POR CARLOS SALINAS DE GORTARI
SEGUNDA de dos partes
6. "Telmex incumplió con el Título de Concesión".
FALSO… PERO SÓLO AL INICIO. En los primeros años posteriores a la privatización, Telmex promovió un impresionante programa de inversión que elevó inmediatamente la calidad del servicio y el desarrollo del sector. A finales de los ochenta se invertían en Telecomunicaciones sólo 16 dólares per cápita. Con la privatización subió a 24 dólares. Eso permitió para 1994 casi duplicar el número de líneas por habitante. El tiempo de espera por una línea se desplomó, pues los usuarios pasaron de esperar dos años por una línea a sólo cinco días. En esos años, Telmex invirtió más de 10 mil millones de dólares y el sector de telecomunicaciones creció en promedio siete veces más que la economía en su conjunto. La productividad por trabajador casi se duplicó. Sus precios bajaron 17% y, de acuerdo con lo publicado en la NBER, en esos años Telmex "no ejerció poder de mercado". A partir de 1996, la regulación ausente y un proceso judicial ineficiente hicieron que Telmex aflojara el paso en la inversión para mantener la calidad del servicio, y prefiriera expandir sus inversiones en otros países o recomprar sus acciones: para 2010 Telmex sólo invertía 7 dólares per cápita, la penetración de líneas por habitante seguía siendo muy baja (la mitad de la OCDE y menor que en la mayoría de los países que tienen el mismo desarrollo de México) y en estados como Chiapas y Oaxaca era la misma que 20 años antes. La autoridad no logró imponer ninguna sanción ante el poder dominante, y desde 1998 el Regulador no obligó a Telmex a cumplir con la publicación de sus Índices de Calidad.
7. "Los recursos que obtuvo el erario por las privatizaciones desaparecieron". FALSO. Tanto los recursos obtenidos de la privatización de Telmex, como los de la banca y el resto, se utilizaron todos para amortizar la deuda pública interna mediante el Fondo establecido en la Tesorería de la Federación de la Secretaría de Hacienda. De este Fondo se rindieron cuentas detalladas al Congreso de la Unión en el Informe sobre la Situación Económica, las Finanzas Públicas y la Deuda Pública. Acciones y Resultados al Cuarto Trimestre de 1994. Con estos pagos, el saldo de la deuda interna se desplomó, pues bajó de 17.5% del PIB en 1988 a sólo 4.6% en 1994. Esto permitió un ahorro permanente en el pago de intereses que absorbían la mitad del presupuesto; al final de mi gobierno sólo eran la décima parte. Con el pago de la deuda interna se redujo lo que generaciones anteriores contrataron y las futuras hubieran tenido que pagar. Además, se ha documentado que al privatizarse, esas empresas dejaron de recibir subsidios públicos equivalentes al 12% del PIB "y se convirtieron en importantes contribuyentes del fisco". Con ese ahorro permanente derivado de ingresos que ocurrían una sola vez, pudimos duplicar el gasto social sin déficit fiscal. Para reducir la deuda interna recurrimos a las privatizaciones y para reducir la deuda externa pusimos en marcha el Plan Brady. El efecto combinado de ambos permitió reducir el saldo total del endeudamiento: en 1988 la deuda pública representaba 59.3% del PIB y para 1994 se desplomó a sólo 19.1% del PIB (Banco de México, Informe Anual 2001, Cuadro A 47, p. 192). La evidencia confirma que lo único que se "volatilizó" fue la "inteligencia" del que lo afirmó.
8. "Las privatizaciones concentraron la riqueza".
FALSO. Este estereotipo es desmentido por los documentos de CEPAL (Panorama Social de América Latina, 1998, 2005). Estos confirman que entre 1989 y 1994, cuando se llevaron a cabo las privatizaciones, el 40% de la población más pobre vio crecer su participación en el ingreso nacional, mientras que el sector con mayor poder económico registró una participación menor, tanto en las áreas urbanas como en las rurales. La CEPAL documentó que "entre 1989 y 1994 se produjo en México un descenso en la pobreza". Por su parte el Banco Mundial reconoció que durante esta etapa del Liberalismo Social disminuyó en siete puntos porcentuales el número de personas en pobreza extrema y moderada. Es decir, contrario al estereotipo, durante las privatizaciones entre 1989 y 1994 casi tres millones de mexicanos salieron de la pobreza, se redujo la desigualdad y se revirtió la concentración del ingreso.
9. "Telmex es hoy un monopolio privado".
CIERTO. La OCDE documentó que, como ocurre en algunos países, "Telmex controla en México el 80% del mercado de telefonía fija y 70% de telefonía móvil. Es una empresa con poder dominante en todos los segmentos del mercado (redes fijas, móvil, banda ancha) y en todas las regiones del país." La OCDE concluye que Telmex, operador dominante, "goza de un poder de mercado duradero que la competencia no está minando y que tampoco está limitado por la regulación de ninguna manera eficaz."
10 "Telmex es hoy una empresa ineficiente y abusiva".
CIERTO. El documento de la OCDE señala: "Sus precios son demasiado altos: los usuarios mexicanos pagan más que los de la mayoría de los demás países miembros de la OCDE. El caso de la banda ancha, la más importante tecnológicamente, es el peor: los precios se cuentan entre los más altos y la tasa de penetración es la menor con velocidades muy lentas. Telmex tiene márgenes de utilidad que duplican a los de la OCDE, y a cambio ocupa los últimos lugares en penetración y el último en inversión per cápita. Altos costos, precios elevados, mala calidad, pocas opciones actúan contra el bienestar de todos los mexicanos."
Slim no heredó su fortuna de Telmex, sino que aprovechó la falta de regulación neoliberal para consolidarse en el surgimiento de un nuevo sector, la telefonía móvil
11 "La privatización de Telmex hizo a Slim el hombre más rico del mundo" FALSO. De acuerdo con los índices de Bloomberg o la revista Forbes, Slim es hoy uno de los tres hombres más ricos del mundo. Antes de la privatización de Telmex, Slim ya tenía una importante fortuna, pues de acuerdo a Forbes "el shock provocado por la nacionalización de la banca y la crisis de 1982 en México, le permitió comprar baratas muchas empresas rentables". En 1995, cinco años después de la privatización de Telmex, Slim tenía un patrimonio de 3,700 millones de dólares pero no figuraba en la lista de los hombres más ricos del mundo. El crecimiento exponencial de su fortuna "coincidió" con la ausencia de regulación gubernamental de Telmex: desde 1997 Slim inició una carrera ascendente en la lista de millonarios de Forbes; para el año 2000, al final de la primera administración neoliberal, Slim ya tenía casi 10 mil millones de dólares y estaba entre los 30 más ricos del mundo; en 2006 su fortuna alcanzó 30 mil millones y ocupó el tercer lugar. Para 2012 ya era el hombre más rico del mundo con una fortuna estimada en 70 mil millones de dólares. Sin embargo, Slim no heredó su fortuna de Telmex, sino que aprovechó la falta de regulación neoliberal para consolidarse en el surgimiento de un nuevo sector, la telefonía móvil, y entró como dominante en ese sector también en América Latina (Argentina, Colombia, Ecuador y Guatemala, entre otros). La fortuna está en América Móvil, la cual nunca fue empresa pública. En 2012 esa empresa valía más de 100 mil millones de dólares. Telmex por su parte quince años después de su venta tenía el mismo valor en términos reales, al incluirse el monto de la inversión realizada durante su expansión.
CONCLUSIÓN:
Los hechos duros comprueban que el deterioro actual de Telmex proviene de la ausencia de regulación durante el neoliberalismo, y no de la privatización bajo el Liberalismo Social. Después de la privatización y durante la instrumentación de esta reforma, el régimen neoliberal permitió durante casi 20 años que Telmex abusara de su posición dominante de mercado. Repetidas violaciones y abusos no tuvieron sanciones graves, como regulación asimétrica ni se exigió separación estructural, de funciones o contable, a pesar de su condición de dominante. La autoridad tampoco exigió que respondiera a las solicitudes de interconexión como establecía el Título de Concesión. El señor Slim resultó un empresario hábil que aprovechó la débil regulación del Estado para establecer la posición dominante de Telmex. También tuvo suerte al entrar al mercado Latino Americano de telefonía móvil cuando estaba barato. Su fortuna descomunal exhibe a gobiernos neoliberales permisivos que durante años mantuvieron una regulación ausente que facilitó su acción monopólica.
La privatización de Telmex fue exitosa porque el Estado dejó de ser grande para ser fuerte; hubo transparencia en el proceso, lo que reforzó el Estado de derecho; y la rendición de cuentas al Congreso fortaleció la democracia. Durante el neoliberalismo, Telmex terminó cuestionada pues a partir de 1995 se debilitó la regulación y al Estado; utilizaron procedimientos poco transparentes de regulación (Cofetel); y claudicaron en la rendición de cuentas (evidenciado también por el Fobarpoa). Todo lo anterior confirma que si bien las reformas trascendentes pasan por tres etapas (primero su debate y reclamo social; segundo su aprobación legislativa; y tercero su ejecución), la tercera resulta la más importante: la forma cómo se llevan a cabo las reformas a lo largo de los años. Por bien diseñada que esté una reforma, ésta fracasa durante su ejecución cuando los gobiernos se vuelven complacientes o cómplices de los monopolios privados. Hay regulaciones esenciales y regulaciones innecesarias.
De otra manera se caería en el absurdo de responsabilizar del desastre en que se encuentra hoy Pemex al acto original de expropiación del petróleo, o señalar que la miseria de los campesinos es responsabilidad de la entrega de la tierra que permitió la reforma agraria.
Un juicio importante sobre la reforma de las privatizaciones se lo podemos dejar a un intelectual orgullo de México. Octavio Paz, premio Nobel de literatura, señaló en 1993: “El proceso de privatización ha desplazado a políticos y burócratas de posiciones clave en el control de la economía. Esto contribuyó a abrir el camino a la democracia.”