En Oaxaca, los zapotecas, el pueblo indígena que habita en Juchitán, reconocen “con naturalidad” desde hace siglos a los “muxe”, un tercer género no binario formado por hombres de nacimiento que se visten con motivos relacionados tradicionalmente con la feminidad, que también suelen ocuparse del cuidado de la familia y tener roles menos masculinos en comunidad.
Así lo ha explicado a EFE el artista y antropólogo muxe Lukas Avedaño, de visita en Barcelona para presentar su obra audiovisual en el festival Berdache, dedicado a la intersección entre arte y género, dos asuntos que han marcado tanto la vida como la obra de este mexicano, que viste entero de fucsia con una enorme falda con mandil.
Mientras a miles de kilómetros de Oaxaca, en la Europa con enormes posibilidades de acceso a la información, aún muchos tienen dudas sobre qué es ser no binario o del tercer género, en la comunidad indígena del Istmo de Tehuantepec entienden que un muxe implica no ser masculino ni femenino desde hace “al menos cinco siglos”, cuenta.
En concreto, dice referirse a documentos del siglo XVI de la primera orden evangelizadora llegada al territorio, los Franciscanos, que registraron por escrito por primera vez la existencia de los muxe, a los que en aquel momento llamaron “sodomitas” del nuevo mundo.
Avedaño define a los muxe como “personas nacidas con aparatos reproductores considerados masculinos o de macho, pero que socialmente o afectivamente no van a vivir desarrollando roles que se esperan que sean masculinos”.
Muchos muxes tienen en la comunidad el rol de cuidar a sus familiares, unos cuidados que dice, en su caso, presta a su madre.
“No es que a mí me hayan dicho: te toca cuidar a nuestra madre por ser muxe. No, más bien he desarrollado como un apego que yo no me concibo viviendo en otro lado, lejos de mi madre. Es el afecto, el cariño, la complicidad que hemos desarrollado”, explica.
Avedaño cuenta que no solo es que entre los zapotecas se “naturalice” el tercer género, sino que los padres “no solo no sienten vergüenza ante un hijo muxe, es que sienten orgullo”.
“Seguramente será porque los zapotecas tenemos un ecosistema cultural menos ortodoxo con relación a la identidad sexual y los afectos. Nadie, da igual su edad o género, se extraña ante un muxe. Ni tampoco los muxes sentimos discriminación”, asegura.
Preguntado sobre qué elementos pueden explicar ese ecosistema particular, Avedaño apunta su teoría: “Antes del tratado de libre comercio en México, el 90 por ciento era tierra comunal. El territorio pertenecía a la comunidad y teníamos nuestras propias dinámicas de producción y también culturales e identitarias”.
“No es que vivamos en una sociedad más matriarcal, pero sí vivimos en una sociedad menos ortodoxa”, añade.
Avedaño explica que muchas veces cuando le entrevistan le preguntan si su comunidad es más tolerante que la mayoría de la sociedad mexicana con las sexualidades no normativas.
“México es muy grande, no me atrevería a generalizar si son más o menos machistas, aunque en cierto modo se pueda decir que sí que culturalmente hace siglos que muchos mexicanos son homófobos y machistas”, señala.
“En cualquier caso, cuando alguien se extraña de que nuestra comunidad sea tolerante con las homosexualidades yo siempre pregunto: ¿no debería la gente preguntarse por qué su comunidad no lo es?”, reflexiona.