LÓVA, una iniciativa surgida a mediados de los 70 en EU, que propone transformar el salón de clases en una compañía operística durante un curso escolar completo. La idea es que cada alumno desempeñe una función determinada según sus capacidades y talentos: escenógrafo, libretista, cantante, director concertador, intérprete... Este método de enseñanza, que por primera se aplica en América Latina— ha sido utilizado por la Royal Opera House de Inglaterra y el Teatro Real de Madrid para iniciar a niños y jóvenes en el arte lírica.
Montar una ópera es una empresa compleja y costosa. Por eso resulta extraordinario ver que un grupo de alumnos de cuarto de primaria sea capaz no sólo de escenificar, sino de escribir y producir una pieza operística original.
Renovar la afición
En México, el surgimiento de una compañía de ópera es un acontecimiento por sí mismo. Más aún, una compañía infantil. Expertos de todo el mundo —desde cantantes como Anna Netrebko hasta investigadores como Jaume Radigales— han alertado sobre la falta de renovación de públicos para un arte escénica que para montarse bien demanda miles de dólares, y presupuestos millonarios para mantenerse en los grandes teatros, como el Met de Nueva York o la Ópera de Roma que han enfrentado despidos y crisis económicas desde hace al menos una década.
Quienes saben de esto coinciden en un punto: urge difundir el bel canto entre las nuevas generaciones, cada vez más enclavadas en el entrenamiento digital. Según el INEGI, el año pasado el 53 por ciento de los niños mexicanos de 6 a 11 años utiliza el Internet con regularidad; en el caso de los jóvenes de 12 a 17 años, el porcentaje se eleva hasta 85.
Pero los estudiantes del Vives tienen más ocupaciones en casa que ver memes. Su atención está enfocada en Mira y recuerda, la ópera que ellos mismos crearon para abordar la que consideran una de sus mayores preocupaciones: la falta de atención que reciben de los mayores. El argumento es sencillo: adultos que se convierten en niños a través de un sueño. El objetivo, explica Juan, es que los padres se pongan en los zapatos de sus hijos y recuerden los momentos felices o tristes que vivieron en su infancia.
"Un día en el salón de música decidimos que ese sería nuestro tema. Queremos darle una lección a los adultos porque a veces no nos hacen caso y uno necesita atención para vivir. Luego yo necesito a mi papá para una tarea y él sólo está en su computadora, trabajando", comenta Juan.
Desde 2006 se han estrenado en el mundo más de 300 óperas o piezas de teatro musical gracias a este proyecto. La Unión Europea ha reconocido esta metodología como "una iniciativa de referencia para desarrollar la conciencia y la expresión cultural". El Kennedy Center y la Ópera Nacional de Washington se basaron en ella para diseñar su programa de enseñanza Kids Create Opera: A Vehicle For Learning. Incluso ha sido aplicada en centros penitenciarios, como la cárcel de Valdemoro, en Madrid, donde los internos crearon una compañía.
La encargada de traer LÓVA a México fue Rosa Soliveres, docente del plantel. Para lograrlo tomó un curso en el Teatro Real de Madrid, que avala el programa, que en España se ha desarrollado desde hace una década. "Fue introducido por la maestra de primaria estadounidense Mary Ruth McGinn. Se trata de una iniciativa que fomenta nuevos aprendizajes y responsabilidades en los alumnos. El proyecto es totalmente autofinanciable: los niños vendieron galletas o palomitas para recaudar fondos y así comprar material para la escenografía y la utilería", explica.
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Para que la compañía funcione se necesitan valores como el respeto y la tolerancia
El Instituto Luis Vives —enclavado en la colonia Escandón— fue fundado en 1940 por un grupo de exiliados españoles que llegó a México huyendo del franquismo tras la derrota de las fuerzas republicanas. Uno de esos desterrados era el poeta y filósofo Joaquín Xirau Palau. Es, de hecho, el primer colegio del exilio fundado por republicanos españoles. Los ex alumnos de esta escuela se autonombran como La Generación Nepantla, un vocablo náhuatl que significa "en medio de dos mundos". Su vocación humanista se resume en una de sus frases fundacionales: "nuestra misión no es formar sabios ni atletas, sino hombres dignos de serlo".
Todos los niños debieron pasar por tres entrevistas de aptitudes para formar parte de la compañía. Un profesional de cada actividad —cantantes, iluminadores o escritores— les explicó de qué se trataba su trabajo. Luego, ellos eligieron a qué querían dedicarse y se les concedió el puesto, siempre y cuando cubrieran el perfil.
Hubo a quien le tocó desempeñar más de una función. A Hannah le tocó ser escritora e intérprete. Algo tienen las palabras que le apasionan sobremanera. Su padre es filósofo y su madre sicóloga social. Su gusto por los escenarios es la consecuencia de una abuela actriz que adora. No descarta, sin embargo, ser pintora, chef o fotógrafa. Para ella, el mayor beneficio que le ha traído LÓVA es la amistad. "Antes estábamos más separados. Ahora siento que los conozco más".
Su amiga, Aura, es directora de producción y opina algo similar: "Hoy somos más unidos, la verdad nunca imaginé hacer algo así. Mi función es ordenar todo para que todo funcione. Estoy a cargo del equipo técnico y del equipo de iluminación. Nuestras responsabilidades han aumentado pero me siento muy bien. Esta tarde debo terminar el discurso de entrada".
El Proyecto LÓVA —dice Soliveres— ha hecho que los niños tengan un grado más profundo de comunión y convivencia con los otros, y que sus comportamientos cívicos y emocionales tengan un desarrollo notable.
"Para que la compañía funcione se necesitan valores como el respeto y la tolerancia", explica la tutora de LÓVA. "Los alumnos deben llegar a acuerdos para todo, desde la temática de la obra hasta el vestuario o la elección del cartel. Eso los obliga a argumentar sus opiniones para después exponerlas a sus compañeros. Si no están de acuerdo con algo, deben explicar por qué y respetar a la mayoría: es un ejercicio democrático de todos los días".