"Todos están paralizados".
Esa fue la respuesta simple que me dieron acerca de la forma en que la comunidad empresarial lidia con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tras una reunión celebrada en la Ciudad de México la semana pasada.
Cerca de media docena de altos ejecutivos, que aceptaron reunirse con la condición de que sus nombres y empresas no fueran divulgados, describieron problemas para sortear las políticas y pronunciamientos abruptos del mandatario. La palabra que surgió con frecuencia en relación con su proceso de toma de decisiones sobre los problemas que más los afectan fue "errático".
Transcurridos ocho meses de su sexenio, AMLO cumple su promesa de reducir costos extravagantes dentro del Gobierno.
Repite hasta la saciedad que ya no se tolera la corrupción en las altas esferas de la burocracia y promete que los ahorros generados por sus medidas de austeridad y ofensivas contra ilícitos como el robo de combustible serán destinados a los ciudadanos más necesitados.
Todas esas cosas son bienvenidas por la mayoría de los ejecutivos de negocios, y de hecho, muchos de ellos señalaron que la corrupción se había salido de control en el Gobierno del antecesor de López Obrador, Enrique Peña Nieto.
Sus objeciones tienen que ver con el tambaleante historial del presidente en materia de ciertos proyectos de construcción y contratos firmados hace poco que son revisados o derechamente cancelados. Existe un aire de incertidumbre sobre sus próximas decisiones y varios ejecutivos dicen que ven con atención sus conferencias de prensa matutinas de lunes a viernes en busca de pistas.
Con ese telón de fondo, argumentaron, no hay confianza y nadie invierte. Muchos ven el comienzo de una tendencia a la baja, donde solo se debate la inclinación de la pendiente.
Eso genera interrogantes: ¿Invertir ahora? ¿Esperar antes de invertir? ¿Simplemente mantener los negocios en piloto automático o considerar vender activos? ¿Poner recursos en otros países?
Economía lenta
La combinación de la austeridad de AMLO y la incertidumbre de los líderes empresariales golpea a la economía de forma evidente. Si bien México evitó por poco una recesión cuando se publicaron datos preliminares de crecimiento en el segundo trimestre la semana pasada, su expansión se ha desacelerado considerablemente.
El Gobierno redujo su pronóstico de crecimiento a 1.1 por ciento, mientras que Bank of America y Citibanamex bajaron sus proyecciones a 0.7 y 0.2 por ciento, respectivamente.
Los volúmenes trazados en el mercado bursátil disminuyen y algunas empresas incluso consideran dejar de cotizar o llevar las acciones a otro país. La cartera de ofertas públicas iniciales está casi vacía y los acuerdos de deuda se centran principalmente en renovar vencimientos en lugar de invertir en nuevos proyectos.
Laausteridad del presidente contrasta con sus crecientes desembolsos a Petróleos Mexicanos (Pemex), la petrolera estatal sumida en problemas operativos y financieros. Pese a que las refinerías funcionan a una capacidad igual o inferior al 30 por ciento, AMLO quiere construir en Dos Bocas una nueva refinería de 8 mil millones de dólares y un tren turístico y comercial multimillonario que recorra algunas tierras protegidas en el sur del país.
Después de cancelar el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) de 13 mil millones de dólares que ya estaba en construcción, congelar las subastas de energía y revisar los contratos de gasoductos, la comunidad empresarial espera del presidente una señal que garantice seguridad legal y brinde la confianza necesaria para tomar decisiones de inversión.
AMLO aseguró la semana pasada en una entrevista con el editor en jefe de Bloomberg, John Micklethwait, que respeta los contratos y la necesidad de inversión extranjera. No obstante, para los ejecutivos las acciones hablan más que las palabras.