No son pocas las ocasiones en las que en una Copa del Mundo las semifinales ofrecen postales más memorables incluso que las que se observan en la final, a la que se recuerda más bien por la entrega del trofeo.
Los Mundiales tienen varios episodios de mucho futbol, alta tensión y tremendo dramatismo que hicieron más recordados los partidos de semifinal que los duelos definitivos por el trono.
Estos son cuatro juegos de Semifinal que incluso opacaron a las finales de esas mismas justas mundialistas. Muchos piensan que el Francia-Bélgica puede ser más emocionante y de mejor calidad incluso que la final de Rusia 2018. Eso habrá de comprobarse este martes en San Petersburgo.
Ciudad de México / 17 de junio de 1970
Italia vs Alemania 4-3
Es conocido como El partido del siglo, aunque siendo justos habría que decir que fue la mejor prórroga de la historia. El Estadio Azteca lució pletórico para el choque de dos grandes potencias europeas que contaban con futbolistas muy reconocidos y que querían disputar la final del Mundial de 1970. Italia se puso en ventaja apenas a los 8 minutos gracias a un zurdazo esquinado de Roberto Boninsegna que sorprendió a Sepp Maier. La ventaja italiana se mantuvo inalterable buena parte del juego. Alemania, con su capitán y emblema Franz Beckenbauer vendado tras dislocarse un hombro, no se da por vencida y empata sobre el cierre, a los 90 minutos, con un remate de volea de Karl-Heinz Schnellinger. El 1-1 manda a tiempos extra; los más de 2 mil metros de altura y el intenso calor ya habían mermado severamente a ambos equipos, pero ninguno desfallece. Con menos rigor, pero más corazón, se produce un espectacular intercambio de goles. El legendario goleador Gerd Müller aprovecha una pifia defensiva y supera a Enrico Albertosi para marcar el 2-1 apenas a los cuatro minutos del alargue; los tantos de Tarcisio Burgnich (98') y Gigi Riva (104') dan vuelta la historia otra vez antes de que acabe el primer tiempo extra. Müller vuelve a empatar el juego (3-3) a los 110', pero un minuto después Gianni Rivera marca el tanto definitivo que le dio a Italia el premio-trampa de llegar a la final, en la que además de tener que superar el cansancio acumulado, tuvo que enfrentarse al mejor Brasil de todos los tiempos, y así le fue.
Sevilla / 8 de julio de 1982
Alemania vs Francia 3-3
Buen futbol, drama monumental y polémica se juntaron con una fuerza descomunal en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán, donde se definía al primer finalista de España 1982. Alemania Federal y Francia protagonizaron el mejor partido de aquel Mundial, y a la vez una de las mayores injusticias que se recuerden. En la primera media hora de partido ya empataban a uno con gol de Pierre Littbarski y un penalti de Michel Platini. En el arranque del segundo tiempo, el portero alemán Harald Schumacher salió a destiempo para evitar el remate de Patrick Battiston, quien definió desviado entrando al área alemana; el problema es que apenas tocó el balón: el defensa galo recibió un brutal caballazo en el rostro. El saldo fue tremendo. Battiston quedó conmocionado y perdió dos dientes, mientras el árbitro holandés Charles Corver no señaló ni el penalti ni la tarjeta roja que ameritaba. El episodio desnaturalizó el cierre del juego hasta que llegaron los tiempos extra. En ellos ambos equipos decidieron morir matando. Marius Tresor a los 92' y Alain Giresse a los 98' parecían darle la victoria a Francia, pero ya se sabe que Alemania nunca deja de luchar y los tantos de Karl-Heinz Rummenigge a los 102' y Klaus Fischer a los 108', con un acrobático remate, le permitieron empatar el juego a tres tantos y postergar la sentencia, que requirió de la primera serie de penaltis en la historia de los Mundiales. En ella, el guardameta alemán, quien tuvo que ser expulsado una hora antes, contuvo los disparos de Didier Six y Maxime Bossis y le dio a los germanos el pasaje a la final, en la que caerían ante Italia.
Nápoles / 3 de julio de 1990
Argentina vs Italia 1-1
A los tumbos, luego de una fase de grupos muy floja, una victoria afortunadísima ante Brasil y un pase a semifinales opaco tras una dramática serie de penaltis frente a Yugoslavia, la Argentina de Carlos Bilardo se las ingenió -como cuatro años antes, cuando levantó la copa- para llegar mucho más lejos de lo debido. Por eso nadie la daba como favorita ante la anfitriona Italia. Con anotaciones de un peculiar goleador, Salvatore Schillaci y una defensa férrea que no había permitido ningún gol, la squadra azzurra se había hecho fuerte y parecía destinada a llegar a la gran final y repetir como monarca en casa, igual que en 1934. Y en esa semifinal, para más morbo, efectuada en Nápoles, la tierra donde Diego Armando Maradona era Dios, Italia se había mostrado igual de intensa y ordenada. El famoso Il Salvatore di la patria había puesto en ventaja a los italianos a los 17 minutos aprovechando un rebote del guardameta Sergio Goycochea y lo difícil, ponerse en ventaja, parecía hecho. Ahora sólo quedaba mantener el cero como en sus anteriores cinco duelos. Sin embargo, a los 67 minutos, y sin mediar advertencia, un pase de José Basualdo permitió al veloz Claudio Paul Caniggia peinar una pelota y descolocar al gran portero Walter Zenga para empatar el juego, que se trabó intensamente hasta los penaltis. Desde los 12 pasos fallaron Roberto Donadoni y Aldo Serena en los últimos dos disparos, y el sueño italiano acabó en pesadilla. Maradona -que había cumplido desde el manchón- y Argentina, prodigiosa en el esfuerzo, pero gris en su futbol, repetirían en la final.
Belo Horizonte / 8 de julio de 2014
Brasil vs Alemania 1-7
La ausencia de Neymar, que había sufrido un golpe en la espina dorsal ante Colombia en cuartos de final, no era asunto menor. Igual, por jugar en casa, muchos pensaban que Brasil podría resistir ante una Alemania que había avanzado sin convencer demasiado, con triunfos cortos ante Estados Unidos, Argelia y Francia. Ese martes 8 de julio de 2014 en Belo Horizonte nadie pudo anticipar lo que sucedería. Alemania arrasó con Brasil como no lo había hecho nunca antes y no lo hará nunca jamás. Un gol de Thomas Müller a los 11 minutos puso contra las cuerdas al equipo de Luiz Felipe Scolari, que vivió seis minutos terriblemente calamitosos. Entre los 23 y los 29 minutos, Alemania convirtió el triunfo en humillación y fabricó un 5-0 que merecía que el árbitro mexicano Marco Antonio Rodríguez diera por terminado el juego anticipadamente. El silencio de la afición brasileña en Belo Horizonte fue tan sepulcral como con el Maracanazo ante Uruguay en 1950. Se contó días más tarde que en el descanso, conscientes de que todo estaba definido, los alemanes decidieron bajar los decibeles de la intensidad y no ensañarse con su liquidado rival. El problema es que el joven Andre Schürrle, que ingresó como relevo a los 58 minutos, no se enteró del acuerdo y se atrevió a aprovechar la oportunidad agregando dos goles más a la cuenta. Sólo Oscar, al 90', pudo romper el cero brasileño. Ese día debieron darle la copa a Alemania, porque una exhibición de tanta superioridad como esa no la pudo repetir ante Argentina en la final, que ganó con un gol solitario.