Apenas seis meses después de reemplazar a Dilma Rousseff como presidente del país más grande de Latinoamérica, Michel Temer se enfrenta a los mismos problemas, aparentemente inextricables, que acortaron el mandato de su desventurada predecesora: un creciente escándalo de corrupción que está paralizando la política brasileña y una economía que sigue profundamente hundida en una recesión.
En el frente político, siempre existió el riesgo de que el Sr. Temer y su partido, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), estarían involucrados en la investigación de corrupción "Lava Jato" enfocada en la petrolera estatal Petrobras. El PMDB, después de todo, era el principal socio del Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff en la coalición gobernante que presidió todo el desbarajuste.
Eso es precisamente lo que está sucediendo en la actualidad. El mes pasado, Geddel Vieira Lima, el enlace principal de la administración en el Congreso, dimitió tras verse implicado en un escándalo de tráfico de influencias sobre un proyecto de construcción corrupto. Posteriormente, la semana pasada, el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil suspendió al presidente del Senado, Renan Calheiros, el hombre clave del gobierno en el Congreso.
Aunque Calheiros fue técnicamente destituido de sus funciones porque es uno de los sospechosos en un caso de corrupción separado, la verdadera razón es que, bajo su liderazgo, los legisladores de Brasilia habían estado tratando de neutralizar un paquete de medidas contra la corrupción en un momento en el que numerosos de ellos están bajo investigación por aceptar pagos 'bajo cuerda' y sobornos.
De hecho, estaban haciendo algo más que diluir los proyectos de ley, argumenta Medley Global Advisors, un servicio de macroinvestigación propiedad del Financial Times. Aterrorizados por el hecho de que más de 60 ejecutivos de Odebrecht, la principal empresa constructora de Brasil, aparentemente han entrado en pactos para reducir sus sentencias por el escándalo "Lava Jato", los legisladores agregaron cláusulas al proyecto de ley anticorrupción que permitirían que los fiscales federales pudieran ser acusados de extralimitación de autoridad.
Este cínico intento de autoprotección desencadenó furiosas manifestaciones callejeras en varias grandes ciudades, llevando al Supremo Tribunal a suspender a Calheiros, mientras que el Senado por ahora ha retirado el proyecto de ley.
Aunque los manifestantes no se enfocaron directamente en Temer, el presidente se encuentra ahora en una posición muy similar a la de su predecesora durante el verano. Él continúa perdiendo ministros y aliados del partido en la investigación de Petrobras; su administración es intensamente impopular; y con su capital político tan agotado, existen pocas posibilidades de que pueda forzar una legislación significativa a través de un Congreso recalcitrante cuyos miembros están ya sea petrificados, concentrados en la venganza (los del PT), o ambos.
Tal y como lo expresa Medley: en este enfrentamiento entre el Poder Judicial y el Poder Legislativo, es el Ejecutivo el que está siendo mantenido como rehén.
La economía es la que más sufrirá la parálisis administrativa. Brasil continúa sumido en una recesión y necesita nuevos estímulos. Se prevé que la estimación del producto interno bruto (PBI) de octubre, la cual se divulgará a finales de esta semana, mostrará una contracción de alrededor del 4.5 por ciento interanual, tras una caída del 3.7 por ciento en septiembre. Se estima que las ventas al por menor en octubre se redujeron un 7 por ciento interanual.
En general, los analistas anticipan que el PIB caiga un 3.4 por ciento este año y que crezca menos de uno por ciento en 2017, lo cual representa una recuperación más tardía, más lenta y más superficial de la que inicialmente se esperaba. Una de las razones es que el banco central de Brasil se ha sentido obligado a atenerse a una serie de recortes de tasas de interés relativamente prudentes durante un momento en que la inflación sigue siendo relativamente alta (aunque disminuyendo y a un nivel de 7% en noviembre) y la moneda ha sufrido por el fortalecimiento del dólar.
Con la política monetaria restringida, es aún más importante que el gobierno reconstruya la confianza y estimule la inversión para volver a poner la economía en marcha. Por encima de todo, los inversionistas y la comunidad empresarial quieren ver que el gobierno ponga en orden sus propias finanzas después del despilfarro durante los años de Rousseff.
El Sr. Temer tiene los instintos correctos, pero ahora el riesgo es que, dada la debilidad política del gobierno, tanto su propuesta de limitar el gasto fiscal durante los próximos 20 años como — todavía más importante — la reforma de las pensiones y la seguridad social no serán aprobadas por el Congreso o serán fatalmente debilitadas. Preocupantemente, algunos legisladores ya están pidiendo el remplazo de Henrique Meirelles, el ministro de finanzas, y del gobernador del banco central Ilan Goldfajn, los dos miembros más pro-mercado de la administración.
Dado que la recuperación es probable que se retrase y que la imprevisibilidad está nuevamente en aumento, seguramente ahora es un buen momento para tomar utilidades.
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Financial Times