La secretaría de asuntos estratégicos en Brasilia se encuentra en un insulso edificio ministerial en el medio del "plano piloto" -el trazado urbanístico en forma de avión de la modernista capital brasileña.
El trabajo de su nuevo ministro -el filósofo y profesor de derecho de Harvard, Roberto Mangabeira Unger- es trazar un plan de desarrollo a largo plazo para la presidenta Dilma Rousseff, cuyo palacio se encuentra a un kilómetro de distancia, en la "cabina" del plano piloto.
No es una tarea fácil. La mayor economía de América Latina está sufriendo una creciente turbulencia debido al fin del superciclo de los productos básicos y del auge del consumo impulsado por el crédito. Los economistas pronostican que la economía se contraerá cerca de 1.5 por ciento este año. El desempleo está aumentando rápidamente.
"La subyacente fragilidad del sistema que construimos fue su muy baja productividad", dijo Unger, uno de los académicos más conocidos de Brasil a nivel internacional y quien se ganó su puesto en la Facultad de Derecho de Harvard con apenas 29 años de edad en 1976.
Unger desempeñó el mismo papel bajo el predecesor y mentor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva, entre 2007 y 2009. Su regreso sucede en momentos en que el gobierno encabezado por el izquierdista Partido de los Trabajadores de Brasil busca urgentemente un nuevo rumbo.
En el poder desde hace ya 13 años, el partido ganó votos a través de sus programas sociales, pero hoy en día enfrenta crecientes protestas. Las nuevas clases medias de Brasil exigen mejores servicios públicos, especialmente en educación y salud, y regresar al camino del crecimiento económico.
La mayoría culpa las políticas estatistas de Rousseff -" incluyendo un prolongado estímulo presupuestario y controles de precios, durante su primer mandato entre 2011 y 2014 - " de la profunda resaca económica de Brasil.
A pesar de que cuenta con una plantilla de alrededor de 120 personas y supervisa el instituto de investigación económica, IPEA, Unger admite que su papel es principalmente el de asesor.
"Realmente no tengo ningún poder, sólo el poder de proponer e instigar", dijo.
Como en Brasilia impera una atmósfera que raya en la crisis -" la popularidad de Rousseff ha tocado fondo en las encuestas- "él no se reúne personalmente con la presidenta con regularidad, pero sí se comunican por correo electrónico, dijo. La crisis ha hecho que la administración se vuelva más receptiva a las nuevas ideas, más que durante los años de bonanza.
El primer paso hacia la recuperación económica ha sido el ajuste fiscal del gobierno, mediante el cual el ministro de finanzas, Joaquim Levy, y su equipo están intentando restablecer el presupuesto hasta un superávit primario -" el equilibrio antes del pago de intereses- "después de que sufriera su primer déficit en una década el año pasado.
Pero aquí Unger insinuó ciertas diferencias con el equipo económico de Levy. El punto de vista ortodoxo era que el ajuste fiscal reviviría la confianza financiera en Brasil y, por lo tanto, la inversión y el crecimiento, dijo. Sin embargo, Rousseff no creía que se tratara de la confianza financiera, sino de restaurar la capacidad estatal para maniobrar, dijo.
"Creemos que la doctrina de la confianza financiera nunca ha funcionado realmente en ninguna parte ... por ejemplo, ahí está Europa, entregada a una combinación de austeridad y estancamiento".
Más allá del ajuste fiscal, la tarea a más largo plazo para Brasil es el desarrollo del lado de su economía que se relaciona con la oferta, proporcionándole al pueblo brasileño educación de calidad, y crédito, mejores prácticas comerciales y acceso a la alta tecnología a las pequeñas empresas.
Tradicionalmente, todo lo anterior ha sido de uso exclusivo de los ricos y poderosos -" incluso el banco estatal de desarrollo de Brasil, el BNDES, les presta principalmente a los mayores conglomerados.
Unger dijo que el problema fundamental era que la mayoría de los brasileños seguían atrapados en trabajos con normas "primitivas" de productividad y marginados por la calidad "abismal" de la educación pública.
"En el tercer año de la escuela secundaria, más de la mitad de nuestros estudiantes apenas puede leer o comprender un texto", dijo.
Mejorar la educación requeriría sustituir el aprendizaje de memoria por un enfoque analítico. Se podrían desarrollar mecanismos para permitirle al gobierno federal intervenir los sistemas educativos estatales deficientes. Unger dijo que quería intensificar el debate sobre la educación antes de que Brasil decidiera un nuevo plan nacional de estudios el próximo año.
Para impulsar la industria brasileña, especialmente las compañías más pequeñas, proponía la eliminación completa de las barreras arancelarias y no arancelarias sobre los bienes de capital avanzados. En la agricultura, los pequeños productores deben recibir acceso a instrumentos financieros modernos, tales como las coberturas, a fin de que puedan enfrentar mejor los riesgos.
Otros cambios serían más familiares -"un impuesto de valor agregado de tarifa fija para reemplazar el enrevesado sistema actual y el ordenamiento de los enredados procedimientos brasileños de licencia ambiental.
Al tener muy poco poder, una parte clave de su papel es lo que él llama tener una "voz". Eventualmente dejó el gobierno de Lula da Silva, ya que, conforme se acercaba una elección en aquel momento, sentía que nadie le estaba prestando atención a sus palabras.
Esta vez nuevamente el reto es cómo hacer que una nación participe en un debate sobre su futuro a largo plazo cuando el futuro a corto plazo se ve tan mal.
"El error más común en la política es confundir lo urgente con lo importante", dijo.
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Financial Times