Culturas

Perdido y encontrado, el ex primer barítono de la Staatsoper buscará nuevos aires

Tras 18 años alejado de los escenarios mexicanos, Alfredo Daza regresó al Palacio de Bellas Artes con dos montajes.

Tanto como no volver a caminar, al ex primer barítono de la Staats-oper Unter Den Linden, la Ópera del Estado de Berlín, le atemorizaba no poder arrodillarse nunca más en un escenario. Las rodillas destrozadas, dos operaciones y un derrame cerebral le costó haberse enfrentado a unos ladrones a la entrada de su casa a mediados del año pasado. Tuvo que cancelar su participación como Germont en La Traviata con la Staatsoper y su debut como Herman en Loreley, de Alfredo Catalani en el Festival de St. Gallen en Suiza.

Pero resurgió. En octubre de 2017, debutó en Los pescadores de perlas, con la Ópera de Los Ángeles, bajo la dirección de Plácido Domingo.

El cantante poblano ha vivido desde 2004 en Berlín y tras 18 años alejado de los escenarios mexicanos regresó al Palacio de Bellas Artes con dos montajes sucesivos: como el protagonista de Macbeth y como Stankar en un título poco conocido, Stiffelio -que concluyó el pasado domingo- ambos de Verdi.

Antes de esas presentaciones en Bellas Artes, Daza cantó por última vez en el escenario que fue su hogar durante 14 años en Alemania. Decidió ser un artista libre, en la plenitud que ha alcanzado luego del rigor con el que trabajó en la Staatsoper de Berlín, donde cantó por primera vez roles como el Conde de Almaviva en Las bodas de Fígaro, de Mozart; Valdeburgo en La extranjera, de Vincenzo Bellini; el Príncipe Yeletski en La dama de picas, de Tchaikovski; Sharpless en Madama Butterfly, de Giacomo Puccini, Mr. Ford en Falstaff o Giorgio Germont en La Traviata, de Giuseppe Verdi. Un largo recorrido hasta convertirse en un prestigiado barítono verdiano.

¿Cómo fue su despedida de la Staatsoper Unter Den Linden de Berlín?

Oficialmente fue una sola función, pero hubo varias antes. Creo que las últimas funciones se viven con una cierta nostalgia, con alegría también, sentimientos encontrados porque fueron muchos años que canté en ese teatro. Acabé ese ciclo y lo acabé muy bien, fue un periodo largo en el que aprendí muchísimo, me desarrollé como cantante y afortunadamente hubo muy pocas cancelaciones de mi parte, por enfermedad y ese tipo de cosas y, al contrario, hice bastantes relevos para salvar la función.

Habiendo terminado su contrato, ¿regresará a vivir a México?

No. Me quedo en Berlín. Fue un periodo muy bueno, redondo, 14 años que empecé participando mucho con Daniel Barenboim y terminé precisamente en muchas participaciones con él. La última función de La Traviata no fue dirigida por él, pero sí Falstaff y Macbeth. Fue como un círculo que se cerró en la que siempre será mi casa musical. Fueron las circunstancias las que me condujeron a tomar esa decisión: el cambio de repertorio en la Staatsoper, que va a tener más ópera barroca y alemana, junto con el accidente y el renacimiento que tuve, me llevaron a decir, como cantante fijo ya estuvo bueno y a buscar nuevos aires. Llegué cantando papeles mozartianos y rossinianos, hasta llegar a lo que estoy cantando ahorita, que son los papeles verdianos, sobre todo. Fue un proceso de entrenamiento dentro del mismo trabajo, donde crecí y desarrollé mi técnica y escenifiqué muchísimos papeles por primera vez; fue un periodo de aprendizaje y de encontrar lo que soy ahora musicalmente, a muy alto nivel.

¿Qué implica ser un barítono verdiano?

Desde mi punto de vista, no debe confundirse con el barítono robusto, no tiene absolutamente nada qué ver. Habrá quien se oponga a mi idea. Sí se requiere de cierto volumen para cantar con las sopranos verdianas, que son fuertes, pero debe tener el estilo del belcanto y el dramático, sin llegar al verismo. Un manejo de los papeles que Verdi escribió requiere todo tipo de colores de voz, que van desde lo belcantista y pianissimo, sotto voce, con los fuertes de los momentos dramáticos. Hay barítonos dramáticos que pueden abordar papeles como Macbeth, Rigoletto o Yago, pero existe toda otra gama de roles, como el mismo Stankar de Stiffelio, que requieren cierta ligereza. Eso se trabaja técnicamente, pero también es de naturaleza.

Alfredo Daza ganó el Concurso de Canto Carlo Morelli en dos ocasiones, en 1991 y 1995. En 1998 salió de México y no ha vuelto a radicar en su país desde entonces.

Aquí estudió en el Conservatorio de Puebla y el Conservatorio Nacional de Música; continuó su preparación como becario de la Sociedad Internacional de Valores de Arte Mexicano A.C. (SIVAM), que fundó Pepita Serrano, madre de Plácido Domingo. Formó parte del ensamble de jóvenes solistas Adler Fellow de la Ópera de San Francisco.

Desde la temporada 2004-2005, por invitación del director Daniel Barenboim, se convirtió en Primer Barítono de la Staatsoper de Berlín, donde representó cerca de 30 protagónicos. En los últimos años, el Berlin Operngrouppe lo invitó a realizar los estrenos berlineses de óperas poco conocidas de Verdi.

¿Cómo sintió su regreso a casa, al Palacio de Bellas Artes?

Hasta cierto punto difícil, por los horarios de ensayo; los generales son un día anterior a la función porque el Palacio de Bellas Artes cumple con muchísimas funciones, no solamente es nuestra casa de ópera -lo que hace muy meritorio el trabajo de la Ópera de Bellas Artes, es importantísimo subrayarlo-; así que por el número de títulos que presenta con ese ritmo, requiere de un profesionalismo de todos, del coro, la orquesta y los que lleguen a cantar. Para mí fue un retorno muy afortunado, por haber logrado estas dos producciones juntas, creo que ningún cantante lo había hecho antes y con dos títulos tan hermosos. El Stiffelio lo presenté con la Berlin Operngrouppe, un proyecto muy lindo de Felix Krieger, quien dirigió la versión de Bellas Artes, que se dedica precisamente al rescate de obras que no son conocidas.

El debut en Los pescadores de perlas ha resultado un renacimiento, ¿no es así?

La verdad es que para esa experiencia casi no tengo palabras. Fue la primera serie de presentaciones que tuve después de estar en el hospital tanto tiempo, cuando empecé a caminar otra vez. Llegué en muletas a los ensayos y el vuelo fue una odisea con la férula de metal; tuve que tomar medicina para que no se me formaran coágulos en el avión. Estuve en fisioterapia durante los ensayos de una producción muy difícil, tanto que cuando la vi, dije no voy a poder. Lo hablé con los directivos, y tuve el apoyo del maestro Domingo, como siempre, y de la directora de escena; hicieron modificaciones para ayudarme, con mis dos colegas, Javier Camarena y Nino Machaidze. Fue extraordinario, porque en algún momento casi me convencí de que ya no volvería a cantar ni tampoco a actuar.

¿Le teme al destino?

No. No creo en el destino per se, uno se lo arma. Claro, se le tienen miedo a los imprevistos. Pero la valentía se trata precisamente de hacerle frente a los miedos que todos tenemos.

¿Cómo ha vivido su resurgimiento profesional y físico?

Al cien. Llega un momento en el que se olvida un poco lo que pasó, o que tengo una segunda oportunidad, porque voy retomando la calma, la normalidad. Tengo todavía el recordatorio en mi pierna, con este dolor constante que no termina, de que a veces la vida duele, pero hacer lo que amo, vale la pena para vivirla, aunque duela. En Macbeth estuve por los suelos, literalmente y con mucho dolor. Pero empecé con el pie derecho, que además es mi pie bueno. En diciembre voy a cantar el Falstaff para una grabación de la Staatsoper, regreso como artista invitado y seguiré, donde me quieran, como dice la canción.

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