Financial Times

¿AMLO es un peligro? Tenemos opiniones divididas

Para muchos, AMLO es un honesto y valiente campeón de la gente común, que derrotará a la clase gobernante mexicana corrupta en las próximas elecciones.

Los mexicanos ya deberían saber lo que piensan acerca de Andrés Manuel López Obrador, después de haber visto al actual favorito en la contienda presidencial en acción en la política de su país durante treinta años y haciendo campaña los últimos doce años en pos de la presidencia.

Para muchos, el hombre conocido como AMLO es un honesto y valiente campeón de la gente común, que derrotará a la clase gobernante mexicana corrupta en las elecciones del 1 de julio.

Pero muchos líderes empresariales e inversionistas lo ven como un demagogo que está estancado en una anticuada ideología de la década de 1970, que causará el declive de la segunda economía más grande de América Latina al estilo de Venezuela.

La última encuesta, de Parametría, muestra que AMLO amplió su ventaja con 35 por ciento de los votos, sobre Ricardo Anaya, quien encabeza una coalición de derecha-izquierda, con 21 por ciento, y José Antonio Meade, del PRI, con 16 por ciento.

López Obrador ha tenido que esforzarse para reparar su credibilidad después de desafiar la estrecha victoria del presidente Felipe Calderón en 2006 y establecerse como jefe de Estado paralelo en la plaza principal de la Ciudad de México, creando caos en el tránsito de la zona. Esta vez ha prometido retirarse a su rancho en el sur de México si fracasa su tercer intento presidencial; incluso si, "se atreven a hacer fraude".

Pero los capitanes de la industria todavía tiemblan ante la perspectiva de un presidente AMLO. "Hay una percepción real de autocracia, autoritarismo y venganza", dice un miembro de la élite empresarial en Monterrey, la capital corporativa del país.

No obstante, las encuestas muestran un clamor por el cambio entre los votantes enfurecidos por la espiral de violencia y los interminables escándalos de corrupción. Muchos han acogido a este candidato que dice que sólo él puede eliminar la corrupción, o se han convencido a sí mismos de darle una oportunidad.

López Obrador, que considera a Fidel Castro como un "gigante" al estilo de Nelson Mandela, es un antiguo agitador. En 1996, bloqueó las instalaciones de Pemex, la compañía petrolera estatal, exigiendo compensaciones para los agricultores y pescadores. Más tarde tildó de "traidores" a los partidarios de medidas que permitirían que las compañías extranjeras ingresaran en el sector petrolero de México.

Hoy, el exalcalde de la Ciudad de México está enviando señales para tranquilizar a los votantes. Promete no dar marcha atrás a la reforma energética de cuatro años que ha atraído promesas de inversión de 200 mil millones de dólares hasta el momento. Él dice que trabajará con el sector privado en proyectos de infraestructura, no introducirá nuevos impuestos ni aumentará los existentes, y ha prometido desplegar servicios bancarios e Internet en áreas que carecen de ellos y centrarse en la educación.

Mientras que sus rivales intercambian acusaciones de corrupción, López Obrador dice que es defensor de la "paz y el amor" y promete establecer una asamblea constituyente para redactar una "constitución moral".

El publicista Antonio Solá, quien en 2006 afirmó que AMLO era "un peligro para México", ahora predice que ganará, con la coalición de AMLO encabezada por su partido de centro-izquierda Morena. "La ira de los mexicanos hacia los políticos corruptos es mucho mayor que su miedo al candidato de Morena", dijo a Imagen Radio el mes pasado.

López Obrador -el mayor de siete hijos, proveniente del estado sureño de Tabasco, cuyos pasatiempos son el béisbol y la historia- es una figura apta con cabello plateado.

Sus opositores se preocupan por la amnistía propuesta por AMLO para los capos de la droga y por su nacionalismo económico, por ejemplo, su plan para invertir en las refinerías mexicanas de petróleo y dejar de importar los actuales 550 mil barriles por día de gasolina.

También temen que un hombre que dijo "al diablo con sus instituciones" en respuesta al resultado de las elecciones de 2006 que según López Obrador fue un fraude, sería un volátil homólogo del presidente estadounidense Donald Trump justo cuando el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte no está nada claro.

Serían "dos presidentes con temperamentos similares, ambos muy seguros de su propia influencia, que trabajarían en un entorno no institucional y se centrarían en sus propias creencias individuales sin mucha orientación", dijo Shannon O'Neil en el Consejo de Relaciones Exteriores.

Pero el estilo oratorio de AMLO, salpicado de coloquialismos, su aire de hombre de pueblo, su austeridad personal y sus años visitando todos los municipios mexicanos le han permitido establecer una poderosa conexión con los votantes.

Las encuestas muestran que disfruta de mayor apoyo tanto entre los jóvenes como entre los mayores de 50 años de edad, así como entre los graduados universitarios y aquellos con una educación limitada. El PRI, sin embargo, todavía lo supera en las áreas rurales.

"El desafío", dice Alfonso Romo, su jefe de gabinete si es elegido, "es que Andrés no asuste a la gente. En este momento, no podemos dar un mal paso".

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