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Regreso de Sir Paul McCartney se hace sentir en el Foro Sol

Paul McCartney dio su primer concierto a finales de 1993 en el entonces Distrito Federal. Treinta años después el ex Beatle mantiene a su público vibrante durante casi tres horas de show.

Uno, dos, tres… Fueron unos segundos de silencio antes de que estallara la voz de Sir Paul McCartney en el Foro Sol, en la Ciudad de México.

Seis años de silencio se rompieron con la explosión inicial de su voz al entonar ‘Can’t Buy Me Love’, canción con la que el ex Beatle abrió su concierto.

La expectativa era alta. La gente llegó desde temprano al recinto para ver a la leyenda una vez más. Algunos lo habrían descubierto durante su juventud en los años 60 o 70. Otros fueron llevados en hombros por sus papás a conocer al que probablemente ambienta las reuniones familiares.

La última vez que vino a la Ciudad de México, McCartney se presentó en el Estadio Azteca, donde ya había tocado una vez antes. Ahora regresó al recinto donde dio su primer concierto en México en 1993, aunque en ese entonces se llamaba Foro Hermanos Rodríguez, al igual que en el 2012, ya bajo el nombre de Foro Sol.

No había muchos adornos en el Foro Paul, como lo conocen algunos de sus fanáticos. Simplemente un escenario bien iluminado y tres pantallas. Esa misma sencillez se repitió en el espectáculo.

Nada de bailarines, bandas que tocaran antes del acto principal o adornos exagerados. Tampoco es que lo necesitara. El tipo hacía gritar a los más de 60 mil espectadores que caben en el recinto con un movimiento de cadera, un manotazo al aire o simplemente cruzando los brazos.


Esto ya sin importar que ya se empiezan a notar sus 81 años de edad. Con la cara algo chupada, patadas que ya le hacen tropezar al aterrizar y una voz cada vez más rasposa. La duda de su regreso a tierras mexicanas quedaba en el aire, como una pregunta que nadie se atrevía a hacer.

“Se le fueron tres gallos en ‘Sgt. Pepper’s’”, dijo uno de los asistentes a su compañero mientras intentaban cruzar el hormiguero de gente. “Ah, pero, ¿cómo controla a la audiencia?” le respondió, perdonando cualquier error que pudiera haber tenido el artista.

Fiel a su estilo, el ex Beatle, inquieto, cambiaba de instrumento cada tres o cuatro canciones. Pasaba del bajo a la guitarra. Después de un rato se subió al piano, de donde bajaba para tomar el ukulele. Brincaba por todo el escenario para tocar canciones de toda su carrera.

Algunos de sus más fieles seguidores, de esos que le explicaban a sus acompañantes la historia de las canciones, se vieron sorprendidos cuando McCartney tomó guitarra acústica para tocar ‘In Spite of All the Danger’. Esta fue la primera canción que grabó junto a John Lennon y George Harrison, cuando todavía no eran Los Beatles, sino The Quarrymen.

En diferentes puntos, hizo pausas para dedicarle canciones a sus dos excompañeros de banda. Para Harrison entonó ‘Something’, canción con la que empezó tocando el ukelele y terminó en la guitarra.

En tanto para Lennon, su “hermano” como lo llamó en español, ‘Here Today’, tema que le compuso en 1982. Más adelante, el propio John haría una aparición virtual en las pantallas durante ‘I’ve Got a Feeling’.

Mientras que para el cuarto beatle, Ringo Starr, con el que se conformó la banda de forma oficial en 1960, no hubo ni siquiera una mención. “Es que sigue vivo”, justificaron algunos.

La regla de sencillez que parece haber impuesto Sir Paul para dejar a la música brillar por sí misma, únicamente se rompió en una de las 35 canciones que interpretó en dos horas y 40 minutos de concierto.

Fue con ‘Live and Let Die’, tema que escribió en 1973, que explotó un espectáculo de pirotecnia, acompañado de fuegos artículos y cambios de toma rápidos en las pantallas.

El concierto terminó minutos antes de las 12 de la noche, con la promesa de Sir Paul de regresar a México pronto. Las casi tres horas de música no fueron suficientes para los fanáticos. “Me sorprendió que no tocara ‘Yesterday’”. “En otras ocasiones ha tocado ‘Give Peace a Chance en honor a John’”. “¿Cómo no tocó ‘Twist and Shout’?”.

Un personaje como él podría estar tocando seis horas, y aún así faltaría algo. Sin embargo, queda esa promesa de poderlo volver a escuchar, y con ella la esperanza de que ahora sí se acuerde de tocar esas canciones que siempre van a faltar.

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