Olvidado casi siempre. Desaparecido en el mapa. Choix, un pequeño municipio serrano de Sinaloa, se convirtió en la última guarida de Rafael Caro Quintero.
En 2012, la noticia llegó a oídos de las autoridades: el fundador del extinto Cártel de Guadalajara se había enclavado en la región —limítrofe entre dos tierras calientes, Chihuahua y Sonora— para retomar sus actividades criminales y desde ahí disputarle a las células delictivas de Los Chapitos el control de la siembra y trasiego de mariguana.
Pero el pasado 15 de julio, el Narco de Narcos fue sorprendido en la casa número seis del poblado de San Simón, por Max, un perro adiestrado de la Secretaría de Marina. Aquel domicilio —como dirían en México, “sin chiste— se convirtió en el principio del fin del imperio criminal del hombre más buscado por la DEA.
Siempre cerca de sus tierras sinaloenses, custodiado por su gente y respaldado por la seguridad del Mayo Zambada, Caro Quintero puso en marcha el mecanismo de fuga: recorrió 100 metros por el arroyo San Simón en compañía de sus dos guardias, pero no lo consiguió, los Marinos lo atraparon y lo retornaron a su casa.
De acuerdo con Ríodoce, en San Simón hay seis casas, pero sólo cinco se encuentran habitadas. La de Caro tachada con el número seis, tiene puerta de tarima, y luce recién pintada. La recámara, la pieza más grande del inmueble, cuenta con una cama king size, un taburete, y un mueble con espejo. Al lado se encuentra la cocina, con tarja, mesa y seis sillas.
No tiene televisión, ni teléfonos, boiler o regadera eléctrica. No tiene agua potable, pero sí una bomba eléctrica. Mucho menos posee cochera y alumbrado público.
El gobierno de Estados Unidos le sigue la pista al Narco de Narcos desde 1985 por el asesinato del agente encubierto de la DEA, Enrique Kiki Camarena. Por ese crimen, en México Caro Quintero fue sentenciado a 40 años de prisión; sin embargo, fue liberado 12 años antes por un tribunal. El 9 de agosto de 2013, Caro Quintero vio la luz al final del túnel y fue liberado.